Cinco años han pasado desde la fracasada invasión de Misáianes y las Tierras Fértiles se han preparado para su regreso. Sin embargo, el hijo de la muerte, la encarnación del odio eterno, ha cocinado su segunda venida desde un recetario inesperado: además de su ejército convencional, planea una invasión sutil. En ella son vehiculares ciertas traiciones dentro de los pueblos de las Tierras Fértiles, acrecentar las diferencias entre los miembros de la coalición o efectuar una acción desmoralizante que haga parecer inevitable su triunfo. Estas vías se articulan mediante dos actores: Drimus, el doctrinador, caudillo de guerra, gran Inquisidor y vehículo del sometimiento físico y psicológico; y la madre del propio Misáianes, un avatar de la muerte que recorre el continente como un fantasma y socava el mundo mágico. Para plantarles cara ya no existe la (relativa) unanimidad de Los días del venado. Las desavenencias entre las dos familias más poderosas del pueblo del Sol, alentadas por Drimus, se acrecientan durante el viaje hasta sus dominios de Thungür, el hijo de Dulkancellin. Entre los zitzahay, la sucesión del Supremo Astrónomo también está viciada y desata nuevos problemas para Thungür cuando se enamora de una hija del Señor del Sol. Así se extiende la tela de araña que llevará a la caída del remedo de los aztecas en las Tierras Fértiles. Presagio del posible desastre para quienes se resisten a Misáianes.
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Los días del venado, de Liliana Bodoc
En la burbuja de publicaciones del primer lustro de los 2000 en España, era imposible seguirle el pulso no ya a la actualidad de los géneros fantásticos. Incluso dedicándose a uno de ellos con especial hincapié quedaba fuera de lo posible abarcarlo a no ser que dedicaras una cantidad de dinero prohibitivo a la compra y dispusieras de abundante tiempo. En lo que a fantasía heroica se refiere, en apenas un año se tradujeron por vez primera a Robin Hobb y Andrzej Sapkowski, aparecieron los primeros volúmenes de Juego de tronos y Celtika, Javier Negrete publicó La espada de fuego, los dos primeros volúmenes de Sombra de K. J. Parker, las historias de El clan granizo negro… Y así durante tres o cuatro años. En este contexto me siento un poco menos culpable de no haber podido acceder a Los días del venado, publicado en España por vez primera en 2005 e inicio de La saga de los confines, la trilogía de Liliana Bodoc con varias ediciones en Sudamérica desde su primera aparición en el año 2000. Te distancias de la fantasía heroica, de las trilogías… y hasta hoy.
Desde este 2022 me llaman la atención ciertas disonancias en Los días del venado. Múltiples detalles me invitan a pensar en este primer volumen como una fantasía tradicional, apegada a fórmulas más propias de la explotación de sus raíces de finales de los 70 y principios de los 80 que de ese momento de transformación del género a finales de los 90; el tiempo en el que se asentaron las bases de una refundación de la que participarían varios de los títulos que comentaba en el párrafo anterior. Es sintomática la extrema dominancia de los personajes masculinos, no ya entre las fuerzas del mal que acuden a las Tierras Fértiles para domeñarlas. Cualquier asomo de protagonismo femenino entre los héroes destinados a hacerles frente desemboca en una presencia y un rol testimoniales, cuando no empobrecedores.