Territorio Lovecraft, de Matt Ruff

Territorio LovecraftEl supremacismo anglosajón de H. P. Lovecraft es un tema ampliamente tratado. Lo que difícilmente podía pensar es que esta postura, más allá del terreno de la no ficción, sirviera de abono para una novela como Territorio Lovecraft, escrita hace tres años y recién publicada en España por Destino, con traducción de Javier Calvo. Matt Ruff se nutre de esa xenofobia, compartida por parte de la población blanca de EE.UU., y del pulp clásico de Weird Tales, para alimentar la maquinaria de un conjunto de historias entrelazadas que comparten personajes y acontecen en unos años 50 del siglo pasado cuando la mentalidad segregacionista estaba grabada a fuego en el ADN del país.

Además de la primera historia, “Territorio Lovecraft” es el epítome de las otras siete incluidas en el libro. Su protagonista, Atticus Turner, regresa a Chicago para encontrar que su padre se ha desplazado hasta un misterioso condado de Nueva Inglaterra particularmente hostil para los afroamericanos, empujado por descubrir el posible origen de la familia de su difunta esposa. Acompañado de su tío George y su amiga Letitia, inicia un viaje hacia el poblado de Ardham para caer en las redes de una logia de hombres blancos regentada por los Braithwhite, Samuel, el padre, y Caleb, su hijo, descendientes del hombre que a finales del siglo XVIII orquestó un macabro ritual durante el cual murieron todos los celebrantes. Este misterio, la salsa del pulp entre el horror y el weird, durante muchas páginas parece una cuestión menor si se lo compara con las muestras de racismo explícito e implícito a lo largo y ancho de la geografía de Territorio Lovecraft. Sigue leyendo

Zona uno, de Colson Whitehead

Zona unoEl reciente Pulitzer a Colson Whitehead por El ferrocarril subterráneo se ha traducido en la recuperación de dos obras ya publicadas y hasta hace unas semanas fuera de catálogo: su personal guía sobre la Gran Manzana, El coloso de Nueva York, y esta Zona Uno. Una narración de temática zombie traducida en 2012 y reimpresa hace unas semanas por Destino. Como utilizar la etiqueta zombie estigmatiza casi al mismo nivel que decir que tocas el bajo en un grupo de agropop o escribes novelas post-románticas, al realizar las aclaraciones pertinentes sobre Zona uno se suele precisar que a) no parece un libro de muertos vivientes y b) lo importante es la parte literaria del texto. Se entienda lo que se entienda por esto. En ocasiones también se alude a c) lo mortalmente aburrida que resulta y d) la falta de carisma de sus personajes. Así, entrando por la directa.

A las pocas páginas ya es evidente cómo Zona uno se aleja de los patrones más trillados en los relatos de muertos vivientes. No en lo que suele resultar mejor recibido: el escenario. Whitehead se mantiene fiel al canon en su criatura, la imaginería y el resto de recursos argumentales: te muerden y después de la muerte te aguarda un regreso a la vida; los personajes se desempeñan entre los vestigios de la sociedad desaparecida; hay un atisbo de reconstrucción… Lo radical de su propuesta surge de su libro de estilo, en las antípodas a los grandes éxitos Z tanto en ventas nacionales (los inconsistentes Apocalipsis Z o Los caminantes) como foráneos (Guerra Mundial Z). Su mirada y, sobre todo, la manera de estructurar y contar su narración participan de estándares ajenos a la épica del superviviente o el giro en la trama. Mientras, cultiva un discurso concienzudo obsesionado con retratar el paisaje interior, la nueva sociedad tras el desastre y los vínculos de ambos con sus existencias anteriores.

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