La espada rota, de Poul Anderson

La espada rota

La espada rota

Suele esgrimirse como dato de interés al escribir sobre La espada rota –y no del todo inocentemente, quizás– su aparición original el mismo año que La comunidad del Anillo, de J. R. R. Tolkien. Sabida o intuida la relación temática que pudiera haber entre las dos, al ser del mismo palo, se establecen inevitablemente las comparaciones. En un lejano 1954 ambas obras, que tienen no pocos puntos en común, aunque han seguido diferentes derroteros del éxito, vieron la luz. Pero dejemos eso para más adelante…

La espada rota narra la historia de Skafloc, un humano raptado en su lecho infantil por Imric, Conde de los Elfos, y sustituido por una criatura feérica que, con el tiempo, traerá la desgracia a la existencia del progenitor humano, Orm el Fuerte, y los suyos. Es la doble historia, por tanto, de Skafloc, campeón de Alfheim, y su sombra bersekr, Valgard. También es el resumen del choque entre el mundo «real» –si así puede definirse– y la dimensión feérica que corre paralela a ese mundo. Y, en una más atenta lectura, incluso el del enfrentamiento entre las mitologías nórdica y céltica con el cristianismo. No es la historia, en todo caso, de esa espada rota del título, Tyrfing, que como buen acero maldito/encantado sólo hace acto de presencia para imponer su sangrienta voluntad.

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