Cada vez que leo una obra cyberpunk de la primera etapa, cuando William Gibson, Bruce Sterling, Lewis Shinner, John Shirley y el resto de sospechosos habituales definían el movimiento relato a relato, novela a novela, echo un poco de menos no haberla vivido en directo. Aunque la sensación es que aquello terminó en agua de borrajas, quizás desde el momento en que muchos escritores, críticos y lectores encasillaron el cyberpunk en una serie de estereotipos que sólo eran una parte de las coordenadas iniciales, muchas de ellas conservan la energía, chispa, transgresión, de cuando fueron escritas. En el caso concreto de Software, publicada hace justo 30 años, el texto de cubierta trasera comenta que es una novela desquiciada cuya lectura resulta fascinante desde la primera página. Y es frenéticamente cierto.
En ese sentido Software recuerda mucho a la música punk. No solo en su formato conciso o en su tono salvaje, sino en su concepción descontenta con la ciencia ficción predominante de la época y la sociedad en que fue escrita, en pleno desembarco de las políticas económicas neoliberales en EEUU y Gran Bretaña. Aquí representadas, sobre todo, por una sociedad robótica lunar en la que el darwinismo social se lleva hasta las últimas consecuencias y se utiliza, por ejemplo, la inflación como técnica de selección “natural” para eliminar los elementos menos productivos. Algo que, más recientemente, hemos visto en la decepcionante In Time, aunque aquí los indigentes son condenados a otro tipo de muerte: son absorbidos por vastas mentes robóticas para terminar convertidos en meros apéndices.