Ese vejete envidioso que es John Clute tiene la costumbre de ningunear todo el movimiento que se viene denominando el New Weird, postulando que corre peligro de degenerar en una mera serie de visiones urbanas donde sólo importaría el grado de sordidez, disgregación y caos del escenario. Clute también hizo de menos a Susanna Clarke y Jonathan Strange, basando su reseña en la hipótesis, luego desmentida, de que se trataba del primer volumen de una trilogía, y que basaba en todo el aparato teórico de su enciclopedia. En fin, que fíate de los supuestos expertos.
La ciudad del grabado –“La ciudad grabada”, en una traducción exacta del título original, The Etched City–, debut en la novela de la australiana K.J. Bishop, podría encuadrarse más o menos en el New Weird, al que le une su ambiente urbano degradado, sus ambiciones estilísticas más allá del mero entretenimiento, y un tipo de sensibilidad decadente finisecular que uno ya tenía ganas de ver reaparecer en las letras pero que se necesitaría buscar con microscopio electrónico en la narrativa general de nuestro tiempo.