Entender por qué se explota la nostalgia por la cultura popular de los 70 y los 80 no es física avanzada. Quienes vivimos nuestra infancia y/o adolescencia durante aquellos años formamos una de las bases más extensas de la pirámide de consumo y, desde múltiples flancos, nos aprietan con la añoranza de aquel periodo. La necesidad de retomar el contacto con la juventud perdida es el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de artículos destinados a parasitar fantasías insatisfechas o alimentar el deseo de retornar a esa Arcadia perdida. Entre la inagotable cornucopia de productos comienzan a proliferar estudios más o menos convincentes con el propósito de validar aquellos años. Recalibran las películas, novelas, cómics con los que se crió una generación y buscan la manera de situarlos a la par, sino por encima, del material que nutrió a las generaciones anteriores o posteriores. Esa es la idea inicial de The Time of my Life, un ensayo de Hadley Freeman sobre el mundo del cine comercial estadounidense de los 80.
En cada uno de sus diez capítulos Freeman analiza una película icónica y la repasa centrándose en una idea central; el motivo por el cual considera que debe ser tenida como una obra única. La causa que la hace no sólo merecedora a su rescate sino que la convierte en paradigma de un enfoque extendido durante los años 80 en las producciones de Hollywood, ahora desaparecido. En esa mirada participa de lo que Carl Wilson defendía al final de Música de mierda: escribir desde la propia narrativa personal. Freeman vio la mayor parte de las películas de las que habla durante su adolescencia a finales de esa década o comienzos de los 90. Su vínculo con esas historias, personajes y creadores es evidente y así se preocupa de exponerlo página sí, página también.