Lonesome Dove, de Larry McMurtry

Lonesome Dove

A menudo el punto de partida de las grandes historias es un pequeño detalle que pasa desapercibido en un contexto mayor. Más o menos como Ícaro cayendo al mar en el conocido cuadro de Brueghel. Y algo parecido ocurre en las (mejores) biografías, y es normal que así sea: las primeras apariciones relevantes del biografiado o la biografiada suelen darse muchas páginas libro adentro, cuando el contexto en el que aparecen abuelas y abuelos, madres y padres, ciudad o pueblo, ya está descrito, erigido, y el foco principal de la historia se libera de esas primeras ataduras y deja claro que ese marco era sólo un punto de partida que iba a llevar, cientos de páginas después, a una historia mayor de implicaciones cruzadas, de escenarios cambiantes. Así lo vemos en Dune; en Al Este del Edén; en Los hechos del rey Arturo; en esta Lonesome Dove de Larry McMurtry que tuve la suerte de encontrarme, en inglés y en buen estado, tirada por ahí en un banco de madera en la ciudad.

Son cosas que a veces pasan.

Hay un humor suavizado en la novela, suavizado pero constante, que es impropio del western. No es que los personajes tengan salidas graciosas o inesperados arranques de humor, y tampoco es la autoconsciencia semiparódica que vemos en el spaghetti western ni la ocasional caída del borrachín del pueblo que veíamos en el western clásico. Lo que nos hace reír aquí es que el narrador mismo (en tercera persona) –con sus ironías– te desarma por dos: por la ironía en sí y por no esperártela en el marco de esta historia de vaqueros itinerantes.

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Lonesome Dove (Paloma Solitaria), de Larry McMurtry

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En 1985 dos novelas marcaron un antes y un después en las historias del oeste: Meridiano de sangre y Lonseme Dove (Paloma Solitaria). Aunque tardara en generar audiencia, Cormac McCarthy sublimó en la primera el relato de frontera existencial. No he vuelto a pisar un mundo donde el caos y la muerte cabalgaran más libres, seguidos de cerca por el desarraigo y la falta de esperanza. Desde esta percepción personal, me resulta tentadora la discusión sobre si el jurado del Pulitzer eligió la segunda en la categoría de ficción para enmendar esa visión nihilista de una parte sustancial de la historia de EE.UU.. Si pudieron corregir el tiro apostando por un acercamiento más clásico a la frontera, con el bien y el mal mejor delimitados y el sufrimiento contrapesado por espacios de protección conformados desde valores como la amistad, la camaradería, la solidaridad, el amor… Sin embargo, esta línea de argumentación sería entrar en un camino de lo más absurdo. Meridiano de sangre ni siquiera fue finalista y McCarthy tardaría todavía unos años en lograr el reconocimiento unánime de crítica y público (Todos los hermosos caballos, 1992). Además, Lonesome Dove es ya de por sí una novela excepcional que defiende sus valores sin buscar la recompensa superficial, el confort de baratillo. De hecho, su manera de concebir el relato puede llevarla a ser incluso más desoladora, algo que hubiera sido complicado de conseguir si hubiera salido adelante su primera encarnación.

Porque Lonesome Dove podría haber sido un western protagonizado por James Stewart, John Wayne y Henry Fonda. Al menos así lo idearon Larry McMurtry y Peter Bogdanovich a principios de los 70. El guión de 288 páginas (¿cuatro horas y media de metraje? XD) no salió adelante y McMurtry trabajó sobre él hasta convertirlo en esta novela. El viaje de un grupo de vaqueros con un rebaño desde el curso bajo del río Grande a la frontera con Canadá poco después de la guerra de las Black Hills. En cabeza cabalgan los capitanes Augustus “Gus” McCrae y Woodrow F. Call, dos antiguos rangers con un exitoso servicio a la caza de bandas de comanches y cuatreros, ahora retirados en el poblado de Lonesome Dove donde fundaron la compañía ganadera de Hat Creek. Su plácido aislamiento se quiebra con la llegada de Jack Spoon, un antiguo camarada. Spoon, un jugador narcisista y voluble, ha matado de manera fortuita a un dentista en un pueblo de Arkansas y acude a sus compañeros en busca de protección. Les habla del territorio de Montana y despierta en Call la idea de fundar el primer rancho del territorio. Este deseo acaba prendiendo también en Gus y, tras hacerse con unas miles de cabezas de ganado, ponen rumbo hacia el norte. Algo que a McMurtry le lleva las primeras 300 páginas del libro.

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