Me ha sorprendido esta novela corta de Santiago Eximeno. Acostumbrado a su puesta en escena costumbrista, sutil o salvajemente puesta de vuelta y media por la irrupción de lo fantástico, en Carne y hueso eleva la apuesta. Sin traicionar esta base, en Carne y hueso arrebata al lector cualquier familiaridad con el escenario y lo planta en otro mundo, una ciudad donde todas las estructuras parecen tener una base biológica próxima a los vertebrados. Como adelanta el título, los elementos constructivos en los que habitan los personajes están hechos de carne y hueso, y todo el lenguaje que utiliza el narrador para describirlos y relatar su existencia entre ellos abunda en esta naturaleza orgánica. Las paredes sanas laten y dejan sentir su vida, los elementos con desperfectos se muestran corroídos por alguna enfermedad que los deteriora, las partes ruinosas exhiben una putrefacción que se antoja imposible de revertir… Y esta base también se observa en un modo de vida repleto de situaciones extrañas pero, a la vez, enormemente familiar por las semejanzas con nuestra experiencia.
En las primeras líneas, su narrador incide en su tormento por la aparición de una estructura tumoral junto a la bañera
Una masa de carne ennegrecida, corrupta, que trepaba por la epidermis de la pared enroscada alrededor de las tuberías intestinales.
Este salto a una realidad donde la anatomía de los edificios tiene algo de análisis forense, encuadra el testimonio de una persona según experimenta sus problemas en un día cotidiano. Como marido de una mujer embarazada que se encuentra indispuesta, como ciudadano de una urbe aquejada por una crisis sistémica y como miembro de los Carne, una clase trabajadora separada de una elite, los Hueso, segregada en otra parte de la ciudad y con la cual los Carne apenas tienen contacto en una serie de zonas tampón.