La habitación de Nona, de Cristina Fernández Cubas

La habitación de NonaHacía diez años que no leía a Cristina Fernández Cubas. Justo desde Parientes pobres del diablo, su anterior colección de cuentos. Más o menos por entonces se cumplía una década desde que cayera en mis manos El ángulo del horror, quizás la mejor tarjeta de presentación de su obra si se desea un acercamiento puntual, alejado de la exhaustividad del imponente Todos los cuentos. Con esta discontinuidad y la dificultad que supone escribir más de tres líneas sobre mi recuerdo de ambos libros, La habitación de Nona me ha supuesto un refrescante reencuentro con la manera de enfocar la narrativa de Fernández Cubas donde sólo me cabe lamentar la brevedad del volumen. Apenas 200 páginas de letra hermosa que se leen en un suspiro. Sin embargo ahí reside también el gran acierto de estos libros donde nos entrega sus relatos: no sobra ni una página.

No es de extrañar que el cuento más significativo sea el que ha servido para ponerle título. Contado en primera persona, “La habitación de Nona” proyecta al lector a la mente de una joven que escribe sobre la relación con su hermana; una niña tres años menor con algún tipo de trastorno psicológico y un mundo interior de gran riqueza del que nadie parece saber nada. La narradora desgrana sus pequeños conflictos según se ha desarrollado su vida hasta el momento y se detiene sobre una serie de situaciones aparentemente inexplicables que terminan teniendo sentido al cerrar su testimonio. Un broche delicioso para esta exploración de la identidad construida sobre el excelente uso de la figura del narrador.

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