Jordan Peele y James Tiptree, Jr.

NopNop / Nope es la tercera película de Jordan Peele, después de Déjame salir y Nosotros, y es, con mucho, la que más me ha gustado. Menos discursiva que las otras, que estaban bien pero veías por dónde iban, Nop es pura imagen, pura fascinación que no quiere explicarse. (En este sentido recomiendo la reseña de John Tones en Xataka, donde explica mejor este tema de no saber por dónde van los tiros de la película). Otras reseñas mencionan influencias de Tiburón, de Señales, de (la ultra reivindicable) Temblores, y sí, creo que todo eso está o puede estar ahí, pero también creo que si hay una película de Spielberg presente en el recuerdo de Nop esa es Encuentros en la tercera fase. De todos modos, por mucho que estén todas ahí, lo realmente importante es que Peele ha reformulado sus referentes, que no son pocos, en esta emulsión de western, ciencia ficción y terror que no pretende contarnos una gran historia ni tiene grandes sentencias. O, si las tiene, están disimuladas, atenuadas por el conjunto del imaginario.

Es como si con sus dos primeras películas Jordan Peele nos hubiera estado hablando o explicando, solícito, sus tesis, y con esta hubiera preferido callarse para mostrarnos solamente una imagen. Fascinante imagen de ciencia ficción lúgubre que me ha recordado a uno de los mejores cuentos del siglo XX, que sin mucha sorpresa es “Amor es el plan, el plan es la muerte / Love is the Plan, the Plan is Death“, de James Tiptree, Jr. Una obra maestra. (Como todo el mundo sabe, claro).

Sigue leyendo

Mis cinco libros de ciencia ficción (1)

Los desposeídosA lo largo de los próximos días veremos en C una serie de artículos de los contribuyentes a la web sobre la misma cuestión: “cuáles son los cinco mejores libros de ciencia ficción”. Un pequeño divertimento al cual los blogueros nos entregamos con alegría (las 19 mejores novelas editadas en el primer trimestre de 2022, los 27 mejores relatos ciberpunk publicados entre marzo de 1983 y febrero de 1987) y, a la vez, una propuesta maquiavélica. Te sitúa ante tus lagunas como lector y, explícita o implícitamente, fuerza a realizar un ejercicio de memoria y de síntesis. El primero porque valoras una serie de lecturas muchas veces realizadas hace demasiados años, con la duda de si eres la misma persona que mantiene vivo ese recuerdo; si es la nostalgia o un lector diferente, más impresionable o con otros criterios, quien está eligiendo por ti. El segundo da vueltas alrededor de la amplitud de la ciencia ficción, cuál de sus numerosos territorios, su multitud de épocas y etapas, sus diversos formatos, pones por delante del resto. Un acto de definición personal que perfila una visión sobre ese territorio de una amplitud tan brutal, y a veces contradictoria, que se resiste a su conceptualización en unas líneas. Inevitablemente, también te expone al escrutinio de otros lectores, pero esa parte del juego es menos problemática. Cualquiera puede entrar en la ruleta y devolverte sus cinco mejores libros de ciencia ficción.

Como por algún lugar hay que comenzar, nada mejor que exponerse uno mismo e iniciar las hostilidades. Sin trampa ni cartón, he aquí mis cinco mejores libros de ciencia ficción.

De un tiempo a esta parte me he vuelto intolerante con la idea detrás de tantos análisis de la ciencia ficción que la considera un augur de tecnologías o situaciones por venir. Esta pretendida capacidad anticipatoria se perpetúa en la divulgación del género sin prestar la más mínima atención a dónde suelen surgir sus “contados” aciertos: la clarividencia de un autor para convertir en eterno lo que había sucedido o ya estaba sucediendo gracias a las herramientas de la ciencia ficción. La guerra de las salamandras (1936) me parece el mejor ejemplo de esta cualidad, escrita además desde un enfoque, la sátira, en la cual brillar es cada vez más complicado. A día de hoy su base y mecanismos humorísticos, las historias de Jonathan Swift, cuesta que reciban los mismos parabienes que los surgidos al calor de Mary Shelley, Edgar Allan Poe, Jules Verne o H. G. Wells. Aunque ha tenido grandes cultivadores (Stanislaw Lem, Kurt Vonnegut, Angélica Gorodischer), ninguna novela desnudó los procesos sociales e históricos de nuestro tiempo con la perspicacia de Karel Čapek. Una fábula certera e inteligente, divertidamente cruel, ideada con el filo del mejor escalpelo y la contundencia de un berserk.

Sigue leyendo

Hawksbill Station, de Robert Silverberg

Hawksbill StationAtribuirle el mérito de la originalidad a una novela (o a cualquier obra de la creatividad humana), es delicado, siempre, por lo relativo que es y porque la originalidad en sí misma no tiene por qué ser ni mejor ni peor que su contrario. Pero bueno, da un poco lo mismo: qué buena idea tuvo Robert Silverberg en Hawksbill Station (Estación Hawksbill), qué novela tan bien pensada, y sobre qué idea tan original se construye. Es sencillo: Silverberg convirtió nuestro pasado geológico en un futuro desolador para los personajes. La estación Hawksbill del título es una condena: como en la sociedad futura de la novela ya no creen en la pena de muerte, los funcionarios inventan el viaje en el tiempo unidireccional, enfocado al pasado, para usarlo como alfombra bajo la que esconder con prisa las vergüenzas propias. Es decir: construyen la estación Hawksbill, situada mil millones de años en el pasado, para enviar a los acusados de rebelión a una era en la que la Tierra era sólo roca pelada y humedad. Así el Estado se protege del pensamiento crítico. En la novela el tiempo es espacio, lugar inmóvil.

Silverberg ya situó una de las claves de A través de un billón de años, alucinante novela donde las haya, en un pasado tan lejano que es alienígena. El efecto es casi más fascinante que imaginar el futuro porque modifica todo el tiempo posterior, como si la base temporal, al cambiar, cambiase con ella todo lo que iría después. En otras palabras: cuando leemos una historia ambientada en el año no sé cuántos mil, nos fascinan las visiones del futuro que la imaginación del autor o la autora ha parido, pero cuando lo que se reimagina es el pasado más remoto, vemos un mundo virginal y virtualmente alienígena, que, a su vez, reconfigura todo el chorro temporal posterior que nos es conocido. Es toda la línea evolutiva del tiempo lo que cambia.

Sigue leyendo