La Bomba increíble, de Pedro Salinas

La bomba increíbleCon la idea de leerme anualmente un clásico de la ciencia ficción española, para este Clásico o polvoriento aguardaba en cola La nave, de Tomás Salvador. Sin embargo, se me cruzó un ejemplar de La Bomba increíble a buen precio; una novela de Pedro Salinas bastante recomendada por Fernando Ángel Moreno cuando le conocí hace veinte años. Y aquí estoy, habiéndome leído un texto de lo más curioso escrito por uno de los poetas del exilio más relevantes. Salvando las distancias, es primo hermano de las fábulas escritas veinte años antes por Karel Čapek en las que se entrecruzaban la crítica social y la historia de artefacto (La krakatita, La fábrica de absoluto), con menos humor y un acusado carácter antiutópico.

Ya el primer capítulo supone un adelanto del tono del libro. Tiene lugar en el Museo de la paz, un espacio consagrado a enraizar un espíritu bélico sin el cual la paz se afirma un imposible. Entre sus muros se encuentran todo tipo de armas apiladas bajo máximas que harían retorcerse de placer a los columnistas de El Mundo: “Hay paces más destructoras que la guerra”, “Hombre, soy de paz, pero no al extremo de confundir la paz con la opresión”… Allí aparece una bomba extraña que produce la muerte de la primera persona en percatarse de su existencia, Nicasio Entrambasaguas; el disparo de salida hacia un recorrido por los estamentos de esta tecnocracia regida por una casta de científicos. Salinas se emplea a caracterizar sus inconsistencias y excesos en capítulos más o menos atractivos en función del interés por el tema a tratar. Mi predilecto es su apuesta por la democracia participativa para un mayor arraigo de sus decisiones lo que implica el amaño de cada referendo a través de un elegante sistema de pucherazos. Su efectividad se pone a prueba en una consulta sobre qué hacer con La Bomba. Aunque no se hace mención del país en cuestión, van surgiendo costumbres tan nuestras como confiarse en la infalibilidad de las manipulaciones realizadas para darse de bruces con la cruda realidad.

Sigue leyendo

Karel Čapek: la ficción más real

Karel Čapek

Karel Čapek

Cuando el húngaro Imre Kertesz fue galardonado con el premio Nobel de literatura, para muchos medios fue ganado para las letras de la Europa del Este. Es cierto que lo que se pueda saber sobre la literatura del Este es lo mismo que sobre la literatura húngara, es decir, prácticamente nada, pero las diferencias son importantes más allá de un amasijo de países difíciles de colocar en un mapa delante de la frontera rusa. Desde el aislado Ismael Kadaré en Albania al inclasificable Diccionario jázaro de Mirolad Pavic, desde escritores que se expresan en una lengua romance como el rumano a autores que utilizan el alfabeto cirílico, de la católica Polonia a la ortodoxa Serbia, la supuesta literatura de los países del Este no puede ser más distinta.

Entre todas ellas destacan la literatura polaca y la checa, que junto con la húngara son las únicas que cuentan con varios premios Nobel, lo que refleja una tradición escrita mucho más antigua que la de sus vecinos. Además, y si vale de algo, son las únicas con títulos que han sido capaces de traspasar fronteras y vender en masa como Quo Vadis? de Henryk Sienkiewicz o La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, uno de los libros más vendidos en 1984. Con todo esto quizá no sea mucho decir que Karel Čapek es, después de Kafka –que, aunque nacido en Praga, escribía en alemán–, uno de los más importantes y más conocidos escritores checos.

Sigue leyendo