Ya iba siendo hora que escribiera una modesta reseña sobre Grendel, de John Gardner, reseña que en mi cabeza iba a ser más larga, más compleja, más culta y más de todo, pero que a la hora de ponerla por escrito se ha quedado en un vulgarísimo “destripo el argumento y arreando” (¡aviso!). ¿Y por qué Grendel, una oscura novela de un escritor ya un poco olvidado que alcanzó su mayor momento de gloria cagándose en la obra de casi todos sus contemporáneos? (bueno, exagero, Pringle la incluyó en su selección de las cien mejores novelas de literatura fantástica anglosajona y además se ha reeditado recientemente en la colección Fantasy Masterworks). Pues no lo sé muy bien, pero es otro de esos libros con los que estoy obsesionado, que me lleva acompañando desde que lo leí por primera vez hace más de veinticinco años, y, como suele ocurrir, en cada relectura he ido descubriendo nuevos significados que han ido marcando mi crecimiento como lector. También, con el tiempo, se ha convertido en una especie de grimorio que guardaba las claves para interpretar o desentrañar otras obras, aparentemente tan dispares como Soy leyenda de Richard Matheson, Ampliación del campo de batalla, de Michel Houellebecq, el Brian the Brain de Miguel Ángel Martín, el American Psycho, de Bret Easton Ellis o la peripecia de Dawn Wiener, la antiheroína de las películas de Todd Solondz. Por no hablar de la reciente irrupción, sobre todo en el medio televisivo, de un arquetipo que fascina a las audiencias, el personaje misántropo que navega contra los valores (o la narrativa, que se dice ahora) de su tiempo (True Detective, Mr Robot, House, Dexter, etcétera), pero cuyo verdadero origen dejo a gente más inteligente y culta que yo.
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Motor Lab Monqi, de Miguel Ángel Martín
Tenía ya ganas de traer a Miguel Ángel Martín a esta página, un poco por provocar, lo confieso. No por la polémica afición del autor leonés por la temática escabrosa, sino porque considero que Martín es uno de los mejores autores de cf patria (a pesar de llevarle la contraria al propio autor, que niega hacer ciencia ficción). No de futurismo o prospectiva, sino del empleo de la ciencia ficción como herramienta para hablar del presente, del ser humano y del mundo que nos rodea. Y aunque casi cualquier obra suya puede recomendarse sin problemas (The Space Between, Rubber Flesh, The Fourth Wave, Playlove…) aprovecho la (ejem) reciente edición de Motor Lab Monqi para animarles a acercarse a la obra de Martín con la menor cantidad de prejuicios posibles.
Motor Lab Monqi continúa la saga de Brian (the Brain), personaje que apareció por primera vez en la tira Días felices, niño cabezón superdotado con el cerebro por fuera, cuyas aventuras infantiles se fueron desgranando en las sucesivas entregas de su propia colección de la línea Brut de La Cúpula. Dichas aventuras fueron felizmente reunidas en un solo tomo, simplemente titulado Brian the Brain, de imprescindible lectura para comprender este Motor Lab. Puesto que la historia de Brian toma forma de trilogía (infancia, adolescencia, y próximamente, espero, adultez), me disculparán si en la reseña hablo de ambas como si del mismo tebeo se tratase.