Como (ex) periodista, odio especialmente a los (ex) colegas que funcionan como Robert Kaplan. Este reportero estadounidense que escribe de forma refinada y sobre temas muy interesantes, tiene el defecto de saber antes de salir lo que se va a encontrar en sus viajes. Mientras Kapuściński decía aquello de que él iba y lo contaba, Kaplan en demasiadas ocasiones va y encuentra exactamente lo mismo que sus ideas previas de estadounidense pseudoizquierdosillo, bienintencionado pero prejuicioso, muy maniqueo, ya daba por seguro antes de partir.
He comentado alguna vez que me molestan ciertos comentarios que flotan en el ambiente sobre machismo en el fandom del pasado, porque si bien sé de sobra que siempre hay indeseables en cualquier ámbito, mi impresión es que el nuestro era un ambiente relativamente progresista en términos globales para lo que era la sociedad en su conjunto, y cuando se producían esos problemas era con un carácter puntual. Sin embargo, esa era mi impresión como varón y como señoro. ¿Podría estar equivocado? La única opción, si quería realmente tratar de forma justa el tema, era emprender viaje a esa era distante, los ochenta y noventa, pero como Kapuściński, no como Kaplan.
He decidido preguntar a unas cuantas mujeres de las que sí estaban allí, al pie del cañón, hace 25 o más años, cuando no sólo eran minoría, sino casi rareza. Entiendo que lo más correcto es que mi papel sea simplemente el de vehículo. No quiero cerrar con unas conclusiones ni nada que pudiera ser interpretado como condescendiente, no sólo por una cuestión de imagen. Admiro de veras como personas y en algunos casos también como creadoras a estas mujeres, viejas camaradas, que han tenido la amabilidad de responderme y se explican por sí mismas. Si alguien quiere encontrar algún sesgo en la elección de las entrevistadas, es fácil determinarlo: son las que conozco personalmente y que estaban allí. Había algunas más, pero mi impresión es que no fueron tan constantes, llegaron ya a comienzo de los 2000 (me vienen a la cabeza Gabriela Campbell, Felicidad Martínez, Lola Robles o Concepción Corrales, que es la única con la que he tenido trato en persona) o ya no están con nosotros (un recuerdo entrañable, una vez más, para Pilar y Gala, dos personas maravillosas).
Sólo decir que les remití el mismo cuestionario y que les dije que contestaran como desearan (de manera común, pregunta por pregunta) y que yo reproduciría su respuesta íntegra. Estas eran las cuestiones:
- ¿Cómo explicarías hoy que hubiera tan pocas mujeres en el fandom hace treinta años?
- ¿Cómo te sentías tú personalmente en ese ambiente?
- ¿Sufriste o presenciaste comportamientos machistas en el fandom? ¿De qué relevancia?
- ¿Te pesaba a la hora de participar en actos o acudir a congresos la posibilidad de vivir ese tipo de problemas?
- ¿Sabes de otras mujeres que no participaran más activamente por incidentes de este tipo?
- ¿Tuviste dificultades adicionales para publicar o en cualquier otro sentido en tu condición de mujer?
- Por supuesto, puedes añadir cualquier otra cosa al respecto que desees.
Y estas son las respuestas, ordenadas por apellido de las participantes para evitar suspicacias: Pilar Barba, Elia Barceló, Florence Behm, Marisa Cuesta, Adolfina García, Cristina Macía, Susana Vallejo y Cristina Xifra.
PILAR BARBA (PILY B.)
1. ¿Cómo explicarías hoy que hubiera tan pocas mujeres en el fandom hace treinta años?
Se me ocurren dos maneras de responder a esa pregunta (una larga y otra corta), y aunque son igualmente sinceras, me temo que ninguna de ellas te va a valer. Aun así, probaré: supongo que en aquel momento la mayor parte de las amantes de nuestros géneros no llegó ni a imaginar que podría llegar a existir un fándom especializado. Así, sin más. Menos aún que hubiera autoras autóctonas (poquísimas) y autores (muchísimos) tan interesantes o más que los anglosajones de siempre, o un buen puñado de publicaciones, certámenes y eventos tales como la Hispacon. Y como no lo imaginaron, porque tal vez se les hacía raro (o ellas mismas se sentían «bichos raros»), no lo buscaron, y nada de eso debió llegarles sino con el tiempo. Yo qué sé, chiquillo, yo qué sé… (esto último era mi respuesta corta).
2. ¿Cómo te sentías tú personalmente en ese ambiente?
Lo cierto es que muy bien. Además, tardé relativamente poco en quitarme de encima el síndrome de la (pardilla) recién llegada, y enseguida me sentí como pez en el agua. Eso sí, no sé si fue porque di con la gente adecuada en el momento oportuno, o qué, pero el caso es que aunque yo aterricé en el fándom como escritora novel, en realidad, lo que me dio a conocer rápidamente, y terminó siendo el perfil que al final desarrollé con un placer que rozó claramente lo obsesivo (tanto que más tarde dio paso a NGC ficción!, esta vez sí, la editorial más o menos al uso), fue mi faceta de editora en una web que no conocía ni el Tato, y que para colmo capitaneaba exclusivamente y, por primera vez, una fémina. Y, sí, supongo que por eso enseguida me sentí como una más, a pesar de que lo único que ofrecía a cambio de las colaboraciones (ya fuera en el terreno de la literatura o en el de la ilustración) era el propio espacio, mi trabajo de edición (también recién llegado), mi ilusión y mi agradecimiento. Nada más.
Para concluir te diré que, desde el minuto cero, jamás me faltaron ni las colaboraciones, ni el apoyo, ni siquiera el de algunos autores ya reconocidos en el fándom. Insisto, no me conocía ni el Tato, ni a mí ni a mi web, y nada de eso y mucho menos mi género fue nunca un problema.
3. ¿Sufriste o presenciaste comportamientos machistas en el fandom? ¿De qué relevancia?
¿Machismo? No. Lo que había era un comportamiento más bien endogámico, exactamente igual que ocurre en cualquier otro gueto que se jacta de no serlo. Pero, ojo, a pesar de esa endogamia, amiguismo, o llámalo equis, yo jamás obtuve otra cosa que no fuera respeto, apoyo y reconocimiento. Y todo ello durante una larga década, tanto dentro de España como fuera de nuestras fronteras. Pero claro, vuelvo a hablar de mi faceta como coordinadora web.
6. ¿Tuviste dificultades adicionales para publicar o en cualquier otro sentido en tu condición de mujer?
Respecto a mi perfil como autora, poco puedo opinar, puesto que me centré tanto en darle contenido y un alma a NGC 3660, que fui dejando a un lado eso de construir mis propios mundos. Aun así, te contaré una anécdota para resumir cómo se me trató por aquel entonces, y con qué sensación me quedo al respecto: En el año 2000, año en el que a Juan Miguel Aguilera le llegó el turno de seleccionar la Visiones (antología publicada por la AEFCFT), este tuvo claro que quería brindárselo a cuantas más autoras nóveles mejor, y aunque desgraciadamente fracasó en su empeño, todo hay que decirlo, al menos sí terminaron apareciendo unos poquitos textos femeninos. Ninguno de ellos fue uno mío. ¿Que por qué? Pues porque tardé demasiado en decidirme a enviarle un texto, y cuando lo hice, además de tarde, era excesivamente extenso. ¿Pero y qué culpa tenía yo de que las páginas de esa dichosa antología no fueran infinitas, o que yo misma fuera incapaz de escribir un relato corto de verdad? Claro, así pasó: cuando Juanmi me contestó, en primer lugar se disculpó muy amablemente, diciéndome que le era imposible seleccionar mi texto por lo extenso que era, pero que si le enviaba otro cuento más corto, el que fuera, lo publicaría seguro porque le gustaba cómo escribía y pensaba que tenía futuro como escritora. Tooooma. Pues bien, ¿sabes cuál fue mi respuesta? Que lo sentía muchísimo, pero que no tenía ningún relato tan corto (y además pasaba de estresarme intentando escribir algo con el tiempo pegado al culo. Esto último no se lo dije, claro). Y ya. Me quedé tan ancha; por supuesto sin ninguna sensación de machismo, y con toda la tranquilidad que da el pensar que fui yo la que le había dado calabazas al mismísimo Juan Miguel Aguilera. Qué, ¿cómo se te queda el cuerpo?
ELIA BARCELÓ
1. ¿Cómo explicarías hoy que hubiera tan pocas mujeres en el fandom hace treinta años?
Lo primero que habría que establecer es que el fandom era muy, muy pequeñito. En una época sin internet y en la que hasta el teléfono era caro e incómodo (o fijo en casa, sin ninguna intimidad, o en una cabina, que casi siempre estaban estropeadas, echando monedas), el fandom se reducía a reuniones de cinco, seis, diez personas en Madrid o Barcelona, ciudades que, al ser grandes, tenían mayor masa de lectores. Más adelante empezaron también a reunirse en Bilbao y en dos o tres sitios más, pero todos los que vivíamos en ciudades pequeñas no teníamos forma de entrar en contacto con otras personas que pensaran como nosotros, suponiendo que los hubiese en la zona.
Dentro de esos grupúsculos, aficionados a un género minoritario y con consideración de subliteratura, prácticamente no había chicas por varias razones:
La ciencia (y, por ende, la ciencia ficción) era territorio masculino. El género había empezado como diversión para ingenieros y “gente de ciencias”, todos hombres; luego se les unieron los informáticos, también hombres, casi todos.
Las chicas, que por aquella época teníamos entre veinte y treinta años, teníamos que ser algo raritas para meternos ahí y, en lo que abarca mi experiencia, haber sido “contagiadas” por un hombre. En mi caso, mi padre. En otros casos, un novio o un buen amigo. También teníamos que tener un tipo especial de mente: imaginativa, progresista, muy abierta y flexible, de izquierdas.
Otra cosa que se ha comentado mucho en la historia del fandom mundial es que la mayor parte de los chicos que se reunían para hablar de ciencia ficción eran lo que ahora se conoce como “nerds”. Sin ánimo de insultar a nadie, casi todos eran “tipos raros”: solitarios, sedentarios, nada deportistas, nada musculosos, nada coquetos. Iban vestidos de cualquier manera (nada de vestir a la moda) y no tenían costumbre de tratar con mujeres.
Las pocas chicas que acudían por las primeras reuniones e Hispacones, a menos que ellas fueran aficionadas de pleno derecho –como era el caso de Florence, Susana, Cristina, Marisa y yo– no volvían a aparecer por allí, ya que las conversaciones –apasionantes para los y las que estábamos “dentro”– eran aburridísimas para quien no hubiese leído ciertas cosas –muchas– o no hubiese visto ciertas películas –muchas, también–.
Si alguna chica hubiese pensado que podía ser un buen sitio para conocer chicos, enseguida se habría dado cuenta de que primero tenía que llegar a un cierto nivel de conocimientos del género para que alguno de ellos hubiese decidido perderse una apasionante conversación sobre cf con sus compañeros para hablar con ella de otras cosas.
Y el problema era que la mayor parte de las mujeres (igual que la mayor parte de los hombres) no leía ciencia ficción, ni de la buena ni de la mala. Nos habían hecho tragar la gran mentira de que la única literatura adecuada para un adulto es la realista; nos habían hecho avergonzarnos de disfrutar del fantástico, en toda su amplitud, llamándonos inmaduros. Solo algunos, y algunas, nos rebelamos contra ello y seguimos adelante.
Desde el punto de vista de escritora, la mayor parte de las mujeres jóvenes con inquietudes literarias se decantaba o por la poesía –que como todo el mundo sabe es algo muy delicado y, por tanto, “femenino” (esa era la communis opinio, por idiota que suene)– o la prosa poética a lo Juan Ramón Jiménez, o el realismo cotidiano, la “literatura de mujer”, que empezaba a ponerse de moda en esa época. Escribir ciencia ficción, fantasía, fantástico o terror era algo que ni daba dinero (por supuesto) ni daba siquiera una miajita de prestigio, de modo que las que, a pesar de todo, lo hacíamos debíamos de hacerlo porque no lo podíamos evitar, porque nos habíamos alimentado de esas maravillosas historias que nos habían abierto la mente a otras realidades y no podíamos conformarnos con menos.
2. ¿Cómo te sentías tú personalmente en ese ambiente?
Yo, personalmente, siempre me sentí muy bien entre mis compañeros de afición. Casi ni me daba cuenta de que eran todos hombres. Estaba acostumbrada a estar entre chicos porque, desde el instituto, casi todas mis aficiones habían sido compartidas por varones: el periódico del instituto (solo dos chicas en la redacción, y al final solo yo), el cine club (yo era la única chica), los festivales y obras de teatro (había más chicas, pero no en la organización).
No me sentía rara. Me sentía terriblemente afortunada en el fandom por el simple hecho de que hubiese más gente como yo, que hubiera leído las mismas novelas y relatos, que hubiera visto las mismas películas y estuviera enamorada de las mismas series (desde Viaje al fondo del mar, hasta Star Trek y Rumbo a lo desconocido, y Perdidos en el espacio). Que los otros fueran hombres o mujeres me daba totalmente igual.
Además, también puede haber tenido su importancia el hecho de que, cuando yo entré en contacto presencial (quiero decir, no a través de la palabra escrita, sino de verdad) ya tenía treinta y pico, estaba casada y tenía dos hijos. Quiero decir, que para mí nunca se planteó la cuestión de ligar, ni buscar pareja, ni nada más que relacionarme con gente que tenía la misma afición que yo.
Conmigo siempre se portaron bien todos. Los chicos del fandom siempre fueron educados y correctos, nos reímos muchísimo juntos, nunca me hicieron sentir de más, ni diferente. Es cierto que muchas veces, tomando la última copa después de cenar, se contaban chistes que hoy en día ofenderían a mucha gente, pero entonces era normal y yo me reía como todos del ingenio de un chiste, sin mandar callar a nadie por machista o cualquier otra cosa.
3. ¿Sufriste o presenciaste comportamientos machistas en el fandom? ¿De qué relevancia?
En todos los años desde que empecé a participar en el fandom, solo recuerdo dos momentos. Uno en 1993, cuando publiqué en la revista Tránsito el relato “Loca“. Aunque estuvo nominado al Ignotus (no ganó, evidentemente), me dijeron muchas veces dentro del fandom que les había parecido casi escandaloso el registro que usé en ese cuento. Simplemente porque hay muchas palabrotas y una escena de violación; todo perfectamente lógico, considerando que los protagonistas son pequeños delincuentes (y grandes horteras) que encuentran a una viajera del tiempo huida de su época y uno de ellos decide que está loca y que puede hacer con ella lo que quiera. No gustó que una mujer descendiera a esos abismos en lugar de mantenerse en “su lugar”, haciendo cosas más de estilo Bradbury, con dulzura y nostalgia, cosas más “femeninas”. De modo muy curioso, alguien de la organización de la Hispacón de ese año, me entregó la acreditación diciendo, con gran orgullo, que habían puesto “Nominada al Ignotus” en lugar de “Nominado” en un alarde de lo que seguramente con buena intención pensaban que era feminismo. No les gustó que mi respuesta fuera que yo no soy quien está nominada. Es mi relato el que ha sido nominado y, por tanto, el masculino habría sido correcto.
La segunda vez fue cuando publiqué Consecuencias naturales, en 1994. Hubo un gran sector del fandom realmente ofendido por la forma en que yo me había atrevido a presentar al protagonista como un macho del peor y rancio estilo al que nos habían acostumbrado las películas españolas que protagonizaba (muy a su pesar) José Luis López Vázquez. Me decían que era un insulto deliberado a los hombres presentar a un tipo como Nico Andrade. Yo no acababa de entender que nadie pudiera sentirse identificado con aquel pedazo de Neandertal y creyera que esa era mi opinión sobre los hombres en general. El malestar duró mucho y hasta llegó a salir un relato de Ángel Torres Quesada como parodia de mi novela que fue muy ensalzado y coreado por buena parte del fandom.
En estos dos casos –los únicos que recuerdo– me quedé perpleja por una razón que ahora encuentro algo ingenua, aunque sigue siendo parcialmente válida. Yo estaba convencida de que la gente que ama la ciencia ficción era superior a los demás; superior en intelecto, en flexibilidad frente a todo tipo de posturas, en respeto por lo que es distinto. Estaba segura de que los hombres del fandom eran mejores que los de fuera: habían leído más, habían pensado más, estaban dispuestos a aceptar comportamientos poco habituales, eran más empáticos y, por supuesto, feministas, porque sabían que hombres y mujeres somos iguales, y que el feminismo no es una lucha de mujeres contra hombres, sino de seres humanos inteligentes contra la estulticia general. Por eso me sorprendió tanto que resultaran (no todos, pero sí muchos) igual de estúpidos, groseros y machistas que los demás, los que nunca habían leído nada.
Luego (lo he contado varias veces) me volvió a pasar lo mismo cuando un editor alemán muy importante me pidió un relato, le envié “Loca“ y me contestó diciendo que cómo era posible que una chica tan joven y simpática hubiese escrito algo tan duro y desagradable; que cuando tuviese algo “más bonito”, estaría encantado de publicármelo. Con eso me quedó claro –con algo de alivio– que la reacción de mis compañeros no se debía a que fueran españoles y estuvieran un poquito retrasados con respecto a otros países de Europa. El editor y el lector de aquella gran editorial eran alemanes y, sin embargo, pensaron lo mismo (y en el caso alemán, ya habían pasado cuatro o cinco años más)
4. ¿Te pesaba a la hora de participar en actos o acudir a congresos la posibilidad de vivir ese tipo de problemas?
En absoluto. Siempre fui con una alegría enorme y unas ganas inmensas de encontrarme con mis compañeros y colegas que, muy pronto, se convirtieron en amigos con los que –en muchos casos– sigo teniendo una magnífica relación más allá de lo profesional y de nuestra afición común, después de treinta años.
En mi caso, si no fui a tantas reuniones como empezaron a hacerse en los años 90, fue porque desde 1981 ya vivía en Austria y luego, con dos niños, ya no era tan fácil, pero no fue nunca porque me faltaran ganas ni porque me trataran mal.
5. ¿Sabes de otras mujeres que no participaran más activamente por incidentes de este tipo?
No. Sé que algunas chicas más jóvenes que yo se sentían a veces un poco incómodas por los chistes “subidos de tono” o por las miradas de algunos chicos cuando ellas se ponían guapas o se disfrazaban la noche de la cena, pero eso era, en la época, lo que podía suceder en cualquier reunión donde hubiese muchos hombres y pocas mujeres, y la gente ya hubiese bebido un poquito, pero jamás oí que pasara nada de particular.
6. ¿Tuviste dificultades adicionales para publicar o en cualquier otro sentido en tu condición de mujer?
No. Envié a Kandama mis primeros relatos y Miquel Barceló los aceptó con la misma alegría y naturalidad que si hubiese sido yo varón. Después, el mismo Domingo Santos me escribió pidiéndome un cuento para Nueva Dimensión, que, en la época, era a lo más que podía aspirar alguien que escribiera ciencia ficción, hombre, mujer o extraterrestre. Incluso me hicieron sentir que estaban muy contentos de que una mujer empezara a participar en el mundillo, y les gustaba la idea de que nosotros, en España, por fin íbamos teniendo también escritoras, como en Estados Unidos. Entonces es cuando Miquel empezó a decir que yo era “la Ursula K. Le Guin española” y a mí me hacía mucha ilusión y me daba mucha vergüenza, porque apenas estaba empezando.
Cuando El mundo de Yarek ganó el premio UPC en su segunda convocatoria, en 1994, a través de algunos datos sueltos del entorno del jurado, creí comprender que no se esperaban que esa novela fuera mía y resultó una gran sorpresa para ellos porque estaban convencidos de que la que yo había presentado al premio era otra, más “femenina”, que luego resultó estar escrita por un hombre. Eso me reafirmó en la idea de que cuando escribes, igual que cuando actúas, lo importante es poder ponerte en la piel de cualquier personaje; que, si lo haces bien, da igual que seas hombre o mujer en tu vida cotidiana.
7. Por supuesto, puedes añadir cualquier otra cosa al respecto que desees.
Para terminar, me gustaría añadir que estoy muy contenta de que ahora haya cada vez más mujeres escribiendo y publicando género, y ganando premios con sus obras.
Lo que no consigo entender es que siga habiendo gente que haya insultado públicamente a Cristina Jurado por haber escrito y publicado Ciencia Ficción de Autoras: Guía de Lectura, con el apoyo de la Biblioteca Regional de Murcia. No quiero darles a estos maleducados ni publicidad ni importancia, pero lamento que todavía queden personas de esa calidad moral, y conservo la esperanza de que ninguna de ellas pertenezca al fandom.
FLORENCE BEHM
La verdad es que todo me fue estupendamente en el fandom. Todos me acogisteis con mucha simpatía y me prestasteis ayuda, dándome información para la tesina, libros, artículos, revistas. Pude contar con el material de Alfredo Lara en particular, una mina… Recuerdo el buen rollo de las cenas en el Kindu y en las convenciones a las que asistí.
No recuerdo ningún comportamiento machista. Es verdad que en Madrid eran casi todos hombres (aparte de Mayte y Rosa) pero más bien sentí que os alegraba la presencia femenina, así que para mí es el recuerdo de una época muy chula.
MARISA CUESTA
1. ¿Cómo explicarías hoy que hubiera tan pocas mujeres en el fandom hace treinta años?
Puf. “No era una cosa de chicas” sería lo primero que me viene a la mente. Si la ciencia ficción ya era muy de nicho, en aquella época pre internet, yo por muchos años fui la única chica que conocía que leyera este género. No pasaba tanto con la fantasía o el terror, pero sí con la cifi. Eso en cuanto a lectura. En cuanto a la presencia activa, supongo que es más de lo mismo: si ya había pocas lectoras, la proporción que se animara a acudir de forma independiente a actos o a participar en ellos era mucho menor.
2. ¿Cómo te sentías tú personalmente en ese ambiente?
Yo la verdad es que me sentía cómoda. No recuerdo que se me tratara, ni a mí ni a mis opiniones, con condescendencia o desdén en ningún momento. Sí con sorpresa a veces, pero lo achaco a la pura extrañeza de las pocas mujeres que había en el momento, pero cuando se trataba de debatir yo no he notado que se me tratara de forma distinta a los demás. Puede que a lo mejor menos agresiva si la discusión se volvía agitada, pero nada más.
3. ¿Sufriste o presenciaste comportamientos machistas en el fandom? ¿De qué relevancia?
Machistas la verdad es que ni sufrí ni presencié. Si exceptúas la cosa de que me era imposible pagar una ronda porque siempre se me adelantaba algún chico…
4. ¿Te pesaba a la hora de participar en actos o acudir a congresos la posibilidad de vivir ese tipo de problemas?
No, en absoluto.
5. ¿Sabes de otras mujeres que no participaran más activamente por incidentes de este tipo?
No, la verdad. Si sucedió yo en su momento no me enteré.
6. ¿Tuviste dificultades adicionales para publicar o en cualquier otro sentido en tu condición de mujer?
No. Nunca he escrito, excepto un par de artículos en fanzines con los que no tuve ningún problema, y las veces que participé activamente en convenciones, en el sentido organizativo, o estando en mesas ya fue posterior. En aquel momento mi participación en el fandom fue más pasiva en ese sentido, pero en aquel momento era lo que quería hacer.
ADOLFINA GARCÍA
1. ¿Cómo explicarías hoy que hubiera tan pocas mujeres en el fandom hace treinta años?
Por aquel entonces yo tenía la sensación de que la mayoría de las mujeres, simplemente, no estaban muy interesadas en esos temas. El fandom no fue el primer entorno que yo frecuenté en el que había una mayoría aplastante de hombres. A finales de los ochenta o principios de los noventa una amiga y yo éramos –hasta donde sé– las únicas chicas de Colmenar Viejo que jugábamos al rol en la Casa de la Juventud. Me recuerdo también con esa misma amiga en el estreno de la película Akira, en un cine de Gran Vía, comentando que el número total de espectadoras podía contarse con los dedos de la mano. Por poner solo algunos ejemplos.
Esta segregación no se daba únicamente en el “mundo friki”. Recuerdo que cuando estaba en el instituto había una chica de mi clase a la que le encantaba el fútbol. En los corrillos de los lunes para comentar los partidos estaban casi todos los chicos… y ella.
Imagino que el principal motivo de esa diferenciación es la manera en la que la sociedad dirige los gustos de niños y niñas desde el momento en que nacen. También hoy se siguen volcando diferentes expectativas en chicos y chicas, pero no de una manera tan agresiva ni tan marcada, creo. A medida que la sociedad evoluciona y vamos siendo conscientes de los sesgos de género, los individuos tienen más libertad para expresarse y acercarse libremente y sin prejuicios a aquello que más les atrae.
2. ¿Cómo te sentías tú personalmente en ese ambiente?
Yo siempre me sentí una más.
3. ¿Sufriste o presenciaste comportamientos machistas en el fandom? ¿De qué relevancia?
Tras estrujarme las meninges recuerdo que uno de los asistentes a la TerMa soltó alguna que otra boutade que me hizo entrar al trapo. Alguna generalización sobre si las mujeres eran así o asá. Tengo grabado que una vez dijo que sería “imposible” escribir una novela de ciencia ficción cuyos únicos personajes fueran mujeres (me acuerdo porque es una frase que me llamó la atención y a la que estuve dando vueltas después, no porque en aquel momento me resultara hiriente o importante). Sospecho que eran comentarios dirigidos a provocar, más que manifestaciones de un machismo genuino, porque yo nunca percibí que su comportamiento hacia mí fuera despectivo ni paternalista. (Añado que yo siempre me sentí a gusto con él y que, de hecho, él era una de las personas del fandom a las que más apreciaba y con las que más me relacionaba por aquel entonces, aunque ya no mantengamos ningún contacto).
4. ¿Te pesaba a la hora de participar en actos o acudir a congresos la posibilidad de vivir ese tipo de problemas?
En absoluto. Es más, ahora que estoy reflexionando sobre el tema tengo la sensación de que percibí más machismo en el colegio y el instituto, en el entorno familiar, en alguno de mis grupos de amigos y en, qué sé yo, los programas de la tele, que dentro del fandom.
5. ¿Sabes de otras mujeres que no participaran más activamente por incidentes de este tipo?
No.
6. ¿Tuviste dificultades adicionales para publicar o en cualquier otro sentido en tu condición de mujer?
No.
7. Por supuesto, puedes añadir cualquier otra cosa al respecto que desees.
Yo descubrí a muchas escritoras de género gracias a la admiración con la que mis “compañeros de fandom” hablaban de ellas. Elia Barceló, por ejemplo. O Joanna Russ. O Margaret Atwood. O Ursula K. Le Guin (yo había leído Un mago de Terramar y El ojo de la garza sin que ninguno me entusiasmara demasiado, y el único motivo por el que regresé a esta autora es que ellos me insistieron encarecidamente en La mano izquierda de la oscuridady Los desposeídos). También conocí a través de ellos a muchos autores masculinos, claro (contacté con el fandom a la tierna edad de 17 años y, aunque había leído bastante terror, estaba pez en el apartado ciencia ficción), pero menciono a las autoras para destacar que jamás me dio la sensación de que en ese entorno (hablo únicamente de mi experiencia personal, y de ese pequeño ecosistema que era el fandom madrileño de principios de los noventa) se las viera con escepticismo o se las ninguneara: más bien todo lo contrario.
1. ¿Cómo explicarías hoy que hubiera tan pocas mujeres en el fandom hace treinta años?
Las inercias, claro. No entras en un lugar donde no hay otros como tú y la serpiente se muerde la cola. Para los hombres, el fándom era un grupo de inclusión, una comunidad en la que estar entre semejantes. Para las mujeres era todo lo contrario. El “efecto Pitufina” puede resultar agradable un ratito, pero no a medio o largo plazo.
2. ¿Cómo te sentías tú personalmente en ese ambiente?
Igual que en cualquier otro ambiente por aquellos tiempos. Me explico: si eres el bicho raro en cualquier ambiente, no te parece extraño ser el bicho raro en este ambiente en particular. Por aquel entonces no me paré a analizar las razones. La explicación habitual era atribuirlo a mis escasas habilidades sociales (y la verdad es que es una explicación bastante completa).
3. ¿Sufriste o presenciaste comportamientos machistas en el fandom? ¿De qué relevancia?
Obviamente, pero no peores que en el resto de la sociedad de la época. Si acaso, yo diría que el fándom, por aquellos tiempos, era mejor en este sentido que la sociedad en la que se estaba incrustado. Supongo que porque se componía de gente más acostumbrada a enfoques alternativos, al pensamiento lateral. Por lo que he visto recientemente, también se puede deber a que, en los ochenta y los noventa, había muy pocas mujeres en el mundillo de la ciencia ficción, el cómic, los juegos de rol… Así que nuestra presencia era anecdótica y nada amenazadora. En el momento en que las mujeres empezaron a ganar premios Hugo en batería llegaron los movimientos reaccionarios organizados tipo gamergate, sad/rabid puppies o conceptos como el de fake geek girl.
Por resumir: comportamientos machistas por aquel entonces, pocos y anecdóticos, porque las mujeres éramos pocas y anecdóticas, y no suponíamos una amenaza para la “especie dominante”. Cuando hemos llegado a ser numerosas y ganamos los premios, la mayoría de los hombres se han adaptado sin problemas… pero hay grupos, grupos numerosos, que no.
4. ¿Te pesaba a la hora de participar en actos o acudir a congresos la posibilidad de vivir ese tipo de problemas?
A mí, personalmente, no, pero jamás conseguí que se sumara ninguna amiga ajena al mundillo, por mucho que en principio les interesara la experiencia. La explicación era siempre “a la mayoría de las mujeres no les interesa”. Así que, o el tema ha cambiado mucho, o las mujeres hemos cambiado, porque ahora somos mayoría excepto en las “aldeas galas”, en los foros más “retro”, más dominados por nostálgicos.
5. ¿Sabes de otras mujeres que no participaran más activamente por incidentes de este tipo?
No. Conozco mujeres que participaban menos, de manera muy esporádica o directamente desde fuera, pero no puedo afirmar que fuera por el entorno XY. También te digo que a mí, personalmente, a día de hoy, me da una pereza bárbara participar en foros donde haya una mayoría abrumadora de tíos. Es una película que ya he visto y ya sé cómo termina.
6. ¿Tuviste dificultades adicionales para publicar o en cualquier otro sentido en tu condición de mujer?
De nuevo, no puedo afirmar que fuera por ser mujer o porque hay imbéciles por todas partes; a finales de los ochenta y principios de los noventa, unos cuantos tipos se mostraban muy hostiles hacia mi trabajo como traductora cuando entraba en temas que debían de sentir como muy “masculinos”. Eran tíos con mucho interés y entusiasmo, pero unos conocimientos bastante precarios del inglés, cosa que no les impedía decir (por escrito, ¡y publicar!) cosas equivalentes a “Pero qué dice esta tía, de dónde ha sacado que dos y dos sean cuatro; toda la vida han sido cinco”. Hoy aquellas anécdotas valen su peso en oro para hacer chistes, pero reconozco que en su momento me afectaron un poquito.
SUSANA VALLEJO
1. ¿Cómo explicarías hoy que hubiera tan pocas mujeres en el fandom hace treinta años?
Quizás, hace 30 años, las mujeres (en general) tenían otros intereses. Las pocas a las que nos gustaban estos temas nos sentíamos muy solas. Quiero decir que no existía internet y no tenías forma de contactar con otras personas con intereses parecidos a los tuyos. Si no llegabas hasta determinadas revistas, fanzines o tiendas especializadas (las pocas que había), NO HABÍA FORMA de saber que había otras personas como tú.
Y, después, suponiendo que te enterases de reuniones o festivales del mundo del fandom, siempre estaría la duda de qué tipo de “tíos raritos” te ibas a encontrar allí. Porque, no nos olvidemos de que entonces había muchos “frikis” en el peor sentido de la palabra “friki”. Sí, había unos cuantos “freaks” por allí. Es un hecho. Es triste. Pero es así.
De manera que si estabas sola y llegabas, por lo que fuera, a una de aquella primeras reuniones, es muy posible que salieras horrorizada, antes de poder descubrir de que había personas muy interesantes entre aquel primer fandom.
2. ¿Cómo te sentías tú personalmente en ese ambiente?
Creo que había una brecha generacional importante: me sentía más cómoda con los miembros más jóvenes de ese fandom.
3. ¿Sufriste o presenciaste comportamientos machistas en el fandom? ¿De qué relevancia?
Ja. A ver, que si hablamos de micromachismos, no pararíamos. Pero, claro, la sociedad de aquel entonces era tremendamente machista y nadie se daba cuenta de ello.
Sí que recuerdo aguantar chistes súper machistas (los mismos que se contaban en cualquier otro ámbito, por supuesto). O comentarios de miembros de generaciones anteriores sobre las mujeres (o el aspecto físico de las mujeres) muy machistas.
Puestos a recordar anécdotas, no me olvido, por ejemplo, en un viaje con frikis, en que un individuo me pidió, sin ruborizarse, que le planchase una camisa. (Yo estaba planchando mi vestido para un evento importante, y él me lo pidió con la mayor naturalidad: una mujer planchando + tengo mi camisa arrugada = que me la planche ella).
4. ¿Te pesaba a la hora de participar en actos o acudir a congresos la posibilidad de vivir ese tipo de problemas?
Nooooo.
5. ¿Sabes de otras mujeres que no participaran más activamente por incidentes de este tipo?
No
6. ¿Tuviste dificultades adicionales para publicar o en cualquier otro sentido en tu condición de mujer?
No creo que tuviera dificultades para publicar. Pero sí recuerdo reseñas de antologías en las que se comentaban los relatos de los participantes y cuando llegó el turno de mi cuento, se decía que yo era “muy simpática” en lugar de hablar de mi texto. Total, que a mí solo me quedaba pensar que o mi relato era una mierda y por eso no se hablaba de él, o que a mí no se me juzgaba por lo que escribía, sino por ser una mujer. Lo que, en cualquiera de los dos casos, era muy deprimente.
También recuerdo ser la eterna participante en la poco original mesa redonda de “La CF y las mujeres”. No contaban conmigo para otros temas. Y tampoco se me olvida un imbécil del público que, al finalizar una de esas mesas de “CF y mujeres”, acabó diciendo que nosotras, las mujeres, siempre tendríamos lo “superior”: el milagro de dar vida, poder tener hijos. Han pasado 25 años y sigo sin entender a qué venía eso o qué relevancia tenía en aquel contexto.
7. Por supuesto, puedes añadir cualquier otra cosa al respecto que desees.
Me gustaría añadir que el fandom no es más que un pequeño grupo de nuestra sociedad y que puesto que la sociedad es machista, el fandom también lo es. ¿Que hemos mejorado en 20 ó 30 años? ¡Pues claro! ¿Qué hay mucho camino aun por recorrer? ¡Pues infinito!
Al margen de las anécdotas, hay algo más abstracto y más difícil de explicar, que puede ser la razón de por qué había pocas mujeres en el fandom y viene a resumirse en algo así, tan profundo, como que no te hagan NI PUTO CASO. Se daba por hecho que yo no estaba en todos aquellos eventos frikis por mí misma, o por mis gustos, sino porque yo acompañaba a alguien. Porque parecía que no entraba en algunas cabezas que a mí me gustase lo mismo que a ellos.
Pero, a ver, que NO SE TRATA DE ALGO DEL PASADO. Hay otras lindas anécdotas la mar de actuales:
Hace MUY POCOS años, en el Celsius, una escritora estaba presentando su libro. Hablaba de forma brillante y con mucha seguridad. Un imbécil pasaba por allí y dijo “Mira esta qué aires se da”… Cuando lo único que ocurría es que era una mujer, periodista, acostumbrada a hablar en público y lo hacía muy bien. Estoy segura de que ese mismo imbécil jamás dijo nada de las decenas de escritorzuelos (hombres) que presentaban sus libros en esos mismos días y que hablaban con la misma seguridad que ella.
También hace pocos años, otro imbécil, también en el Celsius, vino a presentarse como “escritor” ante mi pareja. Dando por hecho que él (mi pareja) era el protagonista del acto en el que estábamos, cuando resulta que la protagonista era yo. Pero, claro, por defecto, las mujeres somos las acompañantes, y los hombres son los protagonistas.
En el fandom hay muchas personas brillantes, inteligentes y, sobre todo, curiosas por naturaleza. Es lo que me gusta del “frikismo” tal y como yo lo entiendo: esa inmensa curiosidad por saber, por imaginar, por entender… Y en este contexto hay muchos hombres que se sienten superiores a los demás. Supongo que porque históricamente se han sentido más inteligentes, brillantes o curiosos que sus compañeros de colegio, sus aburridos vecinos del quinto, o sus propias familias. De pronto, en los eventos frikis, se encuentran con otros individuos que son tan inteligentes, brillantes y curiosos como ellos. Y por alguna razón (relacionada con una inferioridad que arrastran por ser el “friki” de la clase o por lo que sea), cuando se encuentran entre iguales, tienen que DEMOSTRAR que son mucho más listos que los demás, en plan “el macho alfa”, UNGA UNGA (en este paréntesis insértese el gesto de golpearse el pecho como un gorila). Y entonces los hombres se enzarzan en “emocionantes” conversaciones cuyo único objetivo es demostrar que “sé más que tú”. Pues bien, cuando uno de esos hombres que se cree tan listo y tan superior a CUALQUIERA, se encuentra con una mujer en uno de estos eventos, ni siquiera se le pasa por la cabeza, que una mujer pueda ser TAN brillante, inteligente o curiosa COMO él. O, quizás, incluso, que sea más brillante, inteligente o curiosa que él.
Creo que muchas mujeres que en el pasado se acercaron al fandom, se encontraron con unos cuantos frikis empeñados en demostrarse los unos a los otros lo listos que eran y salieron horrorizadas corriendo de allí.
Y, hoy, puede que siga ocurriendo lo de los de los gorilas enzarzados en sus demostraciones de superioridad. Solo que, a lo mejor, como hay MUCHAS más mujeres y MUCHOS otros hombres que no tienen la necesidad de demostrar nada, las mujeres ahora nos quedamos más felices socializando en este nuevo fandom, más amplio y sano psicológicamente.
CRISTINA XIFRA
1. ¿Cómo explicarías hoy que hubiera tan pocas mujeres en el fandom hace treinta años?
Es una pregunta complicada porque cada persona tiene sus motivos. Pero si lo extrapolo a otros campos en los que pasa algo parecido, supongo que la razón principal sería que porque era un mundo muy masculino. Ante este tipo de situaciones, a veces, da un poco de pereza meterse. Solo lo haces si estás muy motivada o el tema te interesa mucho, y te da igual lo que puedan decir o como te vayan a tratar. Vas a lo tuyo.
2. ¿Cómo te sentías tú personalmente en ese ambiente?
Pues la verdad es que a veces como una privilegiada y a veces como un bicho raro. Privilegiada por hacer cosas que me gustaban con un grupo de personas que compartían mis gustos e intereses. Eso me permitió vivir jornadas muy agradables que recuerdo con mucho cariño. Pero el hecho de ser chica en un ambiente donde éramos muy pocas, a veces me llevaba a sentirme un poco fuera de lugar. Afortunadamente, entre nosotras había muy buen rollo y la prueba está en que cuando me he reencontrado con algunas de ellas muchos años después, ha sido como si no hubiera pasado el tiempo.
3. ¿Sufriste o presenciaste comportamientos machistas en el fandom? ¿De qué relevancia?
Sí, aunque tengo que reconocer que he ido tomando más conciencia a medida que han ido pasando los años y he ido analizando algunas situaciones en las que me vi envuelta. En su momento, me cabreaba y no entendía muy bien a qué venían ciertas actitudes o comentarios. ¿De qué relevancia? Pues en mi caso, por poner el único ejemplo del que puedo hablar, creo que bastante. En más de una ocasión me sentí como si estuviera en un mercado de mujeres. Me pasó más de una vez y de dos que, cuando estaba “libre”, se me acercara un chico y me dijera, ante mi sorpresa, “ahora me toca a mi”. Como era de esperar, no entendieron mi negativa y tuve largas (y bastante desagradables) sesiones para explicarles que no tenía ningún interés en ser su pareja y que no existía la supuesta lista de espera a la que parecía que se habían apuntado. También me vi objeto de comentarios y opiniones bastante fuera de lugar basados en cosas que supuestamente había hecho y que eran mentira. A mí nadie me preguntó. Todo eso hizo que me acabara cansando y me apartara del mundillo durante muchos años.
4. ¿Te pesaba a la hora de participar en actos o acudir a congresos la posibilidad de vivir ese tipo de problemas?
Al principio, no. A mí me gustaba la ciencia ficción y eso iba por delante de todo lo demás. Pero a medida que fue pasando el tiempo, como decía antes, fue pesando cada vez más y al final hizo que decidiera disfrutar de la ciencia ficción en solitario.
5. ¿Sabes de otras mujeres que no participaran más activamente por incidentes de este tipo?
No. No eran cosas de las que habláramos. Y ahora, pues la verdad es que creo que tenemos temas más interesantes con los que entretenernos.
6. ¿Tuviste dificultades adicionales para publicar o en cualquier otro sentido en tu condición de mujer?
En esos momentos no tenía ningún interés en escribir y por tanto tampoco en publicar. Tampoco participaba como invitada en mesas redondas o similares, por lo que nunca sentí que tuviera ninguna dificultad más allá de las que ya he comentado anteriormente.
P.S. El destino ha querido que este texto, que fue preparado durante semanas, aparezca sólo dos días después del fallecimento de Angélica Gorodischer. La gran escritora rosarina fue una presencia femenina ocasional en los eventos del fandom español de los años noventa. Buena parte de los aficionados de entonces la considerábamos como el mejor escritor del género en lengua castellana, lo cual supongo que también es un dato pertinente respecto a todo lo rememorado aquí; no era, con todo, una opinión predominante. Gorodischer siempre se movió en esos actos con una característica combinación de amabilidad, cachaza argentina y leve distanciamiento. No la traté tanto como para hacer una valoración personal extensa, pero sí puedo mencionar que, cuando pienso en ella, el recuerdo que me viene es el de una sonrisa de ironía compartida, algo poco frecuente y afortunado. También puedo decir que la lectura de Kalpa Imperial y Trafalgar, libros ampliamente disponibles entonces, tuvo en su momento para mí un carácter absolutamente revelador. Había oído hace tiempo que andaba muy malita, pero la tristeza es la misma. Descanse en paz; el recuerdo que nos deja es emocionante.
Fotos facilitadas por (en orden): Juanma Santiago, Pilar Barba, Julián Díez, Julián Díez, Antonio Rivas, Adolfina García, Julián Díez, Susana Vallejo y Cristina Xifra.
Muchas gracias a todas (incluyo a Julián) por estos testimonios.
Se trabaja muy poco lo personal en la Historia de la literatura y me parece fundamental.
Por cierto, algo que me consta y que Julián no comenta es lo muchísimo que se fomentaba la publicación de autoras de cf en Artifex, pese a los pocos manuscritos de este tipo que llegaban.
Un abrazo.