Para este especial «Clásico o polvoriento» me he fijado en una novela relativamente reciente que fue publicada en 1997. No lo hecho para ahorrarme apartar maletas viejas, routers destartalados, apuntes de la universidad.., en fin todos esos trastos inútiles que guardamos, no se sabe muy bien para qué, y bajo los cuales quedan sepultados muchas veces las cajas con los libros más antiguos, sino porque que considero que es un libro que merece ser recuperado y que no debería de quedar en el olvido.
Esta excelente novela se titula La Fisiognomía y la escribió Jeffrey Ford, un autor al que seguramente muy pocos recuerdan. Cuando la leí hace veinte años me sorprendió muchísimo, rebosaba imaginación, estaba llena de personajes que se salían de lo común, y todo quedaba engarzado gracias a una trama imprevisible y fascinante. Fue la segunda novela de Ford y le supuso el Premio Mundial de Fantasía en 1998, hecho que seguramente favoreció que tan sólo un año después se publicara en nuestro país. Como dato curioso, ese mismo año Arturo Pérez-Reverte quedó entre los finalistas con El club Dumas, aunque la nominación fuera después retirada al conocerse que existía una traducción anterior a la de 1997. Para este especial habría podido elegir cualquier otra novela de Ford de las publicadas en España porque además de estupendas todas están descatalogadas. De ellas me gustaría destacar El retrato de la señora Charbuque por la que he estado a punto de decidirme en lugar de la que he elegido al final.
La Fisiognomía inaugura la llamada trilogía de La Ciudad Bien Construida, que desgraciadamente a falta del último tomo quedó sin completar en nuestro país. Y es que precisamente en esa época Minotauro, la editorial que comenzó a publicarla, fue vendida por el fundador de la misma, Francisco Porrúa. A partir de entonces los criterios de publicación sufrieron cambios importantes, una de las primeras consecuencias fue que los que comenzamos a leer la trilogía nos quedamos con las ganas de saber lo que sucedía en The Beyond, título que cerraba la serie. Ford es un autor que se ha dedicado sobre todo al relato, ha escrito más de cien, mientras que sus novelas no llegan a la decena. Es curioso que así como la mayoría de sus novelas han sido publicadas en nuestro país no puede decirse lo mismo de sus relatos, que apenas han sido traducidos. Algunos han aparecido en antologías como El camino de la magia, Zombies o El viento soñador y otros relatos, otros en revistas como Gigamesh o Cuásar y últimamente en el blog Cuentos para Algernon. Es una pena porque cuenta con algunos relatos magníficos como “Radiante mañana” o “El imperio de los helados” por destacar algunos de los pocos títulos que he podido leer de este autor.
Al volver a leer La Fisiognomía me he vuelto a llevar una sorpresa, aunque por una razón diferente, y es que no recordaba que el humor estuviera tan presente. La historia se va tornando cada vez más oscura y ese relato más sombrío es el que quedó grabado en mi memoria. El protagonista es uno de los tipos más engreídos y con menos escrúpulos que uno pueda imaginar. Se trata de Class Cley, fisiognomista a las órdenes de Drachton Bellow, que por otra parte no despierta mucha mayor simpatía que su subordinado. Su trabajo consiste en leer los rostros, sobre todo los de los más cercanos a Bellow, y basándose en las reglas de la fisiognomía juzgar las intenciones de la gente para prevenir posibles traiciones. Los habitantes de la Ciudad Bien Construida viven atemorizados bajo las arbitrarias resoluciones del amo y de los que son sus ojos: los fisiognomistas. Cley es un individuo despreciable que se aprovecha de su posición, está tan pagado de sí mismo, se cree tan superior a los demás que acaba por tener su gracia. Su manera de tratar a los demás sin ahorrarse los insultos más crueles me ha arrancado más de una carcajada hasta el punto de que me he encontrado muchas veces deseando que diera rienda suelta a su procacidad.
La Ciudad Bien Construida es una ciudad fabulosa de coral rosa y cristal, surgida de la prodigiosa imaginación de Bellow. En un principio nació como una especie de sistema mnemotécnico en el que las ideas son representadas por determinados objetos colocados en lugares visibles de una construcción imaginaria. Según este método, basta con recorrer mentalmente las diferentes estancias del edificio y localizar los objetos para recuperar las ideas que simbolizan. Ford se ha inspirado en el método de loci también llamado del palacio de los recuerdos que surgió en la antigua Grecia y que ha sido utilizado por algunos personajes de la ficción moderna como Hannibal Lecter. Bellow necesitó toda una ciudad para albergar sus vastos conocimientos y la encontró tan portentosa que decidió construirla. Además de un tirano es el típico megalómano que hemos visto en innumerables relatos y películas, el científico loco que se desplaza en extraños cacharros, una especie de Víctor Frankenstein que convierte a las personas en imperfectos monstruos mecánicos que acaban echando humo.
La novela comienza con el encargo por parte del amo a Cley de marchar a Anamasobia, un pueblo situado en una zona minera en el límite del reino, para averiguar quién ha robado un extraño fruto al que se le suponen poderes sobrenaturales. Muy a su pesar, temiendo que Bellow quiera quitárselo de encima, Cley abandona la Ciudad Bien Construida. Una vez en su destino se propone examinar los rostros y cuerpos de toda la población. Con la ayuda de sus espeluznantes instrumentos mide la distancia entre los ojos, toma medidas del cráneo, del mentón…, y las compara con los datos que tiene anotados en un cuaderno. Un pene demasiado largo puede denotar ignorancia, una verruga puede ser indicio de una tendencia religiososicótica o de cierta inclinación al latrocinio. Cley es un tipo minucioso, un Sherlock Holmes de la fisiognomía al que no se le escapa detalle. Hay algo más que comparte con el famoso personaje surgido de la pluma de Conan Doyle, al igual que él está enganchado a las drogas. En lugar de cocaína, se inyecta algo llamado belleza, lo que le provoca unas alucinaciones muy reales que no siempre hacen honor a su nombre. A pesar de la antipatía que despierta el personaje, Ford lo dota de la humanidad suficiente para que nos interese lo que le sucede. No se trata un personaje invariable y a partir de determinado momento incluso se hace digno de lástima. La novela está llena de personajes insólitos como el cabo Matters de día y el de noche, de los que uno nunca llega a saber si son la misma persona, el inescrutable mono Silencio o el fiel Calloo.
Como puede verse al libro no le falta de nada, novela de fantasía antes que nada pero con aires de ciencia ficción (más bien proto ciencia ficción) que en algunos momentos se convierte en novela de aventuras y de terror. Es también una historia de amor obsesivo y desesperado, un viaje surrealista en busca de la redención y también, por qué no decirlo, una burla al cientifismo. Cuenta además con la extraordinaria rareza de tener un protagonista drogadicto, lo que contrasta con el ambiente decimonónico en el que se desarrolla la acción. Ford hace referencia a las cosas más diversas, al método loci, a pseudociencias como la fisiognomía y a elementos mitológicos y literarios. Sin embargo, toda esta riqueza no debe llevarnos a engaño y hacernos pensar que se trata de un texto denso y profundo, porque La Fisiognomía es todo lo contrario a eso. Además aunque se trata del primer libro de una trilogía no es imprescindible leer los siguientes para disfrutarlo puesto que la historia queda perfectamente cerrada.
A pesar de sus muchos méritos hay que reconocer que La Fisiognomía no es una novela perfecta. Su planteamiento y su capacidad de sugerencia animan a pensar que hay algo más, que existe un simbolismo detrás de cada acción o de cada imagen cuando no parece que sea el caso. Puede que esté equivocado pero creo que a Ford no le mueve otra cosa que un espíritu juguetón de divertirse y de divertir al lector con elementos tomados de fuentes muy diversas, algunos de los cuales he mencionado.
Considero muy improbable que alguna editorial vuelva a interesarse por este libro (aún menos completar la trilogía), demasiado literario para la mayoría de los aficionados a la fantasía, y por otro lado demasiado ligero para que interese a una editorial generalista. Y es una pena porque se trata de una novela muy bien escrita, un auténtico festival de la imaginación y me figuro que tan adictiva como pueda serlo un chute de belleza. En ausencia de esta sustancia me contentaré con leer Memoranda, segunda parte de la trilogía.
La Fisiognomía (Minotauro, 1999)
The Physiognomy (1997)
Traducción: Cristina Pagès
Rústica. 300pp.
Ficha en La tercera fundación
Gracias por esta estupenda y minuciosa reseña y por recordar a Jeffrey Ford, un autor que me encanta tanto por sus novelas como por sus relatos.
Pienso releer La fisiogonomía en cuanto pueda.