La plaga de los cómics. Cuando los tebeos eran peligrosos, de David Hajdu

La plaga de los comicsComencé La plaga de los cómics esperando un recorrido por el cómic estadounidense de los años 40 y 50 y el apocalipsis para este medio que supusieron el impresentable de Fredric Wertham y La seducción del inocente. El libro en el cual el psiquiatra cargaba contra el tebeo popular, según sus “investigaciones” fuente de analfabetismo, delicuencia juvenil, perversión sexual y vista cansada (sic). Sin embargo, David Hajdu amplia el foco e inicia su magisterio con el origen del cómic en la prensa sensacionalista de finales del XIX con “Hogan’s Alley” y su protagonista, Yellow Kid. Unos primeros derroteros ineludibles para entender su evolución durante la primera mitad del siglo veinte, el entramado empresarial y creativo surgido a su alrededor y los diversos intentos por coartar su libertad de expresión. El caldo de cultivo desde el cual, a la postre, se fraguó el éxito del más conocido.

Según desarrolla Hajdu, este arte eminentemente popular padeció sucesivas andanadas desde los entornos de la alta cultura y los guardianes del buen gusto. Una serie de embates que fueron afinando el tiro y ganando empuje. El eje central de la argumentación más extendida serían unas pretendidas tasas de criminalidad disparadas entre la juventud, alentadas por el éxito de cabeceras de temática criminal que en un momento cedieron su peso a las de terror, en muchas ocasiones arrojadas en brazos de la violencia gratuita y la carnaza más burda. El combustible habitual de unos movimientos reaccionarios que continúan engrasados como si los desastres posteriores no hubieran sido bien documentados.

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¡Universo!, de Albert Monteys

¡Universo!

Cuando hace unas semanas Albert Monteys subió a twitter unas páginas de adelanto de su nuevo proyecto, un tebeo de ciencia ficción titulado ¡Universo!, mi reacción fue algo tal que así; “¡Monteys haciendo ciencia ficción! ¡Y no es de humor! ¡¿Cómo se atreve?! ¡Pero Monteys, saca otro Calavera Lunar de una vez! ¡hazme de reír!”. Soy el lector que nadie querría tener.

Pero quizá no sea tan sorprendente que Albert Monteys, en mi opinión uno de los tres o cuatro mejores autores de tebeos de humor que hay en España (y tenemos muchos y muy buenos), haya elegido la historieta de ciencia ficción para su nueva aventura en solitario, puesto que se trata de un género al que ya ha acudido en el pasado. Por ejemplo con Calavera Lunar nº 237 (1996) o aquel intento de editar un necesario tebeo infantil por parte de El Jueves, Carlitos Fax (2005). En este caso, además, el proyecto se edita en formato electrónico e irá apareciendo en www.panelsyndicate.com, la web donde Brian K. Vaughan y Marcos Martín llevan publicando The Private Eye durante algunos años con suficiente éxito como para ampliar su oferta invitando a Monteys a incorporarse a la web.

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