El Rito, de Laird Barron

El Rito

En estos años de escribir crítica por internet así sin tener ni puta idea y a la buena de Dios, he descubierto que tengo una costumbre pelín inquietante y es que, a pesar de intentar mantener el máximo respeto posible por el autor o autora y su obra, hay novelas, tebeos y películas que poseen la virtud de ponerme de mal humor. Que nada más terminarlas y como poseído por el espíritu del dueño de la Mazmorra del Androide, siento el impulso irrefrenable de abalanzarme sobre el teclado para dejar muy clara mi imprescindible opinión en internet, ¡esto es una mierda, que lo sepa el mundo!. Lo inquietante, decía, es que me cuesta mucho más escribir sobre algo que me ha gustado que hacerlo sobre una obra que he odiado muy fuertemente. Este último caso resulta sencillísimo; poseído por el fuego purificador de la ira reprimida durante mi vida cotidiana, el odio fluye que da gusto, convirtiendo en ceniza los escrúpulos que intento mantener con otras obras que me han medio gustado o no me han convencido del todo. Vamos, una cosa ni medio normal en una persona sana mentalmente. Y no se ría, que sospecho que no soy el único.

Algo así me ha ocurrido con El Rito, de Laird Barron, un autor y una novela de terror muy influenciados por Lovecraft y de la que ya se ha hablado largo y tendido, casi siempre para bien. Se trata de la primera novela de Barron, un escritor especializado en relatos, con dos antologías ya publicadas, y del que había leído muchas cosas y todas buenas, así que le tenía bastantes ganas a esta novela, confiado en disfrutarla. Desgraciadamente no; me ha gustado poco, tirando a nada. Pero antes de empezar quisiera ofrecer mis disculpas al autor, su familia, los editores, el traductor, los de la imprenta, distribuidores, libreros y lectores a quienes les haya gustado mucho; si sois fans de El Rito parad aquí, porque me voy a despachar a gusto. Y voy a destripar la novela, ¡así que ojocuidao!

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Cuentos para Algernon, año II, selección de Marcheto

Cuantos para Algernon Año IIHay cosas que por repetidas terminan pareciendo baldías. Sin embargo no conviene dejar de incidir en ellas: la labor de presentación de nuevos autores de narrativa breve en inglés que está realizando Marcheto, alma mater de Cuentos para Algernon, no tiene precio. Al ritmo de un relato mensual, una antología al año, está en proceso de erigir un hito que, al menos, parece que ha calado entre los aficionados a la ciencia ficción, la fantasía y el terror del núcleo duro; de ahí el merecido premio Ignotus como mejor página web de año 2013, compartido con la hasta ahora casi invencible La tercera fundación. Hace tres meses presentó el segundo volumen de su antología con todos los relatos publicados durante el año anterior, excepto “Pequeña américa”, de Dan Chaon, cuyo autor no dio el visto bueno para aparecer en ella.

Puestos a comenzar por algún lugar, me gustaría destacar el pequeño especial dedicado al humor situado al final de la antología; una tipología narrativa que, como bien comenta la antóloga, apenas cuenta con reconocimiento por parte de lectores y crítica. No tanto hacia los autores que la han cultivado en sus diferentes vertientes (Robert Sheckley, Fredric Brown, Kurt Vonnegut, Philip José Farmer) como hacia las obras en sí, incluso las más brillantes olvidadas en beneficio de otras de (un supuesto) mayor calado o, muchas veces, más vacías pero de temáticas más afines al grueso de lectores.

La aportación de este Cuentos para Algernon es un tanto desigual y honestamente me cuesta ver el ingenio insidioso de los autores citados en la selección de relatos, especialmente en los dos últimos. Aun así “La llamada de la compañía de tortillas”, de Ken Liu, como sátira de los cuentos lovecraftianos en clave mercadotécnica, y “Un Opera bello Spazio”, de Oliver Buckram, una vibrante ópera espacial en el sentido más estricto de la palabra, irradian ingenio y funcionan como sátiras de sus dos blancos respectivos. Incluso el de Liu es un artefacto sagaz que va más allá del guiño al maestro de Providence y extiende sus tentáculos hacia terrenos como la mercadotecnia o el espionaje industrial. Arena de otro costal son el segundo cuento de Buckram, “Media conversación, oída desde el interior de una babosa inteligente”, cuya principal virtud es su brevedad, y “De mat y mates”, de Anatoly Belilovsky, supongo que porque el humor apela a valores todavía más personales que cualquier otro tipo de ficción. No terminé de encontrar la gracia a esta historia sobre las conexiones que una pasión puede llevar a establecer entre personajes de lo más diverso sometidos al caos del mundo.

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Víbora, de Andrzej Sapkowski

VíboraAndrzej Sapkowski es el autor de una de las mejores sagas de fantasía de todos los tiempos, o eso dicen, porque un servidor, que no es un ávido lector de esa fantasía que podríamos llamar «de capa y espada», de «héroes y gestas», «épica», no la ha leído, y si me he animado con esta Víbora es porque se presenta como una rareza dentro de la producción del polaco.

Víbora es una novela pegada a la realidad (aunque la cubierta del libro, precisa y paradójicamente por la literalidad con que ilustra una escena de la novela, pueda hacernos pensar lo contrario). En ella Sapkowski retrata someramente las desventuras y tropelías de un pelotón ruso allá por los años ochenta (del siglo pasado), cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas invadió Afganistán. Cierto que es una realidad trufada de misterios, de esos subterfugios de lo incognoscible, de lo irretratable, que se ovillan en los resquicios de la historia, tan antiguos, si no más, como el propio homo sapiens. Pero incluso esa parte misteriosa, esa fantasmagoría liminar, se plasma en primera instancia de forma realista gracias al uso que hacen nuestros protagonistas de ciertas sustancias que tan a mano se tienen por esas tierras y que tan irresistibles resultan en las circunstancias extremas de la guerra.

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Camino sin retorno, de Andrzej Sapkowski

Camino sin retorno

Camino sin retorno

Cuando un autor desconocido tiene un éxito tan abrumador como inesperado, resulta lógico que su editor intente perpetuarlo todo lo posible. Es esta razón, y no otra, la que explica el por qué de que tantos y tantos libros mediocres de escritores de fama han inundado históricamente el mercado español. Por centrarnos en el mundo del fantástico, se podrían mencionar nombres como Philip Jose Farmer, Frank Herbert, Arthur C. Clarke o Isaac Asimov, por hacer una lista corta. Por eso, aunque admirador confeso de su obra, reconozco que me acerqué con cierto resquemor a Camino sin retorno, una antología que recoge la narrativa corta del gran Adrzej Sapkowski. Tampoco me tranquilicé en exceso al hojear el volumen y ver que muchos de los cuentos tenían unas características, como decirlo, curiosas. En efecto, de las nueve historias aquí presentes, al menos dos podrían calificarse de pequeñas excentricidades o bromas literarias, ocurrentes pero poco más.

“Algo termina, algo comienza” es la narración de la boda de dos conocidos miembros del fandom polaco –conocidos en aquel país, claro– en clave fantástica. La consiguiente fiesta se inspira, según el propio Sapkowski, en las francachelas alcohólicas que parecen inherentes a las convenciones fantásticas en Polonia. De hecho, la historia fue originalmente  publicada en un fanzine de Gdansk. El relato es ocurrente y divertido –Sapkowski posee un excelente toque humorístico– pero poco más. Parte de los chistes sólo deben de estar a la altura de los expertos en el fandom polaco que, me temo, no deben de abundar en nuestro país, aunque no es menos cierto que se puede disfrutar de la historia sin mayores complicaciones. Lo que es más discutible es que esta narración esté ambientada en el universo de Geralt de Rivia y que los fandomitas polacos se hayan transmutado en los protagonistas de la saga que acuden a la boda de Geralt y Yennefer. Todo esto dio lugar a una peculiar confusión en Polonia donde mucha gente creyó que el relato era realmente el final de la saga, cosa que, a falta de leer el último tomo y por lo que Sapkowski dice en la introducción, parece que poco tiene que ver con la realidad. Esperemos que en España no ocurra algo parecido, a pesar de que el editor parece jugar a la confusión al utilizar un entrecomillado del relato como texto promocional de la contraportada. Un párrafo con un tono épico más que evidente y que es el único de estas características en las 24 páginas del cuento.

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Lo mejor de 2006

Uno de los proyectos que quedó colgado con el cierre de Cyberdark fue el de hacer una selección comentada del mejor material publicado durante el año anterior. Y como C viene a ser su hijo pequeño hemos decidido llevar adelante esa idea continuando con el patrón con el que preparamos las listas de «fundamentales».

Pedimos a una veintena de nuestros colaboradores que elegiese una de las mejores novedades aparecidas durante el 2006 y la añadiesen a la lista que, poco a poco, fue cobrando forma. Dieciocho accedieron a participar y cada uno ha escrito un comentario de alrededor de 300 palabras que, una vez reunidos, os ofrecemos en el presente artículo.

Supongo que, como suele ocurrir, a muchos la selección les puede resultar insatisfactoria porque o bien falta (o sobra) algún título o el proceso de selección parece escasamente adecuado. Independientemente de esto, creemos en la utilidad de la presente lista, interesante a la hora de localizar algunos de los mejores libros publicados durante el año pasado sin distinción de géneros, países de origen, autores, editoriales,… Diechiocho opciones de lectura que dan muestra de que si bien el nivel ha bajado respecto al excelente 2005, el 2006 puede considerarse otro buen año para la literatura fantástica en España.

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Los títulos elegidos son los siguientes:

  • Axiomático – Greg Egan
  • El atlas de las nubes – David Mitchell
  • El fin de mi vida – Graham Joyce
  • El río de los dioses – Ian MacDonald
  • El privilegio de la espada – Ellen Kushner
  • El profeta guerrero – R. Scott Bakker
  • Franco. Una historia alternativa – Varios autores
  • Kafka en la orilla – Haruki Murakami
  • La fábrica de pesadillas -Thomas Ligotti
  • La torre de la golondrina – Andrzej Sapkowski
  • Las mentiras de Locke Lamora – Scott Lynch
  • Leyes de mercado – Richard Morgan
  • Los hijos de Anansi – Neil Gaiman
  • Lunar Park – Bret Easton Ellis
  • Relatos japoneses de misterio e imaginación – Edogawa Rampo
  • Señores del Olimpo – Javier Negrete
  • Su cara frente a mí – Luis Ángel Cofiño
  • Sueños nuevos por viejos – Mike Resnick

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La torre de la golondrina, de Andrzej Sapkowski

La torre de la golondrina

La torre de la golondrina

La verdad es que hacer la crítica del volumen sexto de una heptalogía no deja de ser un tanto absurdo. Me explico, para los fans de la serie –un aviso, me incluyo entre ellos–, esta crítica sobra; están –estamos– tan enganchados a la magia de Sapkowski que da lo mismo lo que nos cuenten, nos vamos a leer todo lo que nos echen caiga quien caiga. Para sus enemigos –que digo yo que los habrá aunque me cuesta creerlo–, más de lo mismo, si no se hicieron adictos en los primeros libros dudo yo que a estas alturas decidan reiniciar la lectura de esta saga.

Ahora bien, seguro que existe un grupo de lectores potenciales que todavía no se han acercado a las aventuras de Geralt de Rivia por las razones que sean. Bien, pues va por ellos, intentaré hacer un sano ejercicio de proselitismo que les decida a sumergirse en los seis libros publicados hasta hora del autor polaco porque, de verdad, merece mucho la pena. Y además, intentaré dar argumentos nuevos a los ya conocidos y mil veces comentados.

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Bautismo de fuego, de Andrzej Sapkowski

Bautismo de fuego

Bautismo de fuego

Si yo no fuese un friki de tomo y lomo, con filias fanáticas y fobias irracionales, escribiría de otra manera sobre Bautismo de fuego de Andrzej Sapkowski. Pero, por suerte o por desgracia, las aventuras de Geralt de Rivia se sitúan entre mis preferencias en el apartado filias y no hay nada que hacer.

Efectivamente, podría quejarme de que este libro tiene un punto de engañifa porque al acabar el anterior, Tiempo de odio, parecía que las cosas iban a acelerarse de una forma brutal, idea que se mantiene si uno lee la contraportada de este volumen de la saga. Así, uno esperaba que Geralt emprendiese camino hacia el sur, se encontrase con Ciri e iniciasen la lucha contra el malvado Imperio de Nilfgaard, probablemente con la ayuda de Yennefer que se les uniría en algún punto del libro. Uno podía pensar eso viendo que a la saga apenas le quedan dos tomos más y que las cosas están muy, pero que muy, enrevesadas.

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El último anillo, de Kiril Yeskov

El último anillo

El último anillo

Luis G. Prado parece empeñado en la loable tarea de demostrarnos que, más allá de los sempiternos Lem y Strugatski Bros., el fantástico en la Europa del Este está vivo. Tras los libros de Geralt de Rivia, verdadero buque insignia de la editorial Bibliópolis, que recientemente han merecido  una fastuosa doble página en su presentación en la revista de Círculo de Lectores, (recomendable edición, por cierto, que recopila los dos primeros libros en un único volumen en tapa dura con sobrecubierta al atractivo precio de 19,95 euros), nos trajo hace poco más de un año al ruso Kiril Yeskov, tan desconocido por estos pagos como lo era Sapkowski en su día, pero con una carrera bastante exitosa, parece ser, en su país de origen y mercados afines.

La novela seleccionada para su presentación en España se nos vende como una vuelta de tuerca al universo de El Señor de los Anillos. Una especie de visión de los vencidos, puesto que narra la Guerra del Anillo desde el punto de vista de los ejércitos y aliados de Sauron. Sin embargo, dejando aparte el gancho comercial que puede tener esta caracterización de la obra, lo cierto es que la historia es mucho más que una mera parodia al estilo de bazofias como El sopor de los Anillos; la utilización del universo tolkieniano, convenientemente modificado en sus héroes, nombres y lugares, no es más que un aliciente añadido a la trama, ni mucho menos el ingrediente principal. Yeskov se desvía del canon siempre que quiere, introduciendo lugares y hechos nuevos y creando un universo propio con la suficiente entidad como para caminar por sí solo, sin necesidad de apoyarse en ninguna historia previa.

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