En los largos meses que he dejado de colaborar en C por pura vaguería, he comprobado con creciente alarma como el nivel de la página ha ido subiendo de forma imparable, siendo ya conocida en algunos círculos como Les Cahiers du Sci-Fi. “Lo llevo crudo”, pensé cuando me picaron las ganas de volver a escribir, mientras barajaba algún tema que me exigiera poco esfuerzo. Menos mal que en mi larga experiencia de persona extremadamente perezosa he llegado a dominar las técnicas de la excusa barata, la autojustificación y el colar gato por liebre en mi interminable carrera hacia el sillón. Así que mientras voy poniéndome trabajosamente a la altura preparando sesudos artículos sobre temas tan apasionantes como la raíz gnóstica de la serie Dryco de Jack Womack o epistemología, consciencia y humanismo en la obra de Matthew De Abaitua, qué mejor para coger el ritmo que pasar completamente de la temática habitual de la página e ir regurgitando lo que más he leído y disfrutado desde hace ya bastante tiempo, esto es, mangas, la mejor manera de hinchar las estadísticas en Goodreads y ahuyentar a los lectores de la página. Pero como soy una persona que siempre decepciona, no se trata de mangas de cf o fantasía (bueno, alguno caerá), o de reputados artistas tipo Taniguchi, Takahashi o Urasawa ya de sobras conocidos, no, no. En este caso la intención inicial es reseñar algunos mangas no publicados en España, de autores muy desconocidos y temáticas variadas, cuando no directamente demenciales y cuanto más japonesas y ajenas a las formas de contar con las que nos encontramos cómodos en occidente, mejor. Y aprovechando su inminente edición en inglés, comenzaremos con uno de los mejores mangas que he leído en estos dos o tres años de atracón de tebeos nipones, el magnífico Tobaku Mokushiroku Kaiji de Nobuyuki Fukumoto.
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Maison Ikkoku, de Rumiko Takahashi
Aquí va otra reseña repescada de mi viejo blog (y las que quedan). Lo siento, cuando me quedé en paro sentía que se abrían ante mi horas interminables de ocio que emplearía en realizarme como persona a costa de sus impuestos, pero en realidad estoy más liado que cuando trabajaba, que coño, que aquello era trabajar y punto, ahora entre recorrer desolados polígonos industriales leoneses ofreciendo mi fuerza de trabajo, refrescar los portales de empleo cada cinco minutos, hacer los baños y delinquir impunemente por internet, no es que no tenga tiempo para escribir, es que no tengo tiempo ni para leer. Así que toca una antigua reseña sobre Maison Ikkoku, un tebeo que les hará ser mejores personas. O parafraseando a una antigua amiga mía cuando hablaba de los Housemartins, “si te gusta Maison Ikkoku no puedes ser mala persona”.