Cuentos europeos de fantasmas

Cuentos europeos de fantasmas

Cuentos europeos de fantasmas

Una de las grandes ventajas que ha tenido el abaratamiento de los costes de edición en los últimos años es la aparición de pequeñas editoriales ultra-especializadas, capaces de crear pequeñas joyas a un precio relativamente asequible y que sólo interesan, desgraciadamente, a un pequeño grupo de lectores. Editoriales en las que el tamaño modesto no va unido a un descenso en la calidad del producto sino, más bien, todo lo contrario.

Éste es el caso de Clan Editorial, un sello especializado en las antologías temáticas de cuentos, inicialmente españoles y, recientemente, internacionales. Sus libros tienen un precio bastante asequible y están realizados con auténtico mimo y cariño. No sólo en las estupendas traducciones si no en la calidad del papel (especialmente en las cubiertas) y en las preciosas ilustraciones interiores. En fin, un producto de calidad que debería de sacar los colores a más de una gran editorial de fama. Estos Cuentos europeos de fantasmas son, además, muy bien recibidos por tratarse en su mayoría de relatos inéditos o de difícil acceso al común de los lectores. Además, presenta el doble interés de recoger obras de autores poco conocidos (como Jean Lorrain, Charles Ferdinand Ramuz o Georges Eekhoud), de tradiciones literarias poco tratadas (escritores suizos o belgas) o de autores famosos que frecuentaron más bien poco el fantástico (Lermontov, Zola).

Casi todos los relatos fueron escritos en la Edad de Oro del cuento de fantasmas (siglo XIX y principios del XX) y aunque la mayoría ya dan muy poquito miedo a estas alturas y, como en toda antología, el resultado es inevitablemente irregular, no deja de haber un puñado de historias más que notables.

Bajo mi punto de vista las dos mejores son “La historia del fantasma novato” de H. G. Wells, original y con un cierto aire “científico”, y “Shtoss” de Mijail Lermontov, un delirio romántico poco conocido que hubiera hecho las delicias de Lovecraft. Igualmente destacables son “El viejo Antille” de Charles Ferdinand Ramuz, donde lo fantástico queda en un segundo plano y sirve de excusa para mostrar el choque entre el campo y la ciudad, la tradición y la modernidad, y “Angeline o la casa encantada” de Emile Zola, que, por supuesto, es un cuento de fantasmas “naturalista” como sólo Zola podía haberlo escrito.

Entre los clásicos por antonomasia están “El plato o una historia de fantasmas” de E.T.A. Hoffman y “La mendiga de Locarno” de Heinrich von Kleist, ambas historias que no son de lo mejor de estos autores pero que cumplen sobradamente. También dentro del clasicismo destacan dos cuentos que pueden definirse como el paradigma de las historias artesanales hechas con cuidado y cariño. Se trata del archiconocido “La habitación perdida” de Fitz-James O’Brien y “El extraño visitante de Eveline” de Mary Elizabeth Braddon, que podría calificarse como de modelo perfecto a seguir del buen cuento de fantasmas victoriano.

Más insípidas resultan “Efectos de un sueño interrumpido” de Luigi Pirandello, onírico y dentro de los intereses habituales de este autor, “Adrienne Buquet” de Anatole France, bastante rutinario y que su propio autor no se acaba de tomar en serio y “El espectro del señor de Narbona” de Emma Perodi, una eficaz historia de miedo para niños que también podrán disfrutar los adultos.

Los relatos más decepcionantes son “Los agujeros de la mascara” de Jean Lorrain, o la ensoñación de un adicto, “Las cruces peregrinas” de Georges Eekhoud, que tiene más de apunte folklórico que de relato de ficción, y “Vivo” de Gustav Meyrink, el más flojo de todos y que no deja de ser una confusa alegoría esotérica.

En cualquier caso, un libro que sabrán disfrutar todos los adictos a la buena literatura de terror de factura más clásica y alejada de las truculencias y efectismos actuales.

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