El último sueño, de Guillem López

El último sueñoEn su asalto al primer plano de la literatura de género, Guillem López ha sabido reinventarse. Challenger, La polilla en la casa del humo y Arañas de Marte constituyen una terna de obras aconvencionales que han tomado distancia de la fantasía heroica de sus primeros títulos para abrirse a una visión del mundo desencantada, caótica, con la voz de sus narradores y la estructura del relato en el centro de sus historias. Una sintonía nada casual con el zeitgeist de este arranque de siglo XXI. Sentía mucha curiosidad por sus siguientes pasos; si se mantendría en ese plano o daría un nuevo giro. El último sueño, su nueva novela recién publicada por Minotauro, decanta esta disyuntiva con una respuesta ambivalente: integra las dos etapas de su carrera en un relato de aventuras que acontece en el escenario de La polilla en la casa del humo.

La ciudad de Paraíso lleva los estratos sociales grabados a fuego en su geografía. Las clases privilegiadas ocupan el centro de la urbe, un recinto presidido por el gran Zigurat. En las barriadas desparramadas a su alrededor, en una intrincada maraña de callejuelas, plazas, edificios y puentes, bandas de delincuentes compiten por territorio, influencia, dinero, en un delicado equilibrio tolerado por los guardianes del orden establecido mientras no haya excesivos desmanes. En el primer capítulo una fugitiva, Midkemia, es salvada por los miembros de una de estas bandas, Los Abandonados, de los acólitos de quienes la han retenido los últimos años. Su presencia es esencial para el mantenimiento de la fuente de energía que alimenta la ciudad: la Kamé. Un recurso extraído de unas criaturas, las Kas, encadenadas durante siglos en lo más recóndito del Zigurat y drenadas sin pudor para obtener esa forma de energía. Sin Midkemia la Kamé puede dejar de fluir y La Cofradía no se anda con chiquitas cuando la especia está en riesgo.

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Metropol, de Walter Jon Williams

Metropol

En un planeta con una superficie urbanizada por completo donde una barrera impide escapar al espacio, el plasma se ha convertido en la energía que alimenta la civilización; una sustancia con propiedades sobrenaturales que emana de las construcciones y puede ser controlada para conseguir aquello que se desee. Sin embargo su acceso está limitado por La Compañía del Plasma, una entidad que monopoliza su extracción, distribución y uso. Los intentos de quebrantar ese dominio son castigados con penas severas y, aunque hay un mercado negro, el riesgo resulta demasiado alto. Tras un incidente en el que un uso ilegal de plasma ha producido varios muertos y una considerable destrucción, una funcionaria que trabaja para la Compañía, Aiah, descubre un depósito desconocido. Ante ella se plantea el dilema de si debe notificar su posición o, por el contrario, ocultarlo y sacarle todo el partido que su vida le ha negado. Aiah pertenece a los barkazil, una minoría étnica con escasas posibilidades económicas, y no ha podido estudiar la «magia» que posibilita el manejo de plasma. Jugándose su futuro a una carta, toma la opción b) e inicia un nuevo rumbo vital que le devuelve la ilusión que había perdido.

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