El joven y prometedor autor Nicolás Casariego nos lleva en Cazadores de luz a un futuro no muy lejano donde las diferencias sociales están llegando a su máxima expresión, con una sociedad estratificada hasta límites insospechados en la que el nivel social de cada persona se ve reflejado por la primera letra de su apellido: cuanto más lejano de la Z y más cercando a la A mejor será su posición. Además el capitalismo ha impregnado todas las facetas de nuestra vida. Cada persona se ha convertido en vendedor y comprador y todo son transacciones, incluidas las relaciones de pareja. Todos quieren tener más crédito para ascender en el escalafón social y así poseer más comodidades y más crédito. Pero una vez que se consigue ascender un peldaño en esa escalada nadie se detiene a disfrutar sino que vuelve a comenzar ese círculo vicioso sostenido por el capitalismo más agresivo. Aquéllos que no aceptan este enfermizo juego residen fuera de las ciudades; son los habitantes de las zonas rurales, cuyas condiciones de vida son mucho más duras. Allí los más aptos intentan ir a la ciudad para introducirse desde abajo en su psicótica espiral consumista mientras el resto sobrevive como puede.
Cazadores de luz, de Nicolás Casariego
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