Hay libros que resultan más atractivos cuando te los cuentan que cuando los lees. Un ejemplo reciente sería Ascensión, de Tom Perrotta. El día a día de unos personajes bajo las secuelas de un acontecimiento inexplicable y enfrentados a un vacío que han sido incapaces de llenar. Cuando le cuentas a alguien su argumento tiene mucho mejor pinta que cuando lo descubres por ti mismo. Hasta el punto que podría estudiarse en cualquier taller literario como paradigma de cómo no contar una historia. Sin llegar a ese extremo, Los tres es otro ejemplo de sinopsis muy por encima de la narración. Aunque en esta ocasión su autora, Sarah Lotz, exhibe un cierto talento, al menos en su construcción.
En sus casi 600 páginas, Lotz enhebra múltiples textos para relatar los sucesos más relevantes alrededor de los tres niños supervivientes de cuatro accidentes aéreos ocurridos de manera casi simultánea en diferentes lugares del globo. Cada pocas páginas engarza entrevistas, confesiones a un magnetófono, registros de chats, cartas, secuencias de tweets, informes oficiales… de un buen número de personajes y lleva al lector a través de los hechos más asombrosos y controvertidos desencadenados por los catástrofes. Los primeros casi siempre alrededor de los niños, se abordan como si fueran tres dramas de géneros diferentes. Sin duda son lo más sugerente del libro, muy especialmente el relato del superviviente japonés. Al punto exótico del país del sol naciente le añade que sea hijo de un diseñador de robots con apariencia humana, una “curiosidad” integrada en la trama para potenciar la extrañeza de una historia ya de por sí insólita. Mientras, el resto de escenas se centran en cómo una parte concreta de la opinión pública acoge el enigma alrededor de los supervivientes.
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