La canción de los vivos y los muertos, de Jesmyn Ward

La canción de los vivos y los muertosLa normalización de la fantasía, la ciencia ficción y el terror en la literatura ha llegado hasta el punto que, al menos en EE.UU. y Gran Bretaña, una serie de libros con claras marcas de género están convirtiéndose en habituales galardonados de los premios con jurado más renombrados (National Book Award, el Booker o el Pulitzer…). Además de su calidad, destaca la clarividencia de Jesmyn Ward, George Saunders o Colson Whitehead para capturar y amplificar el alma oscura de EE.UU. gracias a los recursos del fantástico, en especial ese racismo que devora su país desde las entrañas. Obviamente, no es algo nuevo (por ejemplo, hace un par de años nos llegaba a España la excelente Parentesco, de Octavia Butler), pero después de décadas de búsqueda, reconocimiento crítico y popular se conjugan. Sin embargo, no ha sido del todo completo. Lincoln en el BardoEl ferrocarril subterráneo han sido obviadas por los lectores que más tiempo llevaban buscando ese objetivo. No ya aquí en España, donde los temas, lugares y personajes pueden sentirse lejanos. En los propios EE.UU. estos títulos ni siquiera se han considerado en los grandes premios del género. Los muros del gueto no se sostenían sobre contrafuertes exteriores sino sobre pilares internos, inasequibles a una realidad mucho más inclusiva y abierta de lo asumido.

Jesmyn Ward es probablemente quien menos ha sonado en España dentro de las webs del fandom. La canción de los vivos y los muertos fue publicada por Sexto Piso, una editorial con menos visibilidad que Seix Barral o Random House. Es la tercera novela de una pseudo-serie donde el contenido fantástico se limita a esta obra. También es la más localista; sus historias suceden en un bayou de la desembocadura del Mississippi, Bois Sauvage; un lugar deprimido que se convierte en un caso práctico de la xenofobia y la miseria que padece la población afroamericana. Ninguno de estos factores debiera ser obstáculo para acercarse a los dos libros traducidos, de lectura independiente y apenas conectados entre sí. La escritura de Ward se sostiene sobre un andamiaje que invita a degustarla desde una enorme variedad de niveles, en esta novela con una amplitud mayor que en Quedan los huesos.

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Quedan los huesos, de Jesmyn Ward

Quedan los huesosEl National Book Award de EE.UU. lleva dos años premiando historias con sólidas raíces fantásticas. A El ferrocarril subterráneo, bastante comentado en el territorio fandom, le sucedió en 2018 La canción de los vivos y los muertos, prácticamente inadvertida en la fandomsfera. Esta novela de Jesmyn Ward publicada por Sexto Piso es especialmente atractiva porque regresa a un lugar narrativo, Bois Sauvage, en el cual Ward ya había situado Quedan los huesos, ganadora del mismo galardón en 2011 y editada en su momento por Siruela. No sabía nada de su existencia y, cartesiano hasta las trancas, decidí leerla antes de La canción de los vivos y los muertos. Aunque no mantienen conexión, cuenta con dos argumentos de peso a su favor: el bagaje personal de la autora en los bayous del Mississippi donde se encuentra el Bois Sauvage y relatar el embate del Katrina sobre las comunidades afroamericanas.

Esch es una adolescente que quedó marcada con la muerte de su madre en su infancia, y vive bajo la influencia de esa ausencia y la pobreza en la que se ha criado. Sus hermanos mayores al menos han encontrado un asidero para afrontar el día a día. El primogénito, Skeetah, se vuelca en su pitbull, China, y en los cachorros que acaba de parir, poseído por el espíritu del cuento de la lechera; sacarlos adelante pueden suponer una venta de muchos cientos de dólares esenciales para la economía familiar. Randall, el segundo, destaca en el equipo de baloncesto del instituto y anhela una oportunidad en algún campus para atraer la atención de ojeadores universitarios. Sin embargo Esch no tiene mucho a lo que aferrarse. Abandonada junto a su hermano pequeño Junior al cuidado de un padre alcohólico, pulula por el Hoyo (la barriada donde vive, literalmente una depresión entre árboles, casas de madera desvencijadas, vehículos abandonados…) sin más propósito que satisfacer a adolescentes que se aprovechan de ella.

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