Es digno de estudio cómo el fandom, tan capaz de sobreprestar atención a novelas que apenas se ven en un puñado de librerías, pasa por alto otras como ésta, a mitad de camino entre la ciencia ficción y la fantasía, publicadas por editoriales de amplia distribución cuyos servicios de prensa y redes client… de colaboradores no abarcan su terreno. Una vez más hemos perdido la oportunidad de otorgar en tiempo y forma nuestro reconocimiento (reseñas, ¡premios!, ¡¡agasajos a su autora!!) a un libro que, con desparpajo, aúna el encanto del realismo mágico y la diversidad del cyberpunk de Mirrorshades (ése que cuesta ya reconocerlo como tal) para componer un excéntrico retrato de un país y los tiempos que nos ha tocado vivir. En menos de 200 páginas.
Lo más convencional de La mucama de Omicunlé, y casi el único aspecto en que sigue algún tipo de fórmula, está en su estructura: Rita Indiana secuencia una serie de historias cuya congruencia, al principio en cuestión, se sustancia con cada nuevo capítulo. Su primera protagonista, Acilde, es la mucama de Esther Escudero. A mediados de la próxima década, Acilde se prostituía en las calles de Santo Domingo para reunir dinero y pagarse un cambio de sexo gracias al Rainbow Bright; un tratamiento bioquímico que mutará su cuerpo y la transformará en un varón. Así conoció al marido de Esther quien contrató sus servicios al confundirla con un chico y la terminó llevando a su mansión para convertirla en su criada. En la vivienda descubre un cuarto donde se custodia un ánfora con una exótica anémona en su interior, vestigio de una especie extinta tras la catástrofe ecológica que asola los mares y, básicamente, todo el planeta. Un recurso sobre el cual Acilde y su compinche Morla ponen su mirada para hacer fortuna.