WALL·E

WALL·E

WALL·E

El cine prospectivo o incluso el de pura ciencia ficción ha producido un mayor caudal de buenas películas del que la crítica académica está dispuesta a reconocerle. Es un abanico amplio: joyas escondidas como el falso documental postatómico The War Game, películas comerciales con sorprendentes elementos ambiciosos como Nivel 13, modestas series B de connotaciones épicas como El increíble hombre menguante, o incluso éxitos de moda con muchas ínfulas y algunos aciertos como Matrix. Sin embargo, todas estas citadas, y otra treintena larga –desde Aelita hasta El truco final, pasando por Ultimátum a la Tierra, El planeta de los simios, Soylent Green o El show de Truman– son películas, a mi juicio, de un segundo peldaño: bien por una imaginería chocante a la que hoy resulta difícil abstraerse, bien por falta de convicción en los elementos especulativos planteados, por debilidades propias de una producción escasa de medios, por incoherencias argumentales, o por varias de esas razones combinadas. En suma, a mí me salen sólo siete obras maestras casi impecables, siete películas en las que los defectos son escasos o quedan sepultados por cualidades de mayor jerarquía. Son, por orden de producción, Metrópolis, La invasión de los ladrones de cuerpos, 2001, Alien, Blade Runner, Brazil y Gattaca.

Comparten diversas cualidades: por ejemplo, su temática de carácter, efectivamente, antes prospectivo y alegórico que lúdico o especulativo en el plano científico. En ellas, el uso de la imaginería de la cf es una herramienta con la que se fuerza una situación límite para reflexionar en torno a las preocupaciones de la sociedad de su tiempo. También coinciden en la influencia de su imaginería visual, que ha contribuido a forjar la imagen del futuro en la cultura occidental, mucho más que los éxitos de taquilla: para casi cualquier espectador, las naves espaciales futuras verosímiles se parecen mentalmente más a la Nostromo que al Halcón milenario, por citar sólo un ejemplo. Y todo ello sin desdeñar, por supuesto, la calidad intrínseca de cada uno de esos filmes.

Sigue leyendo

Sharp Teeth, de Toby Barlow

Sharp Teeth

Sharp Teeth

Cualquiera pensaría que hay formas más sencillas de abordar un debut literario que la elegida por el norteamericano afincado en Detroit, Toby Barlow. Sin duda una novela de misterio o histórica gozaría de más garantías de hacer saltar la banca; o, si se conoce el mercado ­–y Barlow tiene las herramientas necesarias para conocerlo, siendo como es analista de marketing–, aún puede uno afinar un poco más y apostar por los caballos ganadores seguros que son hoy en día el romance paranormal o el techno-thriller. Lo que no hace un escritor en ciernes con la mirada puesta en los beneficios es sacrificar su ópera primera en el altar de las novelas sobre hombres lobo, vertiendo para ello su sangre con el puñal ceremonial de un estilo en apariencia tan poco apropiado como es el verso libre. No, esto es algo que sólo haría alguien para quien publicar un best-seller va varios puestos por detrás de satisfacer sus inquietudes literarias, y que venda lo que Dios quiera. Claro que, en realidad, Barlow también hace trampas: En Sharp Teeth confluyen tanto la novela de misterio como el romance paranormal y, para más inri, en realidad sus licántropos ni siquiera son hombres lobo.

La acción, sita en la ciudad de Los Ángeles, gira alrededor de las turbias peripecias de unas bandas de hombre perro y sus disputas por la supremacía en los bajos fondos. Aquí, el cambio de forma no depende de la luna llena –aunque sí se menciona de pasada la vulnerabilidad a las balas de plata en algún tramo de la novela–, ni se transmite la licantropía mediante mordiscos, ni supone el cambio de bípedo a cuadrúpedo la pérdida de la racionalidad y la sumisión a la bestia interior; rasgos emblemáticos del subgénero, todos ellos, que Barlow barre debajo de la alfombra sin ningún reparo.

Sigue leyendo

Viejo Siglo XX, de Joe Haldeman

Viejo Siglo XX

Viejo Siglo XX

Vaya por delante una cuestión importante. Aprecio sobremanera a Haldeman como escritor, y tengo a La guerra interminable como ni novela preferida de ciencia ficción. No digo que sea la mejor, aunque si podría estar en un hipotético top ten; simplemente afirmo que es la obra de este género con la que más he disfrutado. Y empiezo por aquí porque no me queda más remedio que decir, con gran dolor de mi corazón, que Viejo Siglo XX es un libro flojo donde los haya, lo peor que se ha publicado de este autor en nuestro país e indigno de él. Es lamentable ver cómo, con demasiada frecuencia, muchos escritores pierden el rumbo al final de su carrera y sus últimos libros parecen ser una parodia de sus obras maestras iniciales. Le pasó al gran Heinlein con bazofias como El número de la Bestia o El gato que atravesaba las paredes, les está pasando al revolucionario Silverberg, cuya Roma eterna es una burla a su profesionalidad, y, parece, también a Haldeman.

Viejo Siglo XX hace aguas por demasiados sitios. Desde un punto de vista estrictamente narrativo la historia es un palimpsesto de demasiados temas que difícilmente encajan entre sí: inmortalidad, exploración espacial, realidad virtual, inteligencias artificiales, tecnofobia y un recorrido nostálgico por nuestro siglo XX. Demasiadas cosas en muy poco espacio y sin acabar de centrarse en ninguna de ellas convierten al libro en una coctelera caótica sin pies ni cabeza. Haldeman es como un malabarista que intenta mantener en el aire un objeto tras otro hasta que, al final, todos se estrellan en el suelo.

Sigue leyendo