El rastro del rayo, de Rebecca Roanhorse

El rastro del rayoSi El rastro del rayo fuera una película, no hubiera tardado ni medio segundo en encontrar la palabra exacta para describirla: «palomitera». Y este adjetivo implica, claro, varias cosas. Por un lado, que se trata de una historia entretenida, escrita con solvencia y repleta de diálogos ágiles y personajes molones, lo que no es poca cosa. Por otro, que no hay en la novela demasiado que rascar más allá de esa diversión, un tanto facilona, que ofrece. Lo que no deja de llamarme la atención, tratándose de una obra ambientada en una Tierra devastada por el cambio climático y cuyos personajes pertenecen a una minoría oprimida. Ninguno de estos temas es, sin embargo, abordado en sus páginas, más allá de la mera enunciación.

El libro, primero de la saga de fantasía urbana «El sexto mundo», ganó en 2019 el Locus a mejor primera novela (en la portada se mencionan también los premios Hugo y Nebula, que la autora, Rebecca Roanhorse, recibió por un cuento anterior, «Bienvenido a su auténtica experiencia india»). La acción se desarrolla en una reserva navaja, uno de los pocos territorios que quedan en pie tras un apocalipsis climático (el Agua Grande) que inundó gran parte de los continentes y fue precedido por un conflicto bélico a gran escala (las Guerras de la Energía). El territorio está protegido del Agua Grande y otros peligros exteriores por la muralla de quince metros de altura que lo rodea, pero tiene sus propios problemas: los seres que pueblan las leyendas navajas, no siempre amables y bondadosos, han cobrado vida. Paralelamente, algunos humanos desarrollan poderes sobrenaturales relacionados con los atributos de los clanes a los que pertenecen.

La protagonista, Maggie Hoskie, es una de estas personas, digamos, especiales, y sus habilidades (o su «maldición», como ella las considera a menudo) la convierten en una máquina perfecta de matar. Maggie se dedica profesionalmente a la caza de monstruos y pronto se verá envuelta en una investigación sobre la misteriosa proliferación de un nuevo tipo de criaturas devoradoras de carne humana. En su misión la acompañará un curandero pacifista, encantador y extremadamente guapo, Kai Arviso, por el que Maggie, a pesar de sus diferencias y de estar superando todavía el abandono de su antiguo compañero (el poderoso Neizgháni, encarnación en la Tierra de uno de los dioses navajos), pronto comenzará a sentirse atraída. La dinámica entre Maggie y Kai no podría estar, en fin, más trillada (dos personas de polos opuestos condenadas a entenderse), pero resulta eficaz: Roanhorse, hábil en la construcción de personajes, consigue crear entre los dos la química necesaria para que esa subtrama (por enésima vez en la historia) funcione.

Rebeca RoanhorseUno de los atractivos más obvios que, en principio, ofrece El rastro del rayo, es la explotación de los mitos navajos (o diné). A mí estos, sin embargo, me han sabido a poco. Tengo la sensación de que Roanhorse se limita a encajar en una historia bastante convencional todas esas creencias que al lector medio occidental nos resultan tan exóticas en lugar de hacer justo lo contrario: aprovechar las posibilidades de la mitología navaja para crear un relato realmente original. Y, en este sentido, no puedo evitar compararla con la estupenda Hija de Legbara, de Nalo Hopkinson, con la que guarda similitudes evidentes y numerosas (la propuesta de Hopkinson se desarrolla, también, en un entorno cerrado y autosuficiente surgido tras la caída de la civilización, y la mitología caribeña tiene un peso importante en la historia). Ambas pueden considerarse lecturas divertidas y ligeras, pero encuentro en Hija de Legbara una ambición, un compromiso (de crítica al sistema, de denuncia social) y una autenticidad (porque en la novela de Hopkinson la mitología jamaicana no es mero atrezzo, sino la materia prima con la que se teje el tapiz de la historia) de las que carece El rastro del rayo, donde hay clanes navajos, por supuesto, y criaturas con nombres exóticos como ch’i’idii o tsé naayéé, pero, más allá de la mención de algunos mitos, apenas se profundiza en la cultura diné; y tengo la sensación de que el periplo de Maggie Hoskie hubiera sido exactamente el mismo si en lugar de ingredientes navajos se hubieran introducido elementos sobrenaturales de cualquier otra índole: superpoderes, artefactos mágicos, criaturas malvadas.

Al balance de El rastro del rayo se podrían seguir añadiendo, por supuesto, muchas más cosas, tanto a favor (la brillantez con las que están descritas las escenas macabras, por ejemplo, para que las que la autora parece tener un don especial) como en contra (ay, esos plot twist que se ven venir a la legua), pero para qué seguir mareando la perdiz. La novela es entretenida pero olvidable; un pasapáginas superficial y algo manido, sí, pero escrito con corrección y con buen pulso narrativo. Nada más… pero, por supuesto, nada menos.

El rastro del rayo, de Rebecca Roanhorse (Red Key Books, 2022)
Trail of Lightning (2018)
Traducción de Raúl García Campos
334 pp. Rústica. 19,95 €
Ficha en la web de la editorial

Un comentario en «El rastro del rayo, de Rebecca Roanhorse»

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