A la hora de acometer la ardua y casi dolorosa tarea (escribo esto bajo la doble mirada reprobatoria de Playa terminal y Mitos del futuro próximo) de seleccionar los cinco libros de ciencia ficción que rescataría de la invasión de un calamar interdimensional, se me plantearon diversas estrategias: a) acudir a las obras que uno atesora en ese punto débil que se encuentra entre los diecitantos y los veintipico, la época del descubrimiento y el disfrute desprejuiciado, en el que las lecturas quedan marcadas a fuego en nuestra experiencia vital, convirtiéndose en parte de nuestra identidad y que por eso mismo defenderemos a muerte contra viento y marea aunque la última vez que nos acercamos a ellas fue hace treinta años; b) poner las cinco primeras que se me vinieran a la cabeza y volverme al sillón (ni confirmo ni desmiento); o c) superar la fascinación adolescente, y, comprobar si, siendo ya un viejo amargado con el colmillo retorcido, he podido descubrir en mis lecturas más o menos recientes obras de ciencia ficción que exhibieran el sentido de la maravilla, el poder de la narración, la fuerza desafiante de las ideas locas, y por qué no, que incluso hayan podido emocionarme como hicieron otras cuando todavía era joven e impresionable.
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El archivo de atrocidades, de Charles Stross
Poco se imaginaba el bueno de H.G. Wells que la parábola socialista escenificada por los morlocks y los eloi que el escritor inglés presentaba en su clásico La máquina del tiempo, acabaría convirtiéndose en metáfora de uno de los conflictos laborales más crudos y despiadados de nuestra contemporaneidad; la guerra soterrada que transcurre en las oficinas de todo el mundo entre los ingenieros y técnicos de IT, popularmente conocidos como “los informáticos”, y todos los demás. Así que por un lado tenemos a los eloi, los de contabilidad, ventas o marketing, que consideran a los trabajadores de IT poco más que un mal necesario, quejicas y rezongones a la hora de colaborar o solucionar entuertos, siempre presentando irritantes objeciones expresadas con una condescendencia apenas reprimida en el mejor de los casos. Y por otro lado los morlocks, los sufridos trabajadores de IT, atrincherados en el rincón más apartado de la planta baja, presas de un complejo de superioridad técnica e intelectual, pero cuyos conocimientos de cómo funciona la realidad de las cosas informáticas no son valorados en absoluto. Esclavos de horarios demenciales, sufren el desprecio y la incompetencia de los eloi quienes, atrapados aún en el pensamiento mágico en lo que a tecnologías de la información respecta, solicitan características imposibles de implementar en los sistemas, no se molestan en leer los putos correos de seguridad y encima imponen una serie de procedimientos y directrices administrativas absurdas que complican cada vez más el trabajo. Y mientras, se consuelan a la hora de comer; “ay, el día que hagamos huelga se lía, vaya si se lía…”
Echopraxia, de Peter Watts
Antes de abordar la tarea de resumir y comentar Echopraxia, y sólo para aquellos que no estén familiarizados con la obra de Peter Watts, diremos que es biólogo marino, que después de ejercer como tal unos cuantos años dio la espantada (parece que el malmeter de la industria no le dejaba conciliar el sueño) y se puso a escribir, y que en su obra suele abordar, entre otros, temas relacionados con la ciencia y sus limitaciones, la religión, la reciprocidad (o más bien la falta de ella) entre conciencia e inteligencia, el libre albedrío y la evolución, todos ellos pasados por un tamiz científico (como no podía ser de otro modo), aunque no del todo cientista.
Una de las particularidades que hace que Watts sea uno de los autores de ciencia ficción más interesantes de los últimos años es que es capaz de producir obras de cierto calado mental y con cierta tersura filosófica, y al mismo tiempo, aparte de la mera enjundia y la mera profundidad, plantear estas inquietudes sobre un armazón narrativo que podemos tildar, sin ningún tipo de pudor, como popular (entendido el término en su sentido friquista imperante en nuestros días), y que podríamos resumir así a bote pronto, y ciñéndonos concretamente al díptico Firefall1, como el cóctel no del todo excepcional que obtendríamos si mezcláramos el cine de terror espacial al estilo Alien: el octavo pasajero, los vampiros depredadores de una película como 30 días de noche y los zombis desnortados de un Romero o un Fulci (aclaro que no hay zombis en Visión ciega). Pero, como decimos, esto sólo sería una burda aproximación, unos torpes brochazos para orientarnos un poco, porque, claro está, ni los alienígenas, ni los vampiros, ni los zombis de Watts tienen mucho que ver con los alienígenas, los vampiros y los zombis a los que nos tiene acostumbrados el cine/literatura/cómic/vídeo-juego de terror al uso. Los monstruos de Watts sí son excepcionales, como también es excepcional el tratamiento que hace de los temas clásicos de la ciencia ficción. Watts no se ha inventado nada, pero ese cóctel, espolvoreado con montañas de datos y unos cubitos de acción trepidante, presentado con rigor científico (o al menos con un buen barnizado de rigor) y un estilo descarado no exento de lirismo (un lirismo tecnoide), hacen del canadiense un autor fuera de lo común.
Tiempo profundo
Me gustan mucho las antologías temáticas; esa reunión de relatos y novelas cortas alrededor de una idea más o menos peregrina surgida de la mente del seleccionador de turno. Vale, muchas veces dan lugar a libros a la deriva por la proverbial irregularidad de las colecciones. Sin embargo cuando el antólogo está inspirado y, además de los Nombres (así, con mayúscula) o la voluntad de llegar a una cierta extensión, mantiene unos criterios de calidad y fidelidad a su punto de partida, consigue un volumen como este: una recopilación que sirve de inspirada presentación de lo que Luis G. Prado entiende por ciencia ficción trans.
Tiempo profundo transporta al lector hacia universos donde la humanidad ha trascendido su estado actual y domina su entorno a un nivel ahora apenas soñado. Se desplazan planetas o sistemas enteros y se controla el ciclo de las estrellas, acelerándolo o retardándolo a voluntad; las nanomáquinas recrean los mundos o el propio cuerpo con un coste mínimo; la personalidad se almacena o se transmite digitalmente permitiendo viajes por el vacío prácticamente sin gasto energético;… Gran parte de lo que, por ejemplo, Michio Kaku glosaba en La física de lo imposible elevado a la enésima potencia y presentado sobre un abismo todavía mayor: escalas colosales de tiempo y/o espacio. Entre dos párrafos los personajes se desplazan docenas de años luz, secuencias correlativas están separadas por cientos de millones de años, en un punto y seguido transcurren milenios… El famoso tiempo profundo establecido por Hutton en el siglo XVIII, estirado hasta lo indecible.
Lo mejor de 2013
Una vez que C ha recuperado momentum, retomamos una idea que ya abordamos en los años 2007 y 2008: la habitual lista con los mejores libros de fantasía, ciencia ficción, terror, fantástico, raruno, protopeterpunk, llámelo X… publicados durante el año anterior en España. Hemos preguntado a docena y media de aquilatados lectores por una novedad que mereciera tal privilegio y escribieran un breve comentario. Diez de ellos aceptaron el envite y he aquí reunidas cada una de sus recomendaciones
- Ad Astra – Peter Watts
- Cuentos completos de J. G. Ballard
- Cuentos para Algernon, Año I – Varios autores
- El cerco de la iglesia de la Santa Salvación – Goran Petrovic
- El ladrón cuántico – Hannu Rajaniemi
- La bomba número 6 – Paolo Bacigalupi
- La casa de hojas – Mark Danielewski
- Máscara – Santislaw Lem
- Osama – Lavie Tidhar
- Reyes de aire y agua – Jesús Fernández Lozano
A pesar del limitado número de títulos seleccionados, el listado reproduce a pequeña escala el variado y heterodoxo espectro editorial: colecciones especializadas, proyectos personales amateurs, sellos “generalistas”, iniciativas conjuntas de dos editoriales diferentes, editoriales grandes, editoriales pequeñas… Incluso tenemos un libro publicado originalmente en México. Por otro lado, seis de los diez títulos son colecciones o antologías de relatos. Como se ha visto en otras listas que se han ido publicando, caso de los premios otorgados por La tormenta en un vaso, 2013 ha sido un año especialmente marcado por el género breve. No tengo del todo claro si este entusiasmo de los “especialistas” es compartido por los lectores de base, pero la duda no resta importancia al hecho en sí: los aficionados a las distancias cortas estamos de enhorabuena, esperemos que por mucho tiempo.
Ignacio Illarregui Gárate
Ad astra, de Peter Watts
Por lo que leo por ahí, parece un hecho que la good ol´ science fiction se muere o está en camino de ello (quizá feneció el mes pasado y no me he enterado todavía). En realidad no tengo muy claro si esto es cierto, o incluso si me importa, pero démoslo por válido, que de alguna manera tengo que empezar la reseña y ya llevo cuatro borradores.
Quizá durante el siglo pasado abusamos de los euforizantes y la energía barata y nos creímos a los charlatanes que prometían un siglo XXI de coches voladores, chachas robóticas y discotecas siderales y claro, con el bajón, vino la frustración; al final los aguafiestas de la new wave tenían razón, el futuro es aburrido (aunque esto podría discutirse) y la cf nos había engañado con promesas vacuas. Así que, con el tiempo, la propia cf acabó rindiéndose ante los embates de la fantasía, la space opera cada vez más barroca y ensimismada o la versión “seria” de esa ciencia ficción fantástica, la de las singularidades, el evento mágico que lo va a cambiar todo sin que tengamos que hacer nada. Al mismo tiempo y visto el percal, los más presentables, los prospectivos, se han pirado a la literatura general, los muy traidores. Así que cierta ciencia ficción que en mi trastornado entender sigue siendo válida, la que se apoya en los conceptos científicos más avanzados de su tiempo para intentar entender el mundo, la naturaleza del ser humano y su lugar en el (des)orden de las cosas y volarte la cabeza de paso, sólo la practican cuatro gatos para un público de dos tarados. Pero por suerte, los tarados contamos con el gato más chulo de la ciudad, Peter Watts, que con su implacable combinación de prosa densa y científicamente rigurosa, desafiantes conceptos científicos y filosóficos, socarrón sentido del humor y una visión quirúrgica de la psique humana enfrentada a la realidad del universo, se ha convertido en la rueda a seguir. Y un buen punto de partida para conocer su obra, su estilo y sus temas, es este puñadito de relatos que acaba de publicar Fata Libelli bajo el título de Ad astra: cuentos de ficción científica.
Cuentos para Algernon, año I
Cuentos para Algernon: Año I
Mientras que en formato largo vamos más o menos servidos, llevamos demasiados años sin una publicación regular que traduzca buenos relatos de género contemporáneos. Independientemente de los que han ido apareciendo en las contadas colecciones de autor o antologías temáticas, el atraso acumulado en las últimas décadas se ha agrandado de manera considerable; en especial tras la desaparición de Gigamesh, BEM o, en menor medida, Asimov Ciencia Ficción. Hace poco más de un año apareció Cuentos para Algernon, un blog creado por Marcheto, una aficionada con ciertas traducciones a sus espaldas. Su objetivo, verter al español algunos de sus relatos favoritos ante el riesgo de que pudieran quedar inéditos. El resultado de su primer año se puede leer en este libro electrónico donde se incluyen los doce relatos publicados entre Noviembre de 2012 y Octubre de 2013.
Sobre cómo hacer una edición en condiciones directamente para el mercado electrónico

Libros con destino
Hace un par de semanas comentaba cómo no se debía hacer una edición directamente para el mercado del libro electrónico. Hoy quiero comentar un ejemplo mejor orientado que, creo, alumbra un posible camino para la edición en formato digital… si realmente existe un modelo de negocio viable. En este punto reconozco que me resulta complicado argumentar contra el gran miedo de la industria más reacia a entrar en él, debido los escasos libros en formato electrónico que compran las personas que conozco. No obstante o se entra ya a establecer el mercado, con todas las consecuencias, o se perderá de manera definitiva la oportunidad que se debía haber aprovechado hace cuatro o cinco años cuando arrancaba el tema. Pero me estoy aventurando en terreno pantanoso…
Fatalibelli es una editorial digital especializada en literatura de ciencia ficción, fantasía y terror que apuesta por un modus operandi en las antípodas del camino que siguen el 99% de las editoriales profesionales: nada de edición en papel, precio muy competitivo (alrededor de 5 euros) y fuera cualquier tipo de DRM (ese sistema “anticopia” que pone palos en las ruedas de los que quieren comprar libros fuera de los ecosistemas cerrados de Amazon o Apple). Además apuestan claramente por la narrativa breve de autores extranjeros, un formato particularmente interesante para la edición digital. Te llevas tu lector de 200 gramos, tu teléfono, tu tablet… y te lees un cuento en el trayecto de ida y vuelta al trabajo, mientras esperas a tu niño a la puerta del colegio, en esa media hora que tienes antes de dormir…
El ladrón cuántico, de Hannu Rajaniemi

El ladrón cuántico
Como todo ser humano, tengo mis debilidades. En lo que a la literatura se refiere, una de las muchas recae en mi predilección por las editoriales que tienen una línea más o menos clara; sellos que dejan entrever la personalidad de su editor. Una “marca” que, sin ser excluyente, va más allá de la temática, de seleccionar novelas con premio o la búsqueda de meros pelotazos. Un compromiso con una visión de la narrativa, no presente en todos y cada uno de los títulos pero sí fehaciente en una mayoría suficiente, que invita a conocer libros sobre los que apenas tienes información.
Ya he hablado alguna vez de mi sintonía con la visión de Paco Porrúa y su Minotauro o con Alejo Cuervo, su etapa detrás de Martínez Roca o gran parte de los primeros años de Gigamesh. Y con independencia de las diferencias de criterio o los borrones que se pueden encontrar, me ocurre otro tanto de lo mismo con Luis G. Prado y sus sellos Bibliópolis, Marelle y Alamut. Además tiene algo que cada vez echo más a faltar en este mercado editorial repleto de retruécanos, medias verdades y colaboradores disfrazados de lectores de base que vocean y vocean como si no tuvieran relación alguna, sin ningún tipo de autocrítica. Acostumbra a hablar claro, dar los datos objetivos (que puede) y vender sus productos como lo que suelen ser.
Blindsight, de Peter Watts
Leí Visión ciega por primera vez hace ya un par de años, recuerdo que no me acabó de convencer, ni creí haberla entendido del todo, pero aquel endemoniado tren de la bruja continuó traqueteando por mi cabecita hueca desde entonces precisamente por eso; porque son las cosas que no acabo de entender a las que más vueltas le doy. Así que decidí acometer una nueva relectura de la novela, era evidente que algo se me había pasado por alto. Pero como no sabía donde había puesto mi ejemplar de Bibliópolis, acudí a la página web de Peter Watts, que es tan majete que ha puesto a nuestra disposición Blindsight (entre otras obras) para su descarga en diversos formatos. Y tras la relectura, me di cuenta de que lo que había ocurrido es que mi subconsciente supo reconocer lo que mi yo consciente se negaba a aceptar; Blindsight era una de las mejores novelas de cf que había leído en mi vida. Por lo tanto, con la falta de coherencia que me caracteriza, intentaré explicar torpemente porqué.