Un arranque épico, un final satisfactorio y arriesgado y, entremedias, un texto no del todo redondo —lo lastran, sobre todo, una estructura tramposa y algún que otro momento tontorrón—, pero siempre entretenido y solvente. Hay novelas que se hacen grandes después de leídas, cuando una tiene tiempo de masticarlas y digerirlas. Ascensión es precisamente lo contrario: diría que se disfruta más cuanto menos reflexionas sobre ella. Pero, pardiez, qué imágenes tan asombrosas es capaz de conjurar Nicholas Binge, y qué buena opción de lectura para cualquiera que busque, simplemente, unas páginas en las que perderse durante unas horas.
El misterio que desencadena la trama no puede ser más potente: la súbita aparición, en mitad del océano Pacífico, de una montaña gigantesca cuya altura supera en varios kilómetros la del monte Everest. Un grupo de científicos especialistas en diferentes disciplinas se desplaza hasta allí para investigar, y entre ellos se encuentra el protagonista y narrador, Harry Tunmore, experto en física, superdotado, excéntrico y aventurero que va desgranando los sucesos de la expedición a través de una serie de cartas dirigidas a su sobrina.
La escritura de Binge es más que digna, y el autor es habilidoso a la hora de construir la tensión y presentar el tablero de juego. La novela atrapa enseguida, no solo por el enigma principal (¿de dónde ha salido la montaña?) sino también por los misteriosos efectos secundarios que parecen experimentar quienes se adentran en ella, y por el oscuro pasado de Tunmore. La narración flaquea un poco en el cuerpo central, abundante en flashbacks que desgranan una historia de amor bastante manida y escenas de acción que parecen sacadas del cuaderno de bitácora de un pasaje del terror, pero vuelve a remontar en el último tercio: el desenlace podrá gustar o no, pero el autor evita la salida fácil que le hubiera brindado un final abierto y opta por mojarse, ofreciendo una conclusión original y arriesgada, un cierre satisfactorio en el que todas las piezas encajan.
Uno de los aspectos menos convincentes de la novela es su estructura epistolar: la narración está integrada supuestamente por las cartas que Tunmore le escribió a su sobrina Harriet durante su estancia en la montaña, pero Binge no consigue transmitir ni por un momento la sensación de que esos textos sean realmente cartas: ni por la forma (en los escritos hay, por ejemplo, abundantes diálogos) ni por el fondo (el lector va descubriendo detalles sobre el pasado de Tunmore poco a poco y a la vez que su «queridísima Harriet», incluso cuando se trata de asuntos que no tiene sentido que este hubiera ocultado a sus familiares). Como recurso estilístico resulta artificioso y vacío, y me da la sensación de que la narración hubiera fluido con más naturalidad por cualquier otra vía que no requiriera retorcer las reglas del género epistolar para adaptarlo a las necesidades de la historia.
No obstante lo dicho, he disfrutado mucho con Ascensión, con su intriga, su frescura y el ligero aroma lovecraftiano que emana de algunas de sus páginas. Tal vez como novela epistolar sea tramposa, tal vez algunas de las circunvalaciones de la trama pudieran haberse evitado para obtener una historia más destilada, con menos páginas y más pegada… pero no todos los días se topa una con un libro imaginativo, divertido y ambicioso que no solo plantea un misterio de dimensiones estratosféricas, sino que además consigue resolverlo de manera solvente.
Ascensión, de Nicholas Binge (Minotauro, 2023)
Ascension (2023)
Traducción: Gemma Benavent
Rústica. 352pp. 17,95€
Ficha en la Tercera Fundación