Ciudad revientacráneos, de Jeremy Robert Johnson

Ciudad revientacráneosCiudad revientacráneos es el relato en primera persona de S. P. Doyle, un empleado de banca entregado en cuerpo y alma a descubrir las maquinaciones de su empresa para poner esa imposible carga de demolición que sirva de pistoletazo a la caída del sistema. Esta obsesión se mantiene a tono gracias al consumo de hexadrina. La droga potencia su rendimiento a cambio de unos vergonzantes efectos secundarios; fundamentalmente un estado de excitación permanente que Doyle alivia masturbándose de manera incansable. Los días pasan a velocidad de vértigo entre la oficina y su investigación casera, con Doyle enfrentado al continuo deterioro de su salud y su imagen, la necesidad de pasta para mantener el suministro de la droga y la desconfianza de unos camellos inquietos por un cliente que sobrepasa los límites de consumo establecidos. Por si estos problemas no fueran suficiente, unas extrañas criaturas con forma de gorila campan por la ciudad machacando las cabezas de unas víctimas a las que devoran el cerebro.

La ordalía del protagonista de Ciudad revientacráneos parece reescribir los primeros 15 minutos de Matrix como si Jeremy Robert Johnson recordara sus lecturas de Easton Ellis puesto de estimulantes hasta las cejas. Todo su primer acto, el purgatorio de Doyle arrastrado por su adicción, es un acuciante relato donde se hace difícil discernir la frontera entre los hechos y las plausibles fallas de su percepción ante una realidad en posible descomposición bajo el peso de la paranoia y la ansiedad. Pero esta disociación potencial apenas dura las 100 páginas existentes entre el comienzo y el primer clímax. Un punto de inflexión que marca un cambio de registro. Johnson apuesta por dar un lavado de cara a clásicos de la fantasía urbana como Los que pecan, de Fritz Leiber, o La desagradable profesión de Jonathan Hoag, de Robert A. Heinleinposeído por el espíritu del foro macgufo de forocoches y adaptándolos a los niveles de adrenalina y efectismo demandados por lector del siglo XXI.

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