En estos años de escribir crítica por internet así sin tener ni puta idea y a la buena de Dios, he descubierto que tengo una costumbre pelín inquietante y es que, a pesar de intentar mantener el máximo respeto posible por el autor o autora y su obra, hay novelas, tebeos y películas que poseen la virtud de ponerme de mal humor. Que nada más terminarlas y como poseído por el espíritu del dueño de la Mazmorra del Androide, siento el impulso irrefrenable de abalanzarme sobre el teclado para dejar muy clara mi imprescindible opinión en internet, ¡esto es una mierda, que lo sepa el mundo!. Lo inquietante, decía, es que me cuesta mucho más escribir sobre algo que me ha gustado que hacerlo sobre una obra que he odiado muy fuertemente. Este último caso resulta sencillísimo; poseído por el fuego purificador de la ira reprimida durante mi vida cotidiana, el odio fluye que da gusto, convirtiendo en ceniza los escrúpulos que intento mantener con otras obras que me han medio gustado o no me han convencido del todo. Vamos, una cosa ni medio normal en una persona sana mentalmente. Y no se ría, que sospecho que no soy el único.
Algo así me ha ocurrido con El Rito, de Laird Barron, un autor y una novela de terror muy influenciados por Lovecraft y de la que ya se ha hablado largo y tendido, casi siempre para bien. Se trata de la primera novela de Barron, un escritor especializado en relatos, con dos antologías ya publicadas, y del que había leído muchas cosas y todas buenas, así que le tenía bastantes ganas a esta novela, confiado en disfrutarla. Desgraciadamente no; me ha gustado poco, tirando a nada. Pero antes de empezar quisiera ofrecer mis disculpas al autor, su familia, los editores, el traductor, los de la imprenta, distribuidores, libreros y lectores a quienes les haya gustado mucho; si sois fans de El Rito parad aquí, porque me voy a despachar a gusto. Y voy a destripar la novela, ¡así que ojocuidao!