La hipótesis, de Ekaitz Ortega

La hipótesisLa segunda novela de Ekaitz Ortega seguramente desconcertará a los lectores de Mañana cruzaremos el Ganges. Aunque mantiene ese acercamiento costumbrista a su argumento y sus personajes, La hipótesis esconde una historia en apariencia más sencilla, todavía más apegada a nuestra realidad. Como indica el texto de cubierta trasera, propio de Azcona y Berlanga, aunque también recuerda a un cruce entre Rafael Chirbes y Santiago Lorenzo.

Máximo es un hombre avejentado que sufre un asalto en su comercio de barrio. Durante su recuperación se ve asediado por un cierto sentimiento de culpa, la indefensión y la incertidumbre: no vio a su asaltante, no se robó nada de la tienda, nadie parece estar interesado en investigar el ataque. Recuperado físicamente, abandona su trabajo, vende el local, acoge en su piso a la hermana de su mujer recién separada de su marido… Por arte de birlibirloque, el evento ha transformado su vida radicalmente. Para arrojar luz contrata a Martos, un guionista, con el objeto de plantear posibles explicaciones al ataque. En los diferentes encuentros entre Máximo y Martos y en los textos que este escribe se establece el discurso de La hipótesis: la relevancia de los mecanismos de la ficción para alcanzar lo “real”.

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Mañana cruzaremos el Ganges, de Ekaitz Ortega

Mañana cruzaremos el GangesNo recuerdo en boca de quien puso Ivá aquella frase de “si no hay disparos, maburro” para referirse a una película. Una de las muchas boutades que enriquecían semana tras semana las páginas de Makinavaja e Historias de la puta mili, y, para qué negarlo, una máxima que ha guiado la industria del entretenimiento desde que Anónimo dejara por escrito las andanzas del más sumerio de todos los reyes sumerios. La ahora medio olvidada distopía es otro campo donde esta afirmación ha alcanzado su máxima expresión. Basta recordar cómo el thriller y la acción han fagocitado una mayoría cualificada de narraciones etiquetadas así, como si dejar al descubierto los mecanismos políticos, económicos, culturales de una sociedad no fuera atractivo suficiente y necesitara de una trama llena de peripecia para arrear a los lectores los proverbiales puñetazos en el estómago. Con ese protagonista corriendo por su vida delante de las tropas del régimen, a tiro limpio y, a ser posible, con una memoria cuántico-cristalina en el bolsillo repleta de información destinada a hacer caer la tiranía. En este contexto de distopía rebajada dos-por-el-precio-de-uno, Mañana cruzaremos el Ganges apuesta por recuperar los sostenes clásicos de estas historias a medida que su narradora, Eva Warren, desnuda las facetas más tenebrosas de su hasta entonces apacible cotidianidad. Y lo aborda gracias a un desarrollo donde gran parte de esa tarea de andamiaje ocurre de manera tácita. No sólo se cuenta a sí misma y su entorno mediante descripciones pormenorizadas de sus acciones y pensamientos; en su labor de despiece son esenciales las renuncias u omisiones adosadas a su relato.

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