En esa contienda de discursos y visiones sobre lo que es y lo que debería/podría ser la ciencia ficción, cotiza al alza la demanda de historias con una perspectiva optimista/positiva del escenario, de las relaciones entre los personajes y/o su desarrollo. Tras años de dominio del fin del mundo, el postapocalíptico o la distopía, se ha activado la demanda de narraciones que combatan ese pesimismo, no sé si sanadoras o terapéuticas. Sin embargo en esta búsqueda parece quedar fuera de cuestionamiento la realidad política, económica y casi diría social de nuestra civilización. El capitalismo se mantiene como ideología imperante y su presencia anega cualquier relato hasta el punto de construir un efectivo muro de contención que impide sobrepasarlo. Pensar en una sociedad libre de su influencia continúa fuera de la ecuación.
Esa prevalencia sistémica, cómo el libre mercado ha colonizado hasta el ámbito más insospechado de nuestras vidas, es el objeto de Realismo capitalista. Mark Fisher se apoya en ideas de Deleuze, Zizek, Jameson y otros filósofos marxistas para cartografiar esta tiranía, las armas de las que se ha servido para someter cualquier otro sistema y domeñar el panorama incluso hasta alentar iniciativas percibidas como anticapitalistas. Esta aparente contradicción, una de las numerosas incoherencias apuntadas por el autor de Lo raro y lo espeluznante caracterizada a través de un film como WALL·E, deja de serlo cuando Fisher profundiza hacia sus cimientos en un mesurado equilibrio entre filosofía, sociología, psicología y semiótica.