Soy de los que hace un año quedó cautivado en el Elden Ring. Entre mediados de abril y comienzos de julio de 2022, casi diariamente me dejaba caer un rato por las Tierras Intermedias para explorar un paisaje digital subyugante. Un conjunto de lugares donde, sin solución de continuidad, se pasaba de los escenarios románticos de Caspar David Friedrich a un infierno desquiciado surgido de una amalgama entre el Bosco y Kentaro Miura, con la violencia hasta la muerte como principal protagonista. Todo era susceptible de ser matado o matarte, aunque en la mayor parte de los casos el final fuese efímero; alguien apretó el botón de apagado de la parca y una y otra vez se regresaba al mundo de los vivos, atrapado en un bucle infinito.
El argumento más convincente de Elden Ring reside en la recompensa continua detrás de la exploración del escenario; cómo a cada recodo te ofrece descubrimientos inesperados que entremezclan sentido de la maravilla, pavor a darte de bruces con un adversario invencible, curiosidad ante un nuevo enigma, la fascinación por descubrir de dónde proviene el esqueleto de una criatura gigantesca integrada en aquel acantilado… Junto a todo esto llega una manera de contar la historia diametralmente opuesta a la experiencia de la mayoría de los juegos de mundo abierto. Elden Ring carece de un narrador convencional en primera o tercera persona cuyo relato se convierta en el raíl que te lleve de un sitio a otro. Hay un mundo que contar, una razón para estar y ser en él, pero la manera de llegar a sus sentidos se encuentra fragmentada a través de los personajes con los que interactúas, cada uno con intereses propios y ajenos a los tuyos; los lugares que visitas, con su geografía, su estado, sus entresijos; las misiones principales y secundarias que afrontas; los pergaminos que encuentra y los objetos que recolectas… Para un jugador tipo, se hace casi imposible integrar estas evidencias y llegar a una visión de conjunto a no ser que prestes tu absoluta atención a cada migaja de información. En mi caso en parte por incapacidad, otro tanto por mi cansancio llegado cierto momento que me hizo empezar a apretar el pie en el acelerador para desencadenar el acto final, me quedé con partes de un conjunto que sin duda estaba allí.
Me surge la duda de que bien contado, pero ese es otro asunto.