David Jasso ha conseguido apretarme el corazón en un puño en las cuatro novelas que le he leído, desde apenas unas páginas en la fallida Día de perros hasta toda su extensión en La silla. En su clara apuesta por la novela de terror contemporánea hecha en España, Valdemar ha incluido su última novela, Disforia, en su colección Insomnia. Una vuelta de tuerca al material de partida de La silla, de una u otra manera también presente en Feral. Relatos de suspense donde el lector padece en su carne el callejón sin salida en el cuál están atrapados los personajes. Historias claustrofóbicas donde la voluntad de crear malestar, ansiedad, inquietud parece justificar todos los medios utilizados por el narrador. Quizás por haber probado esta medicina en más de una ocasión esta vez me he sentido más alejado de la mano de Jasso, aunque tampoco me quito la sensación que en Disforia he visto más de la cuenta al “mago” detrás del telón.
Un país en una depresión económica sin fin. Un tiempo invernal que dificulta los viajes y las comunicaciones. Una pareja con su hija en una urbanización de montaña deshabitada. Alguien llama a su puerta como si jugara con el timbre, sin responder a las preguntas sobre su identidad o sus intenciones. El matrimonio idea un extravagante plan para observarlo sin ser observados. A partir de ahí llegan las peores horas de sus vidas; un Funny Games amansado y adaptado a nuestra realidad.
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