Cuatro futuros, de Peter Frase

Cuatro futurosEl lunes publicamos una extensa reflexión de Julián Díez. Desde su bagaje como periodista y lector de ciencia ficción, invitaba a afrontar con optimismo el futuro tras La Pandemia. Un acontecimiento que nos ha arrollado mientras seguíamos mirando con displicencia al elefante en la habitación de las últimas décadas: la emergencia climática. Basta pensar cómo hemos pasado de observar los primeros casos a terminar encerrados mientas mueren cientos de personas sometidas a un triaje nivel hospital de campaña de la Primera Guerra Mundial. En seis semanas. Cuando Julián me pasó el texto, le comenté lo alineado que lo veía con este libro de Peter Frase publicado por Blackie Books unas semanas antes de la crisis desatada por el SARS-CoV-2. Con varias facetas bastante menos optimistas, pero escrito desde la misma inquietud de anticipar los caminos que pueden llevar a la humanidad durante las próximas décadas. No sé si con una cierta intención de empujar en la dirección más benévola para la mayor parte de la población y conjurar las líneas más tenebrosas.

Cuatro futuros expone cuatro escenarios diferentes en la intersección de dos ejes: el primero tiene en sus extremos la abundancia y la escasez mientras que el segundo está comprendido entre la igualdad plena y la desigualdad más absoluta. Antes de plantear cada uno, afirma en la extensa introducción que nada más lejos de su intención hacer un ejercicio de futurismo. Su propósito es partir de cuestiones clave en la actualidad (calentamiento global, renta básica universal, la propiedad intelectual, la segregación por clase social, el exterminismo…), para discutir cómo se articularía una sociedad ateniéndose a las condiciones de contorno de esas variables. Y cuáles serían los mayores problemas, en su formación y en su desarrollo.

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La saga de los Marx, de Juan Goytisolo

La saga de los MarxMi llegada a La saga de los Marx tuvo dos causas: por una parte, la concesión del Premio Miguel de Cervantes a su autor, Juan Goytisolo; por otra, la recomendación de Juan Francisco Ferré en un seminario al que asistí. Según Ferré, este es uno de los grandes libros del autor, novela clave en el salto a la modernidad de la literatura española.

Esta extraña obra muestra una sociedad en la que Marx y otros ideólogos y filósofos siguen vivos, testigos de la caída de la Unión Soviética y toda revolución comunista ante el auge del capitalismo. Sin ser parte activa de los sucesos actuales, son conocidos por los ciudadanos y sufren los reproches y las burlas de la sociedad y los medios de comunicación. Marx, Bakunin, Hess, Anselmo Lorenzo, Wilhelm Wolff, Sartre u Orwell tienen voz o un cameo por el libro.

La temporalidad y el ángulo narrativo varían a lo largo de su extensión; lo metaliterario se confabula con la ficción y la parodia para mostrar una perspectiva desengañada y con toques absurdos. Junto a esta realidad también se intercala la narración del mismo Goytisolo mientras trata de escribir la obra y busca el modo de vendérsela a unos editores incapaces de ver el porqué del empeño del autor o el modo de publicarla. Los saltos temporales e hilos narrativos se mezclan y llega el momento en el que son los mismos personajes quienes a veces visitan en persona al autor. A todo esto también se debe sumar la maquetación distinta, sin respetar la tabulación a principio de cada párrafo, con un uso caprichoso de las mayúsculas, y capítulos que son collages de noticias y reflexiones.

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El crepúsculo de los dioses, de Richard Garnett

El crepúsculo de los dioses

“Los agitadores y los fanfarrones no me preocupan, es a los callados, los tranquilos a los que hay que vigilar”. Ni recuerdo la cita exacta, ni recuerdo al autor, pero qué razón tenía, abundando en el mito de la sabiduría popular española según el cual el callado siempre algo tiene que ocultar, nada bueno puede andar cavilando. Y si es leidillo, peor aún.  Sin duda alguna, Richard Garnett, el autor de El crepúsculo de los dioses, encaja perfectamente en este perfil. Hijo de un pastor anglicano, dedicó su vida profesional al Museo Británico, viviendo como un señor entre manuscritos, reliquias y caballeros eruditos, encargado de diversos puestos de responsabilidad en la Sala de Lectura, donde quizá coincidió con famosas personalidades, como el popular filósofo Karl Marx, que se pasaba la vida en la biblioteca, aprovechando que allí tenía calefacción y libros. Garnett era un serio, discreto y respetado intelectual que nadie supondría un peligroso pensador libertario, alguien que, en sus ratos libres, que imagino serían muchos, se dedicaba a una muy victoriana afición, la grafomanía. Artículos en revistas, poesía, entradas de la Britannica, traducciones de cinco idiomas, decenas de monografías, y a lo que veníamos hoy, autor de El crepúsculo de los dioses, publicada en 1888, una colección de relatos fantásticos, de un ingenio cruel y juguetón, que hizo las delicias de escritores tan dispares como Oscar Wilde o H.G. Wells, también habituales de la Sala de Lectura.

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