En la apertura de esta novela ya vemos lo que nos espera: un mundo de contornos difíciles de discernir, conformado por la constante superposición de recuerdos. Ahí, y así, nos adentran las primeras páginas de Yo soy el río, de T. E. Grau, con lo difícil que es mantener el equilibrio en una atmósfera que da pie a la confusión y, por tanto, a veces, a la impaciencia de quien lee. Pero lo que más despierta Yo soy el río es curiosidad e intriga por saber lo que oculta esa matriz de sensaciones o emanaciones entrecruzadas. Por saber cuál es el origen de esas pesadillas. Tenemos la guerra de Vietnam tan asociada al cine –tanto al de ficción como al documental– que acercarnos a ella a través de un medio literario es casi una novedad. No, claro, no es la primera novela ambientada en la guerra de Vietnam (pienso en libros de Bao Ninh, Tim O’Brien, Denis Johnson o, tangencialmente, en la inmensa Primera sangre de David Morrell), pero así, imbricada en un torrente de alucinación con incursiones en el terror metafísico, no hay tantas ni es algo a lo que estemos tan acostumbrados. Qué alegría nos depara este libro, pues, ya desde el mismo punto de partida.
Al inicio de Yo soy el río se confunden las realidades en la mente del protagonista, y vemos que los sabuesos legendarios de Louisiana (sobre los que le hablaban en la infancia), o el río del mismo título, que todo lo puede y todo lo arrastra, son esas metafóricas manifestaciones del trauma del protagonista. Al inicio de la novela, como ya digo, vemos esa bruma en la que unos interrogadores se confunden en la mente del protagonista, y un rostro se funde en otro hasta que los rasgos de uno aparecen en la cara del otro. Y de entre esa realidad difuminada van brotando, aislados, indescifrables, sus recuerdos, y poco a poco nos vamos adentrando en lo que ha originado esas manifestaciones, y es así que nos van reeducando hasta que entramos en la propuesta de la novela.
El caso es que está narrada tanto en primera persona como en tercera. La primera nos mete en Bangkok, cinco años después del final de la guerra, en el presente aterrado del narrador, y la tercera persona es la que describe el pasado, la guerra en Vietnam. Esa alternancia le permite al autor alejarse del caos de la primera persona traumatizada, y a poner un poco de orden. La tercera persona nos mete en la misión, que es ganar la guerra instaurando el miedo, subrepticiamente, en la población civil (lo que se acerca mucho a la definición de terrorismo, claro, aunque nadie repare en ello).
María Fernanda Ampuero tiene un (brillante) cuento titulado “Nam”, en Pelea de gallos, sobre los horrores enquistados de la guerra y su manifestación metafórica, y no he podido dejar de pensar otra vez en ese cuento, leyendo esta novela. La novela de Grau se adentra en ese mismo sustrato para describir los horrores de la culpa y el miedo. Cartografiando nuestras emociones. Bien armada, bien pensada y, pese a que la he leído en (excelente) traducción, muy bien escrita, la novela acaba convergiendo en un final algo deshinchado en comparación con el viaje que hacemos para llegar hasta él. Por eso la gracia, creo, está en esa confusión de realidades atroces, esos saltos de tiempo y de persona narrativa, que acentúan el caos mental de una víctima viva de la guerra.
Hay que hablar de la edición y de la traducción. Dilatando mentes cuida los detalles como no lo hace casi nadie más: menciona a todos los participantes en el proceso de edición, gesto infrecuente y muy de agradecer, y el incitante prólogo y el epílogo con información suplementaria sobre las guerras en general y sobre la de Vietnam en particular hacen del libro algo más que una novela: la edición ha ensanchado sus capacidades. Aunque, como digo, el final no me ha gustado tanto como el resto, la novela es altamente recomendable por su originalidad, su frescura y por lo que consigue mezclando los distintos planos de la consciencia. Y por representar cómo acaban con el enemigo con una práctica peligrosamente cerca de otras más perseguidas, de otras más desaconsejadas, al menos públicamente, por los estados democráticos.
Yo soy el río, de T. E. Grau (Dilatando Mentes, 2021)
I Am The River (2018)
Traducción de José Ángel de Dios García
282 pp. Rústica. 18,95 €
Ficha en la Tercera Fundación
Gran editorial, gran libro y estupenda reseña. Gracias.
Gracias a ti por leer y por tus amables palabras. Coincido en que la editorial y la novela son estupendas.
Un abrazo,