Hay una pequeña anécdota que refleja lo que fueron las ediciones de La Factoría de Ideas desde los primeros momentos de su colección más longeva, Solaris Ficción. Las fuentes perdidas, la primera obra española publicada por la editorial en Otoño de 2003, fue una de los primeras en tener su corrector acreditado. Este hecho tanto puede verse como el reconocimiento de una función editorial mal pagada y muchas veces descuidada, o la manera ladina de asignar responsabilidades; un alivio para el editor de unos libros entonces bastante criticados por sus errores y sus erratas. También fue uno de los últimos. Como cuenta su autor el volumen salió a la venta plagado de errores, como si el corrector no hubiera cuidado su tarea. Y nada más lejos de la realidad; aquella corrección fue entregada pero jamás llegó a la imprenta. Por uno de esos extraños vericuetos editoriales a los que La Factoría de Ideas era tan propensa, las modificaciones se perdieron y el lector español tuvo ante sí un texto sin el último pulido. Ese proceso, realizado de nuevo, se ha culminado catorce años más tarde con la reciente edición de Alianza en su colección 13/20; un formato muy agradable de leer y con una ilustración mucho más evocadora, ideal para el contenido del libro.
Las fuentes perdidas pasa por ser la primera novela de José Antonio Cotrina y se aleja un tanto de las que le hemos podido leer posteriormente. De hecho, para los que lo hayan conocido por títulos con un cariz más o menos juvenil de El ciclo de la Luna Roja o (menos) La canción secreta del mundo, puede suponer un sonoro contrapunto. Su estructura es más lineal, el desarrollo se muestra más contenido y el tratamiento de los personajes femeninos peca, sin hacer sangre, de pobre. Sin embargo es una obra esencial en su bibliografía. En sus páginas terminó de abrir las puertas a un universo creativo exuberante y desacomplejado dentro del cual los géneros se concilian sin disimulo. Elementos de ciencia ficción, fantasía y terror conviven sin prejuicios para modelar un escenario extraordinario donde nuestro mundo apenas es una capa en una multiplicidad de planos ocultos a los sentidos de los humildes mortales.