Las novelas de internados británicos constituyen una tradición arraigada en la literatura y cuentan con una cohorte numerosa en los terrenos de la fantasía, la ciencia ficción y el terror. Desde las peripecias de Harry Potter en Hogwarts a la escuela de batalla de El juego de Ender, pasando por la sorpresa constante de Jitanjáfora o los crímenes de El jardín del tallador de huesos, las academias de enseñanza se han mostrado como un campo abonado para historias de aventuras con vértices en el relato romántico, la competencia entre pares, el salto generacional, los ritos de paso, el acoso entre compañeros o las conspiraciones de diversa índole. En muchos casos con una fuerte componente juvenil desde el momento en el cual las cuestiones más truculentas o la faceta de crecimiento y maduración pueden terminar arrinconadas. Hermana roja es el primer libro de la trilogía del Ancestro y parece cortada con este patrón, aunque cambia los colegios para hijos del Imperio por un convento en otro planeta. El recinto en el cual jóvenes con habilidades profundizan en ellas mientras se inician en el culto a una deidad, el Ancestro, que es de suponer tenga su relevancia en las siguientes entregas.
Mark Lawrence exhibe ingenio a la hora de vestir y manejar la historia para alejarse de esos lugares comunes que podrían arrinconarla en la rutina o el manierismo. El planeta en el cuál se sitúa su argumento pertenece a un sistema cuya estrella agoniza. La vida más desahogada solo es posible en una estrecha banda ecuatorial: El Pasaje. El frío, el hielo y la nieve condicionan la supervivencia al norte y al sur de esta franja; condenan a sus habitantes a un modo de vida límite.
De uno de estos pueblos procede Nona, rescatada del patíbulo por Vidrio, la abadesa del convento de la Dulce Misericordia. Sus condiciones la hacen ideal para incorporarse a las Hermanas y recibir formación en diversas artes. Las más comunes, relacionadas con el combate. Las más extrañas, vinculadas a un potencial mágico denominado la Senda. Esto da pie a una serie de contratiempos con las estructuras políticas y religiosas que, junto a ese aprendizaje, prefiguran la estructura de la narración alrededor de la superación encadenada de retos crecientes. No se ajusta del todo a lo que Alberto Cairo etiquetaba como novela videojuego en “El camión de medianoche“, pero se le asemeja.
Digo que no es del todo así porque en los primeros capítulos Lawrence siembra pequeñas variantes que alejan el texto de la linealidad. Dan vueltas al motivo por el cual Nona terminó en el cadalso y por qué había abandonado su pueblo. Ambas cuestiones se entrecruzan con la llegada al convento y alientan la intriga de determinar el sentido de Hermana roja, todo hay que decirlo, en un tramo breve. Al resolver el primer misterio ese relato queda subyugado a la educación de Nona y las complicaciones para escapar de quienes pretenden castigarla. Aunque la salida de Nona de su poblado colea en un par de testimonios compartidos en primera persona y no se zanja hasta las últimas páginas del libro.
Esta mínima experiencia subjetiva empotrada en un narrador omnisciente en tercera persona tiene su sentido. Sirve de caso práctico para reforzar ciertas ideas sobre la veracidad o falsedad de los testimonios que aparecen en las enseñanzas y subraya el lazo compartido por Nona con una compañera; una de las diferentes muestras de su acceso innato a fuentes de poder que pocas iniciadas alcanzan.
Las 300 páginas de academia funcionan porque Lawrence pone a Nona y sus compañeras frente a enemigos y situaciones de las que no siempre salen airosas. La primera prueba de peso sí se centra en el tradicional “¡oh, es la elegida del destino!” y tal. Sin embargo, su progreso está plagado de sufrimiento, adversarias fuertes, alguna maestra con mala leche y un par de enigmas imprevistos cuya comprensión se entrelaza con la naturaleza del mundo y del poder.
Al final en este primer volumen esta profundización en los entresijos del planeta puede terminar sintiéndose escaso. Aun así esta faceta de ciencia ficción, que el origen de las habilidades y conocimientos pueda tener una base material relevante para el devenir de la sociedad y del ecosistema planetarios, que la constitución física de cada persona y sus cualidades puedan tener un origen genético, ha mantenido mis ganas de saber cuando el resto de dinámicas parecían orientadas hacia la intriga de escuelas y la contienda entre estudiantes. Una fantasía más topiquilla bien llevada.
En la resolución, Lawrence libera un conejo de la chistera durante el “examen” final de la Academia. Esta ordalía para Nona y sus compañeras se acrecienta por los rivales insospechados que se presentan y demandan una nueva dimensión en sus capacidades, un cambio de escenario respecto a lo visto hasta ese momento. Esta irrupción de fuerzas sobrenaturales aumenta la extrañeza y distancia Hermana roja de ese sustrato de ciencia ficción, a la espera de comprobar cómo se enfoca el salto en las siguientes novelas.
En la edición en tapa dura de Red Key destaca la traducción de Natalia Cervera; en el traslado de la terminología específica; a la hora de imprimir la cadencia de las frases; y, sobre todo, su conocimiento del castellano. Con un vocabulario rico, preciso, y uno usos gramaticales que la alejan de esas traducciones tan propias de quienes leen sobre todo en otra lengua.
Hermana roja, de Mark Lawrence (Red Key Books, 2023)
Libro del Ancestro 1
Red Sister (2017)
Traducción de Natalia Cervera
543 pp. Tapa dura. 24,95 €
Ficha en la web de la editorial