Hace unas semanas presenté un texto sobre la Worldcon de 1998 que preparé por encargo de la revista Planeta Humano, pero no fue el único que surgió de ese viaje. Además de conseguir varios contenidos publicados en Gigamesh en números sucesivos (desde una entrevista con John Clute hasta el premio Hugo al mejor cuento concedido en esa convención, «Vamos a bebernos un pescado», de Bill Johnson), hice preguntas concretas a unos cuantos autores sobre el futuro de la humanidad. Después, las trasladé también a varios escritores españoles, y el resultado apareció en el número 11 de Planeta Humano, el correspondiente a enero de 1999.
«Entramos en una era de incalculables novedades». Robert Silverberg, uno de los más notables escritores de ciencia ficción, lo explica con claridad: «El mundo del 3000 será tan distinto al nuestro que alguien a quien de repente enviáramos allí sólo podría preguntarse en qué planeta se encontraba». La evolución del ser humano en los próximos mil años puede alcanzar cotas difícilmente predecibles, que otro escritor, James Stevens-Arce, planteaba con un sencillo ejemplo: «Mi abuela vivió la invención de la bombilla y el viaje a la Luna. Y se calcula que el conocimiento humano se duplica cada dos años. Es imposible intuir hacia dónde vamos a partir de esos supuestos».
Es tal la velocidad de los cambios, que se puede llegar a plantear incluso si en el año 3000 existirá una civilización. Al respecto hay división de opiniones entre escritores españoles, más pesimistas, y anglosajones, mucho más optimistas. Así, César Mallorquí cree que el desarrollo de la bioingeniería permite que cualquier estado o incluso un particular pueda producir enfermedades epidémicas atroces. «Este es el peligro real. Un 90 por ciento de la población autóctona americana murió a consecuencia de las enfermedades importadas por los conquistadores».
El optimismo de los escritores anglosajones, en cambio, se sustenta en la capacidad de la especie humana para adaptarse a circunstancias difíciles y sobrevivir. Como explica Connie Willis, una escritora centrada en los cambios sociales, «la estupidez cobra todos los días nuevas formas y es cada vez más fuerte, pero ya llevamos siglos derrotándola y podemos seguir haciéndolo». El inglés Stephen Baxter, de sólida base científica, también está convencido de que «el futuro inmediato será el momento más difícil, porque en él deberemos enfrentarnos al fin a todos los problemas conocidos: agotamiento de recursos, polución, superpoblación…. Pero creo que tenemos un futuro real por delante una vez superemos este mal momento».
Supongamos, pues, que en efecto lo superamos. ¿Cómo será entonces el ser humano? Para empezar, puede que inmortal. Según el canadiense Robert J. Sawyer, «la primera gente que será inmortal ya ha nacido. Creo que en cien años, como mucho, abandonaremos la dependencia de nuestros cuerpos. De momento sólo será algo para ricos, pero la sociedad terminará por extender esa posibilidad».
Las mejoras médicas son un aspecto en el que insisten todos los entrevistados. Para la española Elia Barceló, «la vida se hará muchísimo más larga con la implantación de dispositivos reguladores que se encargarán de controlar la regeneración celular. A la larga, las causas de muerte más frecuentes serán por rotura total, lo que convertirá a la población en adictos a las diversiones y deportes virtuales, en los que no haya riesgo ninguno. Será una sociedad de cobardes, desde nuestro punto de vista».
Joe Haldeman incide en que esos cambios harán que el significado del término «ser humano» cambie mucho antes del año 3000. «Habremos tomado el control de nuestra propia evolución. Creo que la muerte acabará por ser una simple opción, salvo por accidentes. Las enfermedades sucumbirán ante el conocimiento del genoma humano».
Los cambios serán de todo tipo, según Mallorquí: «El hombre cambiará fisiológicamente a voluntad pasando por encima del viejo Darwin. ¿En qué sentido? En todos los posibles, porque siempre que algo pueda hacerse, inevitablemente se hará». Los humanos que vivan en el espacio seleccionarán los factores fisiológicos más adecuados para sus necesidades. Conviene recordar al respecto que los astronautas dicen que en el espacio sólo se necesitan manos fuertes,
Según Juan Miguel Aguilera, «el hombre del futuro no tendrá raza ni patria, ningún especial cariño al pedazo de tierra en el que haya nacido. Dispondrá, en cambio, de mucha información y comprenderá que los deseos y anhelos del hombre más remoto no son muy diferentes de los suyos». El propio cerebro puede verse afectado por esas variaciones y Connie Willis insiste en que «comprender el funcionamiento de este órgano será un cambio decisivo. Es posible que sepamos realmente cómo facilitar la inteligencia o cómo atajar las enfermedades mentales. Y eso quizá abra la puerta a una ciencia del sentido común, que es algo que ya nos va haciendo falta».
Todas estas mejoras parecen incidir en cualquier caso en un peligroso aumento de la población, que lleva a una vía de escape que parece natural: la exploración del espacio. El factor que impulsará decisivamente esta exploración, según Mallorquí, será la minería, dado que «la escasez de materias primas en la Tierra hará imprescindible buscarlas fuera».
Donde existe menos acuerdo es sobre las opciones de salir fuera del sistema solar, dada la convicción general de que la velocidad de la luz es un límite infranqueable. Sin embargo, hay quienes creen que la velocidad podría no ser un factor decisivo para exploradores «que podrían ser prácticamente inmortales y tener una perspectiva de ese viaje totalmente distinta a la nuestra». Y C.J. Cherryh recuerda que para ella el viaje espacial no es un medio, «sino un fin en sí mismo, una forma de vida más deseable».
Juan Miguel Aguilera propone una versión más detallada: «Crearemos enormes ciudades espaciales ancladas en los puntos Lagrange, una órbita en torno a la Tierra. Pero el auténtico paraíso se situará en la Nube de Oort, el cinturón de cometas que envuelve el sistema solar. Allí hay agua abundante, materia orgánica y espacio para contener a una humanidad millones de veces más numerosa que la actual.
Pero ¿cómo será la vida y la mentalidad de esos hombres del futuro? Connie Willis considera que los cambios no afectarán a la esencia del ser humano: «Aunque el traje de novia sea un holograma, me temo que el problema seguirá siendo la lista de boda. La condición humana no sufrirá cambios». El romanticismo, la ilusión… Son reacciones que no variarán con el tiempo, aunque sí lo hagan sus causas.
Lo que no quiere decir necesariamente que se camine hacia una humanidad más progresista. Rafael Marín apunta en ese sentido que «los colonos espaciales, aislados y tal vez muertos a todos los efectos para quienes se quedan aquí, serán por su propia soledad los portadores de los valores más obsoletos, los reaccionarios, los defensores de ideas que tal vez ya no les interesen nada más que a ello». Por ello, Marín cree que la religión no perderá fuerza y que se caminará hacia fórmulas sincréticas. Mallorquí habla incluso de una «posible nueva religión global. Tal vez las necesidades espirituales serán más importantes que las económicas muy pronto».
Existe la teoría general de que el entendimiento entre todos los humanos no tardará en llegar. Joe Haldeman, veterano de la guerra del Vietnam, dice que «la cura para la guerra será muy sencilla: los gobiernos acabarán por reparar en un pequeño detalle, como que la guerra total deja el territorio inservible».
Los avances tecnológicos resultan muy difíciles de predecir de forma concreta, pero el acuerdo general es que serán exponenciales. Mallorquí habla incluso de que «la electrónica abandonará el silicio y se pasará al carbono, convergiendo con la biología. Tal vez muy pronto casi todos los objetos tecnológicos no se fabriquen, sino que crezcan por sí solos».
La importancia de los ordenadores en ese futuro parece incuestionable, y Armando Boix se atreve a afirmar que «para los historiadores, el tercer milenio dará comienzo en realidad en 1938, con la puesta en funcionamiento del primer ordenador».
«Nuestra especie», apunta Aguilera, «se ha convertido en una entidad perfectamente intercomunicada y esto se acentuará en el futuro. Estamos cerca de aceptar que nuestros problemas son de alcance global y que sólo admiten soluciones globales. O nos salvaremos todos, o nos condenaremos todos».
En cuanto al contacto con otros seres u otras inteligencias, un cambio tan decisivo que podría abrir una nueva era, Marín comenta que «la ciencia ficción se convertirá en puro terror si, después de mil años, descubrimos que estamos solos en el universo».
El hombre del año 2000
Tal vez una de las razones de la prudencia de los escritores de ciencia ficción a la hora de hablar del año 3000 está en los numerosos fracasos habidos en la previsión que se tuvo en el pasado de lo que era un horizonte más próximo, el año 2000. Numerosas obras, algunas de gran éxito, se centraron en este tema en los albores del siglo. En La columna de César, escrita en la última década del siglo XIX, Ignatius Donnelly concibe una Nueva York futura en la que se mezclan aciertos como el aire acondicionado, una especie de televisión o los atascos, con detalles hoy tan kitsch como el transporte por dirigibles (que permite viajar de Nueva York a Londres en sólo 36 horas), calefacción municipal para todas las calles de la ciudad o casas de eutanasia. Donnelly vendió dos millones de ejemplares de esta obra, si bien su fama posterior se debe sobre todo a haber escrito el primer libro en que se barajaba como una hipótesis real la existencia de la Atlántida.
Aún más popular, y con varias ediciones en castellano, fue El año 2000, de Edward Bellamy, una curiosa utopía socialista publicada en 1888, que al margen de su curiosidad desde un punto de vista político no ofrece grandes aciertos. En comparación, Los hombres del Rey, de Grant, O’Reilly, Dale y Weelwright (1884) nos presenta el teléfono trasatlántico, la luz eléctrica y la fotografía instantánea, si bien la gente se sigue moviendo en carruajes y los criados continúan llevando pesadas pelucas. 2000 A.D. (1890), de un tal teniente Alvarado Mortimer Fuller, muestra un gran entusiasmo por el tren subterráneo, pero lo extiende a través de los continentes en competencia con los caballos y los omnipresentes dirigibles como medio de transporte. Eso sí, concibe el timbre eléctrico o el periódico publicado a escala nacional, a través de un «telégrafo simpático».
Rudyard Kipling, en relatos como «Con el correo nocturno» (1910), adelantó la complejidad del tráfico aéreo y su importancia para el comercio, pero sus aeroplanos luchan a tiros y embistiéndose con espolones. En aspectos sociales, es destacable El mesías del cilindro (1917), del francés Victor Rousseau, que concibe un gobierno socialista y ateo que fomentaría lo que para él serían horrores como el divorcio y el control de la natalidad. Sin embargo, una rebelión cristiana consigue recuperar el gobierno tradicional tras una guerra con rayos de la muerte.
Quizá el intento más detallado por predecir el año 2000 lo llevó a cabo en 1952 un escritor muy popular en la época, Robert A. Heinlein, en un artículo titulado «¿Adónde vamos?», que resume en 17 puntos sus principales predicciones para este fin de siglo.
- Los viajes interplanetarios sólo necesitarán financiación para realizarse.
- Los medios anticonceptivos provocarán una revisión de las relaciones sexuales.
- No será posible evitar un ataque desde el espacio.
- La escasez de viviendas aumentará. Los avances harán obsoletas las viviendas existentes.
- Se producirán hambrunas.
- Desaparecerá el culto a la mistificación y el «arte moderno» será estudiado sólo por psiquiatras.
- La psicología funcional, basada en la medición y la predicción, sustituirá al psicoanálisis.
- El cáncer y la pérdida de dentadura serán males controlados.
- El sistema solar estará explorado.
- El teléfono personal será tan pequeño que cabrá en una cartera. En casa existirán aparatos que responderán llamadas y transmitirán imágenes.
- En Marte se encontrarán rastros de vida inteligente de alguna índole.
- Los viajes cortos se harán en rápidos trenes subterráneos. los largos, en aviones que alcanzarán los 2.000 kilómetros por hora, a un coste de unos 600 euros por un trayecto Madrid-Nueva York.
- Se trabajará en el control de la gravedad.
- No llegaremos a un Estado Mundial.
- El tráfico aéreo será controlado por una gigantesca red de radar.
- El pescado y los subproductos de la harina serán la principal fuente de proteínas. La carne de vaca será un lujo. Las ovejas y cabras desaparecerán.
- La humanidad no se destruirá a sí misma.
NOTA ACTUAL. No recuerdo dónde encontré ese listado de predicciones de Heinlein, pero faltan dos respecto al texto original, como puede comprobarse a partir de la página 19 del siguiente enlace. Heinlein también incluía un listado de cosas que estaba seguro de que no llegarían: el viaje en el tiempo, el viaje más rápido que la luz, la teletransportación de materia, robots humanoides, creación de vida en laboratorio, comprensión de la naturaleza real del pensamiento y su relación con la materia, pruebas científicas de vida después de la muerte, y el fin de las guerras.
La lista de Heinlein me parece que acierta más de lo que pensó, aunque no ocurren exactamente en el año 2000:
1. Los viajes espaciales ahora tienen financiación privada
2. Hay uso masivos de anticonceptivos
3. Si EEUU, Rusia o China lanzara una ataque desde el espacio a cualquier nación esta sería destruida ya que todavía no hay un sistema de defensa eficiente contra este tipo de ataques.
4. Si hay escasez de viviendas en las grandes ciudades. No obstante, también muchas viviendas abandonadas en sitios rurales.
5. No han desaparecido las hambrunas.
6. Este sigue dándose. Todavía hay mistificación y el arte moderno no solo es estudiado por psiquiatras.
7. Todavía hay psicoanálisis.
8. Siguen explorando el sistema solar con sondas cada vez más modernas.
9. El cáncer tiene nuevas terapias como la inmunoterapia para combatirlo. No obstante, no esta masificado. Hay una cura contra la caries, pero su distribución se bloqueado internacionalmente para evitar la quiebra de los servicios odontológicos.
10. Los teléfonos celulares pequeños ya son una realidad. Así como las video llamadas.
11. Lo de los aliens no se ha comprobado.
12. Los medios de transporte no se han reducido al vuelo y al viaje en tren, sino que se han diversificado a más modalidades (ubers).
13. Eso todavía no se ha logrado.
14. Si acertó esa. No hay muchas posibilidades de que surja un estado mundial. 15. Si hay control de trafico aéreo pero no por una sola red, de momento.
16. La gente no ha dejado comer otros tipos de carnes (excepto en Venezuela debido a su alto coste no razones medioambientales).
17. Ese punto todavía esta en debate.
Con relación a los robots humanoides, los japoneses si están creando robots de este tipo cada vez más realistas. Y lo de creación de vida en un laboratorio, ya se ha hecho crearon bacteria sintética hace unos años, así como clones de ovejas (Dolly) y de otros animales (en la década de los noventa).