Los últimos ejemplares regalados por Gigamesh en el día de la lectura suponen un pequeño catálogo de ciencia ficción breve con joyas como Bill, héroe galáctico o Qué difícil es ser dios. Sin embargo para 2017 la sorpresa vino acompañada con un cambio en el género; de los grandes autores de ciencia ficción a la recuperación de este Por qué me comí a padre. Una divertidísima sátira social escrita en 1963 por un Roy Lewis del que, creo, sólo había visto traducida otra novela en España: la ucronía en clave de comedia La verdadera historia del último rey socialista, traducida por Nora Muchnick hace más de dos décadas.
No es extraño que el blurb que acompaña al libro (“Es el libro más divertido que haya leído nunca…”) sea de Terry Pratchett. Por qué me comí a padre es un antecesor de su manera de enfocar la narración humorística y deformar no sólo una temática literaria concreta (el relato prehistórico, cuyo máximo exponente serían Los herederos de William Golding) sino alguna cuestión social relevante. En este sentido puede enclavarse en la tradición Swiftiana y, por lo tanto, se aleja de la visión Wellsiana de la ciencia ficción lo que, también, puede distanciar a lectores más interesados en este género tal y como ésta se entiende en la actualidad.