Ven y enloquece y otros relatos de marcianos (2ª edición), de Fredric Brown

Ven y enloqueceFredric Brown es un autor muy considerado por sus novelas de género policíaco, con un largo numero de publicaciones entre los años cuarenta y mediados los sesenta. Sin embargo es su narrativa breve, y en concreto la centrada en ciencia ficción, la que más se le reconoce. Hace una década Gigamesh recuperó en cuatro volúmenes todos sus relatos y novelas de ciencia ficción. El primero de ellos, ahora reeditado, contiene veintisiete relatos cortos, de no más de quince o veinte páginas en su mayoría, que suponen el inicio de su idilio con este género y que, posteriormente, le llevaría a escribir novelas como Universo de locos o Marciano vete a casa.

Ven y enloquece contiene relatos escritos originalmente entre los años 1941 y 1949. Esta presentación cronológica de su literatura breve, y el hecho de tratarse de una recuperación completa sin prescindir de cuento alguno, tiene el inconveniente de, en algunas ocasiones, ofrecernos dos o tres relatos que comparten temática de manera evidente, pareciendo variantes unos de otros, cuando lo más probable es que por motivos sociales y/o personales, esos fueran los temas de moda en el momento de su escritura. Sin embargo, exceptuando esto, Ven y enloquece es una auténtica maravilla en su despliegue de temas y argumentos. Influenciado por la época en la que fueron escritos, Fredric Brown se atrevía con tramas bélicas, carreras espaciales, contactos alienígenas o apocalipsis mundiales donde, por ejemplo, la electricidad tenía que dejar de usarse por parte de la humanidad, buscando una fuente alternativa o, directamente, volver a los orígenes.

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Mystes, de Víctor Conde

Mystes

Mystes

¿Qué ofrece Víctor Conde al lector que se asoma a cualquiera de sus obras? Imaginación a raudales, acción desbocada, conceptos a priori inconcebibles encarnados en mundos, en sociedades, en personajes y en gadgets que no resultan tan inverosímiles tras pasar por sus manos. Conde no pretende engañar en ningún momento al lector. Le propone un pacto sincero para que se relaje, disfrute y se divierta con el espectáculo aunque, eso sí, le exige un mínimo de preparación: conocer los lugares comunes del space opera, abrir la tapa del libro con la mente abierta y aceptar la propuesta que conlleva. Pero no acostumbra a esperar a que le den permiso ni a que el lector haya cerrado su equipaje y se haya enfundado en su traje espacial. Lo agarra por el cuello al más mínimo descuido y lo arrastra a través del espacio y el tiempo en una vorágine de imágenes que cortan la respiración. Quede usted avisado: el viaje es vertiginoso y podría llegar a marearse.

Víctor Conde reúne las condiciones ideales para llegar muy lejos en este oficio: juventud, talento, frescura, ambición, desparpajo e ideas bien claras. Desde sus inicios ha adoptado la esencia del space opera, subgénero donde resulta difícil innovar, dinamizándolo con un estilo que mezcla el uso de la palabra precisa que preconizaba Flaubert con el relativismo, tanto cultural como einsteiniano; y no tiene problemas para tomar prestadas estructuras narrativas de otras disciplinas como el cine, la televisión y el cómic. Quizá las características más llamativas de su formación interdisciplinaria sea la imaginería visual que despliega en sus cuentos y novelas, deudora a partes iguales del viejo pulp como de la moderna composición visual a lo Matrix; y un ritmo que adopta pautas del género cinematográfico. Pero, en el fondo, sus novelas son una reescritura de los temas fundamentales del ser humano narradas sin la rigidez de las convenciones del género que lastran a otros –menos jóvenes– autores, sazonadas con el sabor y la frescura de lo nuevo, como si nos presentase a alguien cuya cara nos recordase a un querido viejo amigo. Con esa habilidad, Víctor Conde elude su catalogación para trascender las etiquetas del género –¿alguien estaba pensando erróneamente en nombrarlo abanderado de la new weird en España? No, él evita el encasillamiento, pero quizá estemos ante el artífice de lo que, según un buen amigo y especialista del género ha bautizado como “posmodernismo psicodélico cuántico”. Ése es Víctor Conde–.

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