Los fantasmas de mi vida, de Mark Fisher

Los fantasmas de mi vidaDe los tres libros de Mark Fisher que llevo leídos, éste es el que más me ha costado. Aunque hay una serie de ideas que lo recorren de principio a fin, su estructura capitular recuerda en todo momento su origen como recopilación de ensayos; una sensación bastante, mucho más profunda que en Lo raro y lo espeluznante y Realismo capitalista. Además abunda en dos cuestiones problemáticas según sea tu bagaje. Primero, el peso de la crítica musical. Durante los años 90 Fisher tocó en un grupo tecno y, tras doctorarse en filosofía, se convirtió en uno de los más reputados analistas musicales en el Reino Unido. Esta inclinación se deja sentir en más de la mitad de los textos de Los fantasmas de mi vida. Igualmente, el ensayo donde siembra las ideas guía del libro a ratos me ha resultado oscuro, demasiado para ser una introducción que debe abrirte las puertas e iluminar lo que vas a leer a continuación.

“La lenta cancelación del futuro” es, al mismo tiempo, el esqueleto y el tejido conectivo de Los fantasmas de la vida. La ligazón destinada a presentar los temas principales y dar sensación de conjunto. El título ya aclara su dirección; cómo una maquinaria corporativa basada en el consumo y la represión ha sesgado las mayores manifestaciones culturales del cambio hasta instaurar ese realismo capitalista sobre el cuál escribía en su obra más conocida; un presente asociado a la idea de fin de la historia en el cuál es más fácil imaginar el fin del mundo que una alternativa al capitalismo. El principal vehículo para exponer este proceso, y a lo que va a dedicar gran parte de las 200 páginas posteriores, es la música. Según Fisher, el árbol filogenético de la música, bastante sencillo de detallar a lo largo de los años 60, 70 y 80, perdió su linealidad y se quebró en las últimas décadas. Hasta el punto que resulta imposible establecer el origen o las consecuencias de cualquier movimiento en un entorno que se ha vuelto circular. La repetición de estilos y temas ha frustrado cualquier posibilidad de progreso y aboca a un presente estancado en la nostalgia. Esta cancelación del futuro se pone en contraposición a las hauntologías; artefactos culturales creados por una serie de artistas, atrapados por la melancolía de ese futuro que ya no iba a ser y la forma en que la tecnología materializa la memoria.

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Realismo capitalista, de Mark Fisher

Realismo CapitalistaEn esa contienda de discursos y visiones sobre lo que es y lo que debería/podría ser la ciencia ficción, cotiza al alza la demanda de historias con una perspectiva optimista/positiva del escenario, de las relaciones entre los personajes y/o su desarrollo. Tras años de dominio del fin del mundo, el postapocalíptico o la distopía, se ha activado la demanda de narraciones que combatan ese pesimismo, no sé si sanadoras o terapéuticas. Sin embargo en esta búsqueda parece quedar fuera de cuestionamiento la realidad política, económica y casi diría social de nuestra civilización. El capitalismo se mantiene como ideología imperante y su presencia anega cualquier relato hasta el punto de construir un efectivo muro de contención que impide sobrepasarlo. Pensar en una sociedad libre de su influencia continúa fuera de la ecuación.

Esa prevalencia sistémica, cómo el libre mercado ha colonizado hasta el ámbito más insospechado de nuestras vidas, es el objeto de Realismo capitalista. Mark Fisher se apoya en ideas de Deleuze, Zizek, Jameson y otros filósofos marxistas para cartografiar esta tiranía, las armas de las que se ha servido para someter cualquier otro sistema y domeñar el panorama incluso hasta alentar iniciativas percibidas como anticapitalistas. Esta aparente contradicción, una de las numerosas incoherencias apuntadas por el autor de Lo raro y lo espeluznante caracterizada a través de un film como WALL·E, deja de serlo cuando Fisher profundiza hacia sus cimientos en un mesurado equilibrio entre filosofía, sociología, psicología y semiótica.

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