Reedita Minotauro la aclamada y multipremiada Redshirts, de John Scalzi, y voy yo y me digo que mira qué excusa tan ad hoc para leer una historia a la que ya me había acercado en otro formato, la versión en audiolibro narrada por Will Wheaton (intérprete, como todo el mundo sabe, de «una de las cosas más abofeteables» que Julián Díez ha visto jamás en una pantalla). Error. El audiolibro me pareció simpático sin más: entretenidillo aunque intrascendente, un poco largo y con demasiado ruido para tan pocas nueces, pero nada grave. En su formato de papel, sin embargo, Redshirts me ha sentado mucho peor, ya no sé si porque el buen hacer de Wheaton compensaba las limitaciones literarias de Scalzi, porque el audiolibro me permitía hacer otras tareas a la vez que seguía la trama (ergo menos sensación de estar perdiendo el tiempo en una historia con regusto al chiste de la fiesta del corcho) o porque, simplemente, Redshirts no es, por su propia naturaleza (una novela ligera que se sostiene sobre una única ocurrencia ingeniosa) el tipo de texto al que le sientan bien las relecturas.
El título hace referencia a los «camisas rojas» de Star Trek, el término con el que los conocedores de la franquicia se refieren a los extras que intervienen en ciertos episodios y cuyo función es, básicamente, morir en las misiones de desembarco. Estos tripulantes, que en la serie suelen carecer de trasfondo y relevancia, son los protagonistas de la historia de Scalzi… que además los hace conscientes de su macabro destino y del papel que realmente juegan en la nave.
Es un punto de partida original y atractivo. El prólogo, que narra el encuentro de una dotación de la Intrepid (buque insignia de la Unión Universal) con unos «gusanos borgovianos» desde el punto de vista de un camisa roja, es una delicia desternillante en la que Scalzi caricaturiza algunos de los tropos de Star Trek, cuyos códigos demuestra conocer a la perfección. Es, me temo, el punto álgido de una novela cuyo interés se va desinflando a medida que avanzan los capítulos. Al adentrarse en el último tramo, las tres «codas» finales en las que Scalzi abandona a los tripulantes de la Intrepid para centrarse en el mundo real al que pertenecen sus creadores, Redshirts se vuelve más pesada que el mismísimo anillo único en las proximidades del Monte del Destino.
La novela está construida casi exclusivamente a base de diálogos: páginas y más páginas en las que los personajes hablan entre ellos. Las descripciones son mínimas, por no decir inexistentes; algún parrafillo aquí y allá cuando la trama lo hace imprescindible. Es un recurso perezoso que, en general, me desagrada, y más cuando todos los participantes se expresan del mismo modo, como sucede aquí. Porque puede que Scalzi haya dotado a los camisas rojas de nombre propio y trasfondo biográfico, pero en última instancia sus protagonistas son igual de grises y uniformes que los secundarios concebidos para fenecer en pantalla. Tampoco logré conectar con el tono graciosete que lo impregna todo de principio a fin (la socarronería constante solo da tregua en una de las codas, donde Scalzi nos lleva, dando un volantazo, del chiste al melodrama). Algunos de sus chascarrillos (personajes que corretean de un lado a otro sin pantalón, amigos que bromean constantemente con promesas de pajas, polvos o mamadas para devolver algún favor) me transportaron a simas que no visitaba desde El show de Benny Hill.
No todo es negativo en Redshirts. La idea es brillante (hubiera sido, creo, un gran relato), tiene algunos momentos cómicos y, pese a la ya mencionada sensación de que la broma se alarga demasiado, la historia es lo suficientemente intrigante como para mantener la curiosidad del lector durante gran parte de la narración. Su mayor pecado probablemente sea, incluso por encima de su pobreza estilística, su falta de enjundia. Y, en este sentido, me llama la atención que entre las obras de metaficción mencionadas dentro de la propia novela (Más extraño que la ficción, La rosa púrpura de El Cairo y El último gran héroe) no figure una referencia mucho más directa y evidente como Más allá de las estrellas, el capítulo de Deep Space Nine en el que los actores protagonistas aparecen sin maquillar y el capitán Sisko plantea la posibilidad de que todos ellos no sean más que el fruto de la imaginación de otra persona. En esos 45 minutos de Star Trek hay sutileza, emoción, profundidad, crítica social. Todas esas cosas de las que carece Redshirts.
Redshirts (Minotauro, col. Biblioteca John Scalzi, 2023)
Redshirts (2012)
Traducción: Miguel Antón
Rústica. 312pp. 18,95€
Ficha en La tercera fundación
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