Continúo con mi repaso a las películas de ciencia ficción del siglo XXI, pero solamente las que no he visto, para poder llegar a un artículo final que haga balance de estas décadas. Siguiendo el espíritu de estos artículos, es pues un referido de mis caprichos, que con suerte servirá para orientar alguien. Es posible que haya una entrega más, porque veo que aún me faltan películas de cierto renombre o mínimo culto, pero creo que no pasaré de ahí y luego llegará el turno del balance.
Los cisnes feos, Konstantin Lopushansky, 2006 (cauces irregulares).
Lopushansky, el Tarkovski menor, nos ofrece aquí un Stalker menor, cosa que se va percibiendo a lo largo del metraje y se confirma con la escena final, un largo plano secuencia que recuerda directamente al de su antecesora. Está basada en otra novela de los hermanos Strugatski con problemas con la censura, menos conocida, en la que existe una zona de acceso restringido, aunque con características distintas: en ella habitan unos extraños seres, no se sabe si extraterrestres o mutantes, que además han atraído a un grupo de niños que muestran capacidades superlativas. El gobierno quiere exterminarlos, pero no acabo de entender dónde estaba la crítica al totalitarismo (al menos, por lo reproducido en esta película; no he leído el libro) que llevó a la publicación en samizdat y etcétera. El film llama la atención sobre todo por su fotografía prácticamente monocroma: dentro de la zona restringida, todo es en blanco, negro y rojo, y llueve sin parar; fuera es azul o sepia. El recurso es algo forzado, pero Lopushansky le saca partido expresivo. El regusto que deja la película es un poco hueco; ni es divertida, por supuesto (¿alguien podía esperarlo?), ni me deja un mensaje claro o escenas especialmente memorables desde un punto de vista visual, pese a su eficacia.