En las segundas jornadas de ciencia ficción de Valdeavellano de Tera tuve el privilegio de participar en una mesa redonda sobre crítica especializada y ciencia ficción junto a Fernando Ángel Moreno, Juanma Santiago y Álex Vidal. Es una pena que nadie grabara la charla o cualquiera de las otras que tuvieron lugar allí en los tres años que se celebraron las jornadas (entre los años 2006 y 2008). Eso fuerza a tirar de memoria o, lo que es peor, de nostalgia. En aquel diálogo ameno y bastante menos autocomplaciente de lo que suele ser norma, Luis G. Prado (entre el público) comentó algo que pocas veces se dice en “abierto”. Quizá porque nadie quiere pisar callos, propios o ajenos, o porque quienes debieran hacerlo son los más reacios a aceptarlo: el limitadísimo efecto de la crítica especializada (repito, ESPECIALIZADA) a la hora de impulsar las ventas de un libro. Su argumento se puede resumir en lo ocurrido con Los tejedores de cabellos, la obra de Andreas Eschbach que publicó en Bibliópolis en el año 2004.
El libro tuvo una distribución pésima que lastró sus resultados. Sin embargo pocas novedades soy capaz de recordar que reunieran tal unanimidad entre sus lectores (con excepciones como la de Santi Moreno, especial que es), con múltiples (y cuando digo múltiples digo innumerables) comentarios positivos en los foros de la época (realmente cYbErDaRk.NeT, El Foro. Interplanetaria como que tenía menos público) y en las reseñas que se escribían desde las webs y las revistas especializadas del momento. Al final, Los tejedores de cabellos no fue un desastre nivel Thomas M. Disch o M. John “Viriconium” Harrison pero sus ventas totales no fueron, ni por asomo, las que por acogida podrían haber indicado.
Dentro de los títulos más de género, concitar una respuesta tan positiva por parte de los lectores más dicharacheros es más condición necesaria que suficiente para cubrir un mínimo de ventas.