La metamorfosis de los usos y costumbres de la ciencia ficción son curiosas. Hace seis décadas, en los primeros años del premio Hugo, una novela como Así se pierde la guerra del tiempo, de más de 50000 palabras (60000 en español), habría sido candidata en la categoría de mejor novela; así lo atestiguan “libritos” como El hombre demolido, Un caso de conciencia, Estrella doble, Estación de tránsito… Hoy, sin embargo, se considera demasiado breve para esa categoría y se introduce en la de novela corta, violentando su límite superior cuando, claramente, merecía haber competido con sus pares en Mejor Novela. Y es una pena porque habría sido una más que digna finalista, si no ganadora. Amal El-Mohtar y Max Gladstone culminan un canto de amor a la ciencia ficción en un ejercicio de síntesis que es mucho más que un homenaje a multitud de historias. Lo atestiguan su argumento y multitud de guiños (argumentales, textuales…) desperdigados a lo largo y ancho de su extensión. De ahí que, en esta reseña, terminen guiando mi recomendación.
En esta guerra en el tiempo entre dos facciones es inevitable ver una puesta al día de la Guerra del cambio. Aquella lucha por la dominación universal entre arañas y serpientes alrededor de la cual Fritz Leiber escribió una novela y varios relatos (“No es una gran magia”, “Movimiento de caballo”, “Intenta cambiar el pasado”) y asentó gran parte de los estereotipos sobre los conflictos temporales. También se hace evidente la materia prima de las historias formistas-mecanistas de Bruce Sterling, con ese enfrentamiento entre un transhumanismo alrededor de la tecnología-máquina y su alternativa capitalizada por la ingeniería biológica. Hasta unos extremos que sólo los lectores de Cismatrix (y Crystal Express) pueden atestiguar.
Esta vertiente de la singularidad ejerce de materia fundacional de Así se pierde la guerra del tiempo. El salto brutal en el progreso humano permite a los dos bandos luchar adelante y atrás en el tiempo; manipular su curso introduciendo semillas del cambio mientras se podan otros hilos gracias a una tecnología indistinguible de la magia. Las invenciones humanas ponen a nuestro servicio un universo convertido en arcilla tal y como reafirman los diversos planos narrativos: en la relación epistolar entre las dos protagonistas, Roja y Azul, un diálogo repleto de alusiones a interpretar sobre ese toma y daca; y en los fragmentos que rellenan los espacios entre misivas en los que un narrador omnisciente expone el descubrimiento de la siguiente carta. Así lo enfatizan El-Mohtar y Gladstone con una retórica que reformula los campos semánticos de muchas palabras para ampliar sus significados.