El lunes empieza el sábado, Arkadi y Borís Strugatski

El lunes empieza el sábadoEscasos autores no anglosajones han sido capaces de mantener un cierto interés para las editoriales contemporáneas más allá de Stanislaw Lem. Apenas Karel Čapek y los hermanos Strugatski, estos últimos, sobre todo, por su vínculo con el culto a Stalker, pero también por el arraigo en el canon de una novela repleta de lecturas como Qué difícil es ser dios, dos veces adaptada al cine. El resto de títulos traducidos no han corrido la misma suerte. Sus cualidades no son tan atractivas y, además, su acercamiento a la ciencia ficción se realiza desde ámbitos más extraños para el público occidental, muy afín a historias distópicas, postapocalípticas, de novums en la línea iniciada por Mary Shelley, Julio Verne y H. G. Wells. La sátira de Jonathan Swift cuenta cada vez con menos adeptos y, en general, es peor aceptada más allá de un par de nombres que han conseguido ganarse el corazón del público. El lunes empieza el sábado se abre camino en esta veta, el primer handicap para el lector contemporáneo.

El segundo es su composición: un fix-up de tres relatos que parece un punto de partida para una serie más larga, sin progresión argumental. Su base nace de la experiencia de Borís como informático en un observatorio astronómico. De ahí proviene el Nuevo Instituto Científico de Adivinación y Sortilegios (NICASO), una organización que investiga todo tipo de conocimientos y tecnologías para mejorar cuestiones mundanas (la traducción, la supervisión de funciones, los transportes), grandes aspiraciones (la felicidad) o logros ajenos a nuestra experiencia (viajes en el tiempo, desplazamiento a mundos ficcionales). Esta institución imposible se presenta en la primera historia, “Revuelo entorno al sofá”, mediante un narrador ajeno a ella: un informático llega hasta el pueblo de Solovets tras recoger a dos autoestopistas. Allí pasa la noche y observa todo tipo de situaciones extrañas capitaneadas por una moneda de 5 kopecs que regresa a su bolsillo después de gastarla y un sofá que desaparece. Dos misterios cuya resolución introduce las características del NICASO y del tipo de historia especulativa que abordan los Strugatski en El lunes empieza el sábado.

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Para llegar al otro lado, de Vladímir Lórchenkov

Para llegar al otro ladoCreo que el humor que mejor funciona es el que sale de la mayor desesperación. Partir del barro y el dolor para describir en tono humorístico una situación complicada y retratar una sociedad es un ejercicio muy complicado. Pero Vladímir Lórchenkov, el autor de Para llegar al otro lado, ha logrado los distintos objetivos que se plantea el libro: hacer reír, satirizar a un país que roza el absurdo, avasallar con imágenes asombrosas y sintetizar una narración de esta clase en menos de 200 páginas.

El libro parte del intento migratorio hacia Italia que trata de realizar gran parte de la sociedad moldava. Desde los pueblerinos más incultos al presidente de gobierno, todos quieren llegar a Roma y conseguir cualquier trabajo. Entre sus métodos, están dispuestos a pagar 4000 euros, estrellar aviones o fabricar un submarino en la estructura de un tractor. Lo que sea para atravesar las fronteras.

Moldavia es descrita como una república sin rumbo tras la caída de la Unión Soviética donde no hay presente ni futuro, sólo miseria, religión y una desesperación que es la gasolina de sus ciudadanos. Todos los protagonistas de esta narración coral son seres activos, llenos de ambición y que desprecian al país tanto como a sus compatriotas. Ninguno busca la absolución, prefieren la huída hacia esa Italia soñada que más parece en sus palabras el Imperio Romano que el país actual.

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