En 2016 se publicaron tres antologías cuya lectura se me ha demorado un tanto: la selección de Concepción Perea para Fábulas de Albión, Cuentos desde el otro lado; el volumen recopilatorio anual de Cuentos para Algernon; y este Verbum, la primera colección de relatos escritos en castellano de Fata Libelli. Un selección heterogénea y con criterio donde destaca una labor de edición que para los más talluditos recuerda las tres últimas épocas de Artifex. Aquellas fantásticas selecciones de Julián Díez y Luis G. Prado (y Juanma Santiago en su última etapa).
Como todos los libros de la casa, sus primeras páginas recogen una introducción que sintetiza la propuesta de Susana Arroyo y Silvia Schettin. Aluden a cómo la globalización ha afectado a la literatura de fantasía, ciencia ficción y terror; el auge de una literatura transnacional con un bloque anglosajón cada vez más multipolar a medida que más autores provenientes de diferentes entornos culturales se incorporan a él. Desde esta visión, cuando llega el momento de establecer si tiene sentido hablar de una literatura fantástica típicamente hispana o si ésta ya no se puede entender sin la influencia foránea, llegan a la conclusión de que ambas coexisten sin tiranteces. Verbum puede tomarse como su defensa de este alegato.
“La niña gótica”, de Pilar Pedraza, es una elección perfecta como primera escaramuza. La autora de La fase del Rubí y Arcano trece se acerca a algo tan actual como la autoficción bajo una mirada fantástica bastante clásica plantada sobre algo tan idiosincrásicamente nuestro como la vida en tiempos de Franco. Aquella España gris, mediocre y hostil a la diferencia, origen de esta España contemporánea, el fondo sobre el cual Pedraza traza una historia de descubrimiento y maduración con sus pequeños toques macabros y humorísticos. Divertida de leer aunque, como ocurre con otros autores como José María Merino cuando se le selecciona junto a autores más recientes, requiere de una cierta cintura. Necesita de una disposición a entrar en una narrativa con una personalidad genuina ajena a las fórmulas hoy en día más populares.
Uno de los tropos dominantes en nuestro fantástico es la ucronía / universos paralelos y Roberto Bartual representa esta tradición con “Amada de antaño”. Una sucesión de estampas de otra(s) España(s) a lo largo de más de un siglo que establecen un pequeño retrato político y cultural alternativo desde el cual se alza una figura reconocida a nivel mundial. La hibridación entre personalidades reales y ficticias, sus acciones, conversaciones e ideas conjuran y recuerdan la España que ha sido (y es) a base de insuflar lo que pudo haber sido y no fue. Bartual transmite extrañeza aunque aqueja una cierta falta cohesión y necesita de unas últimas páginas para exponer unos propósitos no del todo afirmados previamente. Algo que no le ocurría en “Últimas páginas de una autobiografía“, un cuento con elementos comunes a “Amada de antaño”.
“Quimera”, de Luis Carlos Barragán, también se construye a partir de un cruce de historias. Una más propia de la ciencia ficción sobre un hombre cuyo ADN no coincide con el de sus progenitores, interesado en descubrir el por qué de esa característica determinante para su existencia. La otra con un cariz de fábula, el cuento de dos hermanos (levemente) siameses y su vida con esa condición. Barragán acierta a integrar ambas secuencias, aunque el plano legendario me ha funcionado mejor. Efectivo en su elaboración estética, con una oralidad muy conseguida.
Pasando a las narraciones más convencionales, me ha gustado “Su olor a Jazmín”, de Jesús Cañadas. Destacaría su estilo, una primera persona de novela negra, seca, desarrollada entorno a frases cortas y adjetivos justos y puesta al servicio de un misterio (quien anda detrás del presumible engaño de la mujer del narrador) desplegado con ingenio. Incluye un giro fantástico demasiado brusco, un tanto extemporáneo y sin el cual creo que “Su olor a Jazmín” podría haber pasado.
“Añoranza de lo que no fue”, de Mauro Hinojosa, es el cuento que menos me ha agradado, en la frontera entre relato largo y novela corta y con una problemática que me suele molestar cuando me lo encuentro en un libro de este tipo: como se intuye en su ecuador, apenas es una pequeña parte de algo más grande. De hecho se puede interpretar como una especie de episodio 0 sobre la maduración de un personaje y su huida del sitio donde creció. Hinojosa realiza una acertada transición desde un entorno tecnológicamente atrasado, un lugar incierto donde la abundancia de elementos cotidianos siembran la duda del escenario de la historia, a uno postapocalíptico para terminar revelando componentes de space opera. Esta evolución choca con el desarrollo del protagonista y los que le rodean. Una narración en tres actos poco hábil por la endeblez de los personajes y cómo se acumulan páginas sin asentar un curso meridiano. La aventura es un género que demanda crear un lazo con el lector con rapidez. Bien los personajes deben “importar!, bien el escenario debe resultar fascinante, bien la acción debe cautivar la atención. Nada de esto ocurre y la átona voz de un narrador vulgar tampoco beneficia a “Añoranza de lo que no fue”.
Y llegamos a los relatos que más me han convencido; tres argumentos de peso para hacerse con Verbum. “El camino”, de Ricardo Montesinos, abre la mirada a una aventura espacial canónica donde la humanidad esquiva las limitaciones de la velocidad de la luz gracias al descubrimiento de una red de agujeros de gusano. El único inconveniente para desplazarse viene de los llamados escualos, una raza alienígena desconocida que acecha en los intersticios de ese sistema, persigue a las naves espaciales y, en el caso de capturarlas, las hace desaparecer El protagonista, un capitán atormentado tras un encontronazo con los escualos, es contratado para organizar un primer contacto, el centro de la historia. Montesinos utiliza elementos que recuerdan a “El juego de la rata y el dragón”, de Cordwainer Smith, con una perspectiva todavía más oscura y pesimista propia de Visión ciega, de Peter Watts, o el universo del canal Kefahuchi, de M. John Harrison. El ser humano enfrentado a un Universo impasible ante su incomprensión o su sufrimiento en un relato contado con un estilo cristalino.
“Ocultos”, de José Antonio Cotrina, también tiene un regusto familiar, fiel a la trayectoria de su autor: se puede interpretar como una vuelta de tuerca a muchas de sus historias, desde “Entre líneas” hasta el primer acto de La canción secreta del mundo. Su protagonista descubre en lugares cotidianos de su pequeña ciudad, cuando alguien le hace prestar atención sobre ellos, una realidad oscura invisible hasta ese momento. Lo más característico de ese mundo en contacto con el nuestro son unas criaturas de pesadilla cuya presencia le resulta tan repelente como atractiva. Su iniciación toma un rumbo angustioso cuando comienza a desvanecerse de la memoria y la percepción de sus conocidos, una efectiva alegoría de la crisis de la mediana edad. Un anticipo de un macabro tramo final repleto de desesperanza, sin resquicios de sentido de la maravilla, muy en la línea de muchos relatos de Barker de los Libros de Sangre. Una comparación de lo más ajustada.
Me falta escribir sobre “Great King Girl”, de Weldon Penderton. A base de varias secciones interrelacionadas, Penderton se basa en un hecho fantástico ocurrido a un grupo de adolescentes mientras se toman un selfie para establecer el nacimiento de un mito contemporáneo. Cada parte funciona como un pequeño ente autónomo, con una voz seductora y una extensión muy medida, situadas en una progresión trazada al milímetro salvo el paso hacia último pasaje, un pequeño salto de fe que multiplica la extrañeza de “Great King Girl”.
Susana Arroyo y Silvia Schettin han consumado en Verbum un libro heterogéneo donde se dan cita una enorme variedad de estilos, enfoques y temáticas muestra de la diversidad existente en la fantasía, la ciencia ficción y el terror escritos en castellano. Lo único de lo que cabe lamentarse, aparte de su olvido en las candidaturas a los premios Ignotus de este año, es una selección demasiado masculina. Un detalle esencial en el actual panorama del fantástico en España. Supongo que ellas fueron las primeras en lamentarse de tal circunstancia. Ojalá tengan la oportunidad de hacer una nueva entrega donde esta vez haya un mayor equilibrio, si es merecido. Sin embargo miro su ficha en Goodreads y se me cae el alma a los pies al observar las escasas lecturas logradas desde su aparición. El tan cacareado auge de los relatos y el interés por libros de este tipo me parece un nuevo ejercicio de hinchismo alejado de una realidad insensible a nuestros deseos.
Verbum, selección de Susana Arroyo y Silvia Schettin
Fata Libelli 2016
Libro electrónico, 4,90€
Ficha en Lektu