Plomo al cuadrado, de Stark Holborn

Plomo al cuadradoEl formato novela corta goza de buena salud entre un pequeño grupo de editoriales que le dan cancha pasando de puntillas sobre su mayor handicap: la relación entre el número de páginas y el precio. Su extensión, entre las 20000 y las 40000 palabras, es la mar de resultona. Permite desarrollar aspectos más propios de la novela (personajes con una cierta profundidad, tramas elaboradas) manteniendo la precisión en el desarrollo de las ideas sin caer en la reiteración y el agotamiento. También es un formato complicado y para justificar la apuesta debe mantener un equilibrio que en muchos casos cuesta encontrar. Esto es lo que me ha pasado con esta Plomo al cuadrado, novela corta sobre 25000 palabras donde Stark Holborn plantea un universo narrativo en el cual el western se cruza con las Matemáticas. Así, con mayúscula.

Su argumento se encuadra en el relato pulp. Una historia de a duro de aquellos bolsilibros de los 60 y los 70 cuyo principal atractivo está en vestir una trama típica de los relatos de vaqueros, bastante alocada, con unos ropajes alejados de ese mundo. En este caso los forajidos no son buscavidas perseguidos por su participación en diversas tropelías sino matemáticos cuya habilidad es aplicable a la realidad hasta el punto de convertirles en seres extraordinarios. Dotados de una escuadra, un transportador de ángulos y un revolver no fallarán un tiro, por poner uno de los escasos ejemplos de los que Stark Holborn se sirve (en varias ocasiones).

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Armas de destrucción matemática, de Cathy O’Neil

Armas de destrucción matemáticaLa minería de datos y su capitalización son el nuevo paradigma de una internet donde una mayoría de usuarios hemos aceptado convertirnos en el producto. Una transacción todavía más demencial cuando se considera el enigma de cuál es la información que se está utilizando y el desconocimiento de lo que se hace con ella, más allá del eslogan puesto una y otra vez en cuestión de “ofrecer publicidad relevante”. Dispuesto a conjurar dudas me acerqué a Armas de destrucción matemática, un libro donde Cathy O’Neil parte de su experiencia en la creación de algoritmos para tratar sus entresijos y cuándo terminan transformándose en lo que denomina “armas de destrucción matemática” (ADM). Una etiqueta en apariencia alarmista que lo parece menos cuando, capítulo a capítulo, O’Neil revela cómo el sesgo detrás del tratamiento de la información afecta a multitud de cuestiones ocultas.

Los procesos de selección de personal de las grandes empresas, las condiciones para conseguir un crédito bancario, los sistemas de reputación personal para fijar sentencias judiciales o el uso de publicidad segmentada en las redes sociales son algunos de los temas que la escritora utiliza para aflorar las consecuencias de unos algoritmos que se están haciendo con el control de nuestras vidas. Todo hay que decirlo, desde una perspectiva eminentemente estadounidense. De ahí que muchos aspectos deban tomarse más como admonitorios; una consecuencia de continuar cediendo al ámbito de lo privado parcelas que en España se mantienen en la esfera de lo público.

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