Las modificaciones corporales han sido un asunto importante en la ciencia ficción desde hace más de medio siglo. Cuando sale a colación, me vienen a la cabeza dos grandes clásicos: Limbo, de Bernard Wolfe, y Homo Plus, de Frederik Pohl; novelas que trataron un variado conjunto de consecuencias tanto para la sociedad como los personajes que se someten a ellas. Sin embargo el peso que ha ganado el concepto de cyborg, sobre todo en el mundo del cine, ha eclipsado el tema, atenuado bajo la estética o una permanente deriva hacia el thriller o la acción. Disjecta Membra, de Alberto Hontoria Maceín, recupera la faceta humanística de ambos clásicos. Aunque se ha promocionado como una historia de superhéroes, a las pocas páginas toma posición como algo más amplio; a pesar de que pone en juego estereotipos como el megalómano impulsor del supergrupo, el caído en desgracia en busca de rehabilitación, la lucha contra el crimen como excusa operativa o la necesidad de un cuartel general, son más bien un punto de partida para explorar otros aspectos como la figura del discapacitado y sus traumas o el impacto que podría suponer para la sociedad el perfeccionamiento de las prótesis.
Como deja claro la ilustración de cubierta, Disjecta Membra tiene tres protagonistas en el centro de su escenario: Amelia Gallagher, que ha perdido sus dos piernas en un accidente de coche; Seth Randolph, que nació sin su brazo izquierdo; y Jack Endore, que padece una degeneración visual que le ha llevado a la ceguera. Cada uno enfrenta su discapacidad a su manera. La primera, por ejemplo, tras sufrir el accidente se aísla en su casa sumida en la autocompasión, rechazando la condescendencia de su familia y amigos. Un estado cercano a la depresión que sólo abandona cuando una pequeña gesta la convierte en el centro de atención de los medios de comunicación. Hontoria Maceín realiza esta exploración individual a través una serie de capítulos en primera persona, una fórmula ideal para ahondar en sus ideas y sentimientos.