Al comienzo de cada capítulo del libro de Lengua que tuve en 3º de EGB había un texto a una columna acompañado de una ilustración a toda página. Había cuentos, relatos históricos más o menos relevantes… Uno de ellos estaba dedicado a la batalla de Covadonga y en su ilustración correspondiente se veía sucumbir una columna de soldados sarracenos en una estrecha garganta por la acción de las piedras arrojadas desde lo alto de las montañas por los cristianos.
Así es como arraigan las leyendas en el imaginario colectivo.
Tres o cuatro años más tarde fui con la coro del mismo colegio a visitar Covadonga. Recuerdo que, mientras viajaba en el autobus, esperaba encontrar de alguna manera el lugar que había recreado a partir de aquella ilustración. Como pueden suponer, no lo encontré por ningún lado. Un par de años más tarde, ya en el instituto, subí a los Lagos y todavía esperaba ver algo remotamente parecido a aquella garganta angosta; el lugar en el que unos pocos podrían haber hecho frente a miles; algún objetivo que mereciera el esfuerzo de las tropas musulmanas. No vi nada semejante.
Fue una manera tan buena como cualquiera otra de darme cuenta que la Historia no siempre es como te la cuentan.