Tras el revuelo causado por Scott Lynch y su chispeante Las mentiras de Locke Lamora, probablemente el segundo debut más sonado del año 2006 en el campo de la fantasía épica fue el de Joe Abercrombie. Ambas novelas han llegado con encomiable celeridad al mercado español de la mano de la colección Runas, de Alianza Editorial. Es ésta una colección nueva pero que por su elevada calidad media promete muchas horas de buen entretenimiento para el aficionado. No se puede poner ninguna pega a la elegante encuadernación en pasta dura que han elegido. El precio, eso sí, puede hacer que más de uno se lo piense dos veces –23.50 euros en este caso–. Claro que son ésas las cifras que se manejan actualmente en el mercado por una novela de más de 650 páginas.
La voz de las espadas es la primera parte de una trilogía titulada La primera ley, y aparentemente es también un ejemplo de fantasía épica de lo más clásica y convencional. El énfasis aquí está en el «aparentemente». El renacimiento de la fantasía épica que alcanzó la apoteosis con la magnum opus de George R. R. Martin ha cambiado el modo en que se concibe este género. Después de la Canción de hielo y fuego y algunas otras sagas de comparable calidad, ya no se puede escribir fantasía épica con el estilo eficaz pero mediocre de Tad Williams y tantos otros autores y pretender que se te tome en serio como uno de los grandes del género. Así pues, La voz de las espadas es una historia clásica en su superficie pero moderna en su concepción de la atmósfera, negra y violenta, en la descripción de la acción y, sobre todo, en el desarrollo de los personajes. Cuando el personaje con el que más simpatiza el lector tiene como apodo «el Sanguinario» y no vacila en matar niños, y cuando otro de los protagonistas principales es un inquisidor amargado que no se lo piensa dos veces a la hora de torturar de forma implacable a antiguos amigos suyos, nos damos cuenta de que no podemos adjudicar a esta obra la etiqueta de «clásica» y quedarnos tan tranquilos.